Benedicto XVI pide perdón a las víctimas de abusos sexuales en Irlanda
Un periodista leía ayer frente al Vaticano la carta a los católicos irlandeses condenando los abusos sexuales / AFP
En tono conmovido y humilde, Benedicto XVI pide personalmente perdón a las víctimas de abusos sexuales en Irlanda. La carta pastoral dirigida a los católicos de ese país dice a las víctimas: «Habéis sufrido atrozmente, y yo lo siento de verdad». A su vez, recrimina ... a los sacerdotes indignos y también a los obispos en un tono sin precedentes, después de confesar a los fieles de Irlanda que comparte su «sensación de haber sido traicionados» por pederastas y pastores.
El primer documento papal dedicado exclusivamente a la pederastia es una piedra miliar en la operación de limpieza y un instrumento útil para los obispos y sacerdotes de todos los países.
En la carta de 18 páginas destaca el apartado dirigido a «las víctimas de los abusos y sus familias», que comienza con la frase «Habéis sufrido atrozmente y yo lo siento de verdad». En el texto original y oficial de la carta el Papa escribe en inglés «You have suffered grievously and I am truly sorry», que es el modo directo de pedir perdón en ese idioma. La traducción española oficiosa distribuida ayer por el Vaticano lo rebaja a «Habéis sufrido inmensamente y me apesadumbra tanto», quitando fuerza a la petición de perdón.
Confianza traicionada
El Papa reconoce a las víctimas que «vuestra confianza ha sido traicionada y vuestra dignidad ha sido violada. Muchos habéis descubierto que cuando os atrevíais a denunciar lo sucedido, nadie os escuchaba. Los que habéis sufrido abusos en los internados podéis haber sentido que no había escapatoria».
Benedicto XVI comprende «que os cueste perdonar o reconciliaros con la Iglesia. En su nombre yo manifiesto abiertamente la vergüenza y el remordimiento que todos sentimos». Después del arrepentimiento, el Papa termina casi con una súplica: «Os pido humildemente que consideréis lo que he dicho».
«Vergüenza y deshonor»
En un tono sin precedentes en una carta pastoral el Santo Padre dice a los sacerdotes pederastas que «habéis traicionado la confianza de jóvenes inocentes y de sus padres, y debéis responder de eso ante Dios Todopoderoso y ante los tribunales establecidos. Habéis traído vergüenza y deshonor sobre vuestros hermanos». Por eso, les ordena: «Reconoced abiertamente vuestra culpa y someteos personalmente a las demandas de la justicia».
Todavía más llamativa es la recriminación a los obispos mudos o cobardes: «Habéis fallado, a veces atrozmente, en aplicar las normas de derecho Canónico al delito de abuso de menores. Ha habido graves errores de juicio y falta de liderazgo. Todo esto ha minado seriamente vuestra credibilidad y eficacia». Les recuerda también que en octubre de 2006 les pidió que «esclareciesen la verdad sobre lo sucedido en el pasado». No lo hicieron, y los problemas salieron a la luz sólo cuando el informe Ryan reveló, en mayo de 2009, la corrupción de los internados y el informe Murphy descubrió, el pasado mes de noviembre, los casos de la diócesis de Dublín.
Visita apostólica
Para esclarecer responsabilidades, el Papa nombrará delegados para una visita apostólica de inspeccion a las diócesis, seminarios y órdenes religiosas afectadas. Como la operación de limpieza llevará tiempo, da entretanto las gracias «a tantos hombres y mujeres en toda Irlanda que están trabajando ya por la seguridad de los niños en actividades de la Iglesia».
Benedicto XVI insiste a los obispos en que «además de aplicar plenamente las normas de Derecho Canónico, continuad cooperando con las autoridades civiles en sus áreas de competencia» pues «tan sólo una acción decisiva,llevada a cabo con completa honradez y transparencia, restablecerá el respeto y la buena voluntad del pueblo de Irlanda hacia la Iglesia».
La carta firmada el día de San José, «guardia de la Sagrada Familia y patrón de la Iglesia Universal», abre el corazón a los fieles de Irlanda desde sus primeros párrafos. Poniéndose de su parte, el Papa les confiesa compartir «el sentimiento de desazón y de traición que tantos habéis experimentado al descubrir estos actos pecaminosos y criminales y el modo en que las autoridades de la Iglesia en Irlanda los han tratado».
Valor terapéutico
Es muy duro leer que un Papa se sienta traicionado no sólo por los sacerdotes pederastas sino también por los pastores, pero el confesarlo en público tiene un valor terapéutico. El Papa confía en que, a partir de este mensaje clarificador, «los obispos estarán en una posición más fuerte para reparar las injusticias del pasado y hacer frente a todos los aspectos del abuso de menores de modo acorde con los requerimientos de la justicia y las enseñanzas del Evangelio».
La carta resulta interesante en el diagnóstico de las causas del desastre. Además de la insuficiente selección en los seminarios y noviciados, Benedicto XVI denuncia con toda claridad los problemas del clericalismo y del secretismo: «La tendencia de la sociedad a favorecer el clero y otras figuras de autoridad, y una preocupación fuera de lugar por la reputación de la Iglesia y por evitar el escándalo». Si la primera docena de casos hubiesen salido a la luz pública se hubiesen evitado los centenares o millares de delitos sucesivos.
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