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«Cuando salga de la calle me haré voluntaria de Cáritas»

Cuando una persona sin techo atraviesa la puerta del centro de acogida de Cáritas en el madrileño barrio de Carabanchel lo primero que le espera es una taza de café. Una cálida bienvenida es fundamental para estas personas que se han quedado en la calle. Es el caso de Lucinda Gonzálvez.

Laura Daniele

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Cuando una persona sin techo atraviesa la puerta del centro de acogida de Cáritas en el madrileño barrio de Carabanchel lo primero que le espera es una taza de café. Una cálida bienvenida es fundamental para estas personas que se han quedado en la calle. Es el caso de Lucinda Gonzálvez . Perdió su casa, le robaron el bolso con el DNI, la tarjeta de la Seguridad Social y la tarjeta del banco y de un día para el otro se vio en la calle. «No sé cómo llegué a esta situación , pero llevaba dos días sentada en un banco hasta que vino el Samur Social y me rescató», comenta esta mujer, nacida en Lisboa y afincada desde hace 34 años en España.

La pobreza tiene cada vez más rostro de mujer, apunta José Antonio Jiménez, director del centro. El año pasado el número de mujeres atendidas representó casi el 20% del total , cuatro puntos porcentuales más que el año anterior. La situación de las personas sin hogar va a peor porque cada vez es mayor el número de demandantes de ayuda, advierte Jiménez.

Lucinda relata su propia experiencia entre risas y lágrimas. Su natural optimismo le impide ver su situación como un callejón sin salida. « Si la cosa va bien y consigo salir de la calle me voy a hacer voluntaria de Cáritas », señala esta mujer de 65 años y que vive en este centro desde finales del mes de octubre. Las palabras que más repite Lucinda son de agradecimiento. El centro se ha convertido en una especie de familia. Entre todos realizan las tareas de la casa, ayudan en la cocina y la limpieza. «Me tratan con mucho cariño y todos me miman», subraya.

«Estoy aquí poniendo lavadoras»

Más de 65 personas colaboran desinteresadamente con esta «gran familia urbana». Entre ellos, se encuentra Manuel González , un ingeniero jubilado que dedica tres días a la semana a hacer la colada de las personas sin hogar que viven en esta casa. « Yo que nunca había lavado un plato en mi casa, estoy aquí poniendo lavadoras », bromea este hombre, que se toma, sin embargo, su labor muy en serio por los buenos resultados que obtiene el centro. El 60% consigue lo que ellos denominan «una salida programada», es decir, que no regresan a la calle. «Es muy bonito poder ayudar y poner las bases para que estas personas puedan volver a empezar. Mucha gente se reconduce después de pasar por este centro y esa es mi gran ilusión», señala.

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