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El impacto del coronavirus en las residencias de mayores

«Nos han dado solo medicación para sedar a los ancianos; no para tratarlos»

Ignacio Fernández-Cid preside la Federación Empresarial de la Dependencia. Con vocación de «cuidar» y no de «dejar morir» a los internos en los centros, este economista acusa al Gobierno: «Estamos en la trinchera sin medios»

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Ignacio Fernández-Cid lleva desde 1984 en el sector de las residencias al frente del grupo Casablanca ABC
Érika Montañés

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A la misma hora en que España supera —el 26 de marzo– la barrera de los 4.000 muertos en España por el embate de la pandemia del coronavirus, se da la cifra (nunca oficial y con los positivos por coronavirus sin desglosar) de más de 1.300 ancianos muertos en residencias del país, un sector que aglutina más de 5.000 centros, con 390.000 internos. Ignacio Fernández-Cid no quiere ni oír hablar de cifras. «Son personas, me lo va a permitir. Las cifras solo sirven para crear más alarma social», abomina. Ni siquiera las consejerías del ramo en cada autonomía facilitan los guarismos reales, diferenciando el lugar de residencia o la incidencia del virus en pacientes que ya estaban terminales.

El presidente de la Federación Empresarial de la Dependencia no ha pasado su mejor semana. En los centros privados que tiene bajo su mando se atiende a más de 1,7 millón de personas (entre centros de día y atención domiciliaria) y se da empleo a 300.000 profesionales, muchos de ellos abocados a cogerse la baja porque estaban pasando las de Caín. «Y el miedo es libre» , comprende Fernández-Cid. Este economista de 59 años se ha revelado en los últimos días, además de como una de las voces más autorizadas para radiografiar la verdadera situación por la que está atravesando el sector, como uno de los más díscolos azotes de Margarita Robles tras sus palabras sobre los «cadáveres encontrados en residencias conviviendo con otros abuelos».

Usted escribió una misiva a la ministra en la que le pedía que no se lo pusiera más difícil. ¿Por qué le causaron tanta tristeza las palabras de la ministra de Defensa?

Porque carga las tintas contra personas que cada día dejan su hogar y vuelven a la lucha , con escasos medios de protección, sin tiempo para reponerse de la vivencia anterior. Y, además, no se entienden después de que la labor del Ejército en la desinfección de residencias haya sido encomiable.

¿Las acusaciones de la titular de Defensa son una cortina de humo?

Pudiera ser. Tal y como se ha presentado, sí. Lo que nos está llegando de los familiares es diferente de lo que sale en los medios. Les vamos informando con circulares y van conociendo el esfuerzo que estamos haciendo. Es una cuestión de responsabilidad, no se debió decir eso.

¿Cuál es su diagnóstico?

Somos un sector tremendamente sensible . Tomamos medidas antes que nadie, porque estamos en contacto todos los días con esas personas sobre las que la incidencia del coronavirus ha repercutido más. Por eso, cuando el 6 de marzo decidimos prohibir la entrada a los centros y restringir las visitas, muchos familiares se pusieron de nuestro lado y lo entendieron. Al igual que los servicios de urgencia, nosotros estamos en la trinchera y lo que estábamos viendo, hasta que se decreta el estado de alarma, es que luchábamos contra un virus sin el necesario material de protección. Desde que empezó todo esto, estamos luchando sin medios.

¿Cómo recibieron esas restricciones los familiares? Porque usted dice que no les ha llegado esta sensación, pero muchos han protestado al saber que sus parientes comían en las habitaciones o estaban encerrados en los dormitorios...

En líneas generales, han sido muy compensivos. Se adaptaban constantemente a lo que les íbamos contando.

¿El Gobierno debería haber actuado antes? ¿Por qué se dispara contra su sector, para tapar la improvisación?

Los políticos están estudiando continuamente la capacidad económica del país, se está contraponiendo economía a sanidad. Nos han puesto como diana, cuando lo que estamos haciendo es, en todo momento, aplicar las órdenes que da Sanidad.Nos tienen abandonados. La solución pasaría por hacer los test urgentemente a todos los trabajadores que han cogido la baja o que siguen en primera línea sin saber si están contagiados o no. Pero han preferido inundarnos con «protocolos a manta», que hemos ido cumpliendo, pero sin aislar a los que tienen el virus, porque no lo saben. Como buena parte del personal está asintomática, la gente sigue trabajando. Lo que tendrían que haber hecho es aportar su granito de arena.

¿Qué demandan ahora?

Ahora la clave es que nos den materiales para que todos podamos funcionar. El personal -como todo el sector- está haciendo una labor enorme, pero necesitamos herramientas, equipos y medicación. Hasta ahora nos están condenando a morir, solo nos han dado medicación para la sedación y todavía no ha llegado medicación para el tratamiento del Covid-19. Sabemos que es limitado, pero si pretenden que las residencias seamos centros medicalizados, nos tienen que dar herramientas.

¿Y qué ocurre cuando mueren?

Pues que llamas a las funerarias y están colapsadas. Vienen cuando vienen, pero no solo en Madrid, en Valencia, Cataluña y País Vasco; en todas las ciudades donde está actuando con más virulencia el virus. Si no nos sacan el cadáver, ¿qué hacemos? Pues o lo dejamos en el dormitorio, o se traslada, si la residencia tiene tanatorio. Pero estamos recibiendo unas instrucciones muy estrictas, que cumplimos: hay que tener mucho cuidado y colocar un doble sudario sobre los cadáveres. Como le digo, acusarnos de otra cosa es... Ya llegará el momento de pedir que se depuren responsabilidades, pero si no nos ayudan, si no nos dan medios, por lo menos apóyennos para que no se extienda una sombra macabra. Hay que sumar.

¿Qué ha sido lo peor estos días?

La sensación de desasosiego e impontencia. El personal lo ha pasado muy mal. Estamos totalmente al descubierto, se han enfrentado a un escenario nuevo por el que no habían pasado nunca y que parece de ciencia ficción.

¿Qué tendrán que mejorar las residencias cuando todo esto pase?

Cuando esto pase y viéndolo con perspectiva, si se nos tienen que pedir responsabilidades a los gestores de residencias por algo que hayamos hecho mal, que nos lo pidan. Pero nosotros no podemos curar. Nuestra vocación es la de ser cuidadores. Las residencias están funcionando perfectamente.

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