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Auge y caída del doctor que quiso jugar a gurú independentista

Quim Torra aparta a Oriol Mitjà, porque el «druida nacional» fracasa en su ensayo clínico

Quim Torra, presidente de la Generalitat, entrega a Oriol Mitja el premio «Catalán del año 2017» EFE
Salvador Sostres

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El doctor Oriol Mitjà es un prestigioso científico, experto en enfermedades infecciosas. Entre sus logros está el de haber desarrollado, en Nueva Guinea, un tratamiento efectivo contra el pian. Mitjà trabajaba en el Instituto de Salud Global de Barcelona (Isglobal) con el doctor Antoni Trilla , también epidemiólogo, jefe de Medicina Preventiva del Hospital Clínic y decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona.

Bonaventura Clotet, director del Instituto de Investigación del Sida IrsiCaixa, había detectado el talento científico y el tirón mediático de Mitjà y a principios de año decidió ficharle. Clotet, que además de ser uno de los mayores expertos mundiales sobre el Sida, es uno de los personajes públicos con más olfato de Cataluña, reaccionó inmediatamente a la pandemia anunciando un ensayo clínico liderado por su flamante incorporación para frenar el coronavirus, y lanzó la campaña «Yo me corono» para financiarlo. Con el apoyo del famoseo, consiguió recaudar, en 15 días, más de dos millones de euros . Mitjà, más talentoso que socialmente hábil, se había marchado de Isglobal de un portazo, y el doctor Trilla se sintió abandonado por su discípulo.

Crecido por el foco mediático, Mitjà prácticamente prometió una cura basada en la hidroxicloroquina y el darunavir que, sin ser aún una vacuna, conseguiría efectos profilácticos en la población no infectada, rebajaría la carga viral de los contagiadas y frenaría drásticamente la mortalidad. Su éxito en los medios, la seguridad en sí mismo, su ideología independentista y sus críticas al Gobierno llamaron la atención del presidente de la Generalitat, Quim Torra, que le convirtió en su asesor especial y epidemiólogo de cabecera, y se apoyó en él para insistir en el discurso de que en Cataluña se sabían hacer las cosas frente a una España obsoleta, perdida en su atraso y en su incompetencia. El doctor Mitjà se prestó encantado al juego y el doctor Trilla quedó eclipsado.

Pese a la gravedad de la crisis y la seriedad que se les supone a las mentalidades científicas, empezó entre los médicos e investigadores catalanes una insólita guerra de divas, y el frentismo entre los que «son de Mitjà» y los que « son de Trilla », y un abierto enfrentamiento entre los dos entornos. Mitjà llevaba la delantera y era el más osado en sus planteamientos. Trilla, mayor y más discreto, era la voz más prudente, y menos mediática, y su campaña para recaudar fondos no tuvo ni de largo el éxito del «Yo me corono» de Mitjà y Clotet.

Pero en su creciente proyección pública, Oriol Mitjà se sintió tal vez demasiado cómodo en el papel de salvador de la patria en lugar de centrarse en su ensayo clínico. Insistió en sus críticas al Gobierno y exigió el confinamiento total, al que en parte accedió Pedro Sánchez. También, junto con Torra, reclamó poderes especiales para que la Generalitat «cerrara» Cataluña y comandara en solitario la gestión de la crisis. Entró en polémicas estériles en las redes sociales y dejó que TV3 le convirtiera en el druida nacional, con programas y entrevistas en los que acabó hablando de su vida privada, compareciendo con su novio y un taper garbancero que le había preparado para cenar.

El «milagro» tenía que haber llegado hace 15 días pero el darunavir se reveló ineficaz y se demostraron en la cloroquina efectos negativos para las personas con problemas de corazón. A Torra se le empezó a romper el juguete de su científico de cabecera.

Por su alta exposición mediática y su exagerado posicionamiento político, Mitjà empezó a quedarse solo y a acumular enemigos. En los últimos días no ha tenido más remedio que reconocer que todavía está reclutando a voluntarios para su estudio y que los resultados obtenidos hasta ahora «no son los que esperábamos». Además, la comunidad científica ha reaccionado frontalmente contra su pasaporte inmunológico, por considerarlo «racista» y «peligroso», y Quim Torra, que había comprado alegremente la idea, la acabó desdeñando ante semejante rechazo. Para acabar de caer en desgracia, a Mitjà sólo le ha faltado apoyar el plan de desescalada de Pedro Sánchez. Continúa en su cargo de asesor pero ya no es el infectólogo de cabecera, no forma parte del núcleo que toma las decisiones y ha dejado de ser el referente del presidente de la Generalitat. Antoni Trilla ha recuperado posiciones y vuelve a ser la voz científica de referencia en Cataluña.

Esta siniestra máquina de triturar talento que es el independentismo político ha podido hasta con el temple de un científico de indiscutible trayectoria como Oriol Mitjà, distinguido en 2013 con el premio de la Fundación Princesa de Girona. Otra batalla estéril que ningún avance ha producido, otra demostración de que la independencia como solución mágica no existe, otra pelea de divas en la que Quim Torra todo lo da y todo lo quita, y él continúa como si nada tuviera que ver con los cadáveres que va dejando en el camino.

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