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Cómo incentivar a las mujeres a optar por carreras de ciencias

Las mujeres están dejando de ser invitadas a viajes de trabajo por miedo a una «amenaza líquida»

El sector tecnológico se lamenta de la pérdida del talento de la mujer ABC

Rosalía Sánchez

El número de mujeres en STEM (acrónimo inglés que aglutina ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas ) alcanzó un máximo en 1991 y no ha logrado remontar desde entonces. El sector IT y la industria de predicción de conductas están siendo los primeros en cuantificar en millones de euros lo mucho que pierde nuestra sociedad al desperdiciar el talento de las mujeres y se preguntan cómo incentivarlas hacia las carreras de Ciencias.

Pero resulta que a las científicas les horrorizan medidas como el planteado año académico gratuito solo para chicas y guardan una aséptica distancia con lo que conocemos por ideología de género. Hablan un lenguaje bastante alejado del que emplean los políticos y se felicitan por el ya obvio cambio social sobre el papel de la mujer sin por ello lanzarse con agresividad contra el género masculino.

Más allá de la brecha salarial y por supuesto la violencia contra las mujeres, no reclaman leyes, regulaciones ni cuotas, sino que la sociedad sea consecuente con los hechos, como ha quedado patente en el panel de Iberdrola sobre cómo interesar a las jóvenes por la ciencia que ha tenido lugar en Wikinger , el pionero parque eólico marino con tecnología española que la empresa ha construido en Alemania.

A muchos les sorprenderá que estas mujeres no hablen de igualdad («porque no somos iguales »), ni siquiera de paridad (comparación, igualdad y valor de una moneda respecto a otra, según las tres acepciones de la RAE). El término que proponen es «equilibrio». «¿Por qué en lugar de hablar de científicos o de científicas no decimos hacer ciencia?», sugiere Lorena Fernández , ingeniera y directora de Identidad Digital de la Universidad de Deusto. «Si pides a un niño que dibuje un científico, pinta un hombre loco.

Llevar medicamentos con un dron

El estereotipo es un hombre aislado e incomprendido, lo que a una edad en la que la prioridad es tener amigos, encajar en un grupo, resulta especialmente destructivo», advierte, recomendando explicar mejor las aplicaciones de la ciencia. «Si cuentas que con un dron se llevan medicamentos a un poblado africano donde los niños mueren, las niñas querrán desarrollarlo».

Lara Lázaro, investigadora de cambio climático para el Real Instituto Elcano, prefiere no comentar en público su opinión sobre la idea de regalar el primer curso a las alumnas, pero no ve con malos ojos un posible sello de calidad para empresas sin brecha salarial, por ejemplo, y recomienda fomentar los intercambios internacionales, «que se abran a otros entornos y mentalidades», aunque el gran reto, dice, está en el tejado de los profesores y su tarea de desarrollar en los alumnos el pensamiento crítico .

Ana Freire , investigadora y docente en la Escuela de Ingeniería de la Universidad Pompeu Fabra, insiste por su parte en la necesidad de «referentes». «Hay un estereotipo cultural que asocia la carrera científica a los hombres y que puede romperse llevando científicas a los colegios, mujeres que los alumnos puedan ver y escuchar y que les transmitan la pasión por la ciencia », dice, y señala que la industria audiovisual y editorial debería que implicarse en ese esfuerzo.

Una referencia emergente en divulgación científica es Rocío Vidal, que obtiene en sus vídeos en YouTube cifras de 1,3 millones de visualizaciones, más que muchos programas de televisión generalista en franja de máxima audiencia. «Tengo un 40% de suscriptoras, un índice mucho mayor que otros youtubers», apunta, «es importante que las mujeres también se dediquen a divulgar la ciencia».

Es evidente que Rocío ha dado con la clave de un lenguaje que comunica a los jóvenes y por eso merece la pena escuchar sus precisiones. «Cada palabra importa. Hay casos en los que solamente por cambiar el nombre de los estudios tiene un efecto. Cuando comenzaron a llamarse Tecnología de la Salud cambió el porcentaje de hombres y mujeres matriculados, aunque las asignaturas eran las mismas.

No invitan a mujeres

Cristina Arias , del Institut National de Recherche Agronomique de París, asegura haber tenido «una infancia muy normal, mis padre no se planteaban si yo jugaba con muñecas o con cajas de herramientas , lo importante es recibir en casa la convicción de que tu vales para hacer lo que quieras». «Mi madre me contaba vidas de científicos, pero no me fijaba en que eran hombres, sino en todas esas cosas maravillosas que yo también podía hacer», dice Carlota Armillas, que con solo 23 años ha conseguido una de las 90 becas internacionales Gates Cambridge 2019, «me ha impulsado mucho un apoyo que consiste en animarte a hacer algo que te ilusiona y que a la vez te transmite que si lo intentas y no te sale bien, no va a pasar nada. Son tus padres, tu familia, son ellos los primeros que tienen que creer en tí».

Solamente a micrófono cerrado, algunas de ellas comentan el efecto contraproducente que está ejerciendo el movimiento #MeToo , pensado para empoderar a las mujeres pero que está teniendo como consecuencia que las colegas de género femenino dejen de ser convocadas a reuniones, viajes o cenas de trabajo, «por miedo a una amenaza líquida» que no se sabe bien cómo gestionar y que saca a las mujeres de círculos en los que se gestan d ecisiones estratégicas y ascensos.

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