ABC 'Apps' contra el Covid: de la gran esperanza a la decepción
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'Apps' contra el Covid: de la gran esperanza a la decepción

Morir de éxito o fracasar. Tras la ‘pingdemia’, una tormenta de avisos de la aplicación anticoronavirus británica causada por un algoritmo muy estricto, sus descargas cayeron un 40 por ciento. En España, Radar Covid llega a sólo 19 de cada 100 ciudadanos y apenas notifica un 1 por ciento de los positivos

Helena Cortés
Mucho dinero y pocas descargas. Desarrollar Radar Covid (derecha), la ‘app’ española para detectar contagios, costó 330.000 euros, más gastos de promoción y 1,4 millones en mantenimiento. Los expertos lamentan su poco uso EP

Estanterías de supermercados medio vacías , gasolineras con faltas puntuales de suministro, cancelaciones en algunos trenes por falta de personal y un 25 por ciento de los clubes nocturnos cerrados o abiertos solo unas horas. Todo ello fue fruto de la oleada de aislamientos voluntarios que hubo en el Reino Unido a finales de julio debido a las alertas de contacto estrecho de la aplicación de salud del país. Esta ‘pingdemia’ -pandemia de ‘pings’ o notificaciones- marcó cifras nunca vistas, con más de 690.000 contactos alertados en la semana del 21 de julio. Un récord que se explica, entre otros, por el auge de la variante delta, el fin de todas las restricciones y la popularidad de la NHS Covid App: 27 millones de británicos usan la aplicación (cerca de un 40 por ciento de implantación, según datos gubernamentales).

Sin embargo, tras una semana de caos, no solo cayeron las notificaciones (más de 396.000 a partir del 28 de julio y 317.000 el 8 de agosto), sino también las descargas de la aplicación. De las 298.819 registradas el 21 de julio, pasaron a 172.729 una semana después y 125.610 en el acumulado del 4 de agosto, según las estadísticas que comparte el Gobierno británico en su web, lo que supone un descenso superior al 40 por ciento. De hecho, la BBC publicó que muchos empleados de la hostelería se planteaban quitarse el programa por la presión que suponían las notificaciones de autoaislamiento constante. El sistema estaba funcionando tan bien que corría el riesgo de dejar de ser útil. Una encuesta realizada por YouGov durante esta ‘pingdemia’ reveló que uno de cada diez usuarios había borrado de su móvil la aplicación, mientras que uno de cada cinco aún la tenía instalada pero había desactivado su funcionalidad de seguimiento.

La 'app' británica es tan eficiente que, paradójicamente, acaba resultando inútil. Su exceso de celo ha provocado una auténtica oleada de aislamientos, que han casi paralizado el país

Y eso que el Reino Unido reaccionó a principios de mes y limitó la sensibilidad de su algoritmo de rastreo de tal forma que ya no se buscan los contactos estrechos de los cinco días previos a un positivo, sino solo de los dos últimos.

Sajid Javid, ministro de Sanidad, afirmó en un comunicado que con esta medida se busca «reducir los inconvenientes que el autoaislamiento puede causar a los ciudadanos y sus negocios y evitar el mayor riesgo posible por el virus». «Esta actualización nos ayudará a asegurar que logramos el equilibrio correcto», añadió la máxima autoridad sanitaria del país, que destacó también que el uso de la aplicación sigue siendo alto: un 40 por ciento de la población diana la tiene descargada y registra casi un 50 por ciento de positivos. Además, a partir de esta semana implementaron otra actualización: a aquellos que estén completamente vacunados se les recomendará hacerse un test PCR en lugar de autoaislarse.

«La buena noticia es que la aplicación se está comportando como debe. Las notificaciones han crecido en línea con el crecimiento de los casos y los contactos al alza se corresponden a que la gente se mueve e interactúa más», explica en su blog Christophe Fraser, epidemiólogo del Big Data Institute de la Universidad de Oxford. Firme defensor de la utilidad de estas herramientas de rastreo -un estudio liderado por este experto y publicado en la revista ‘Nature’ afirma que la aplicación británica ha logrado evitar entre 4.200 y 8.700 muertes, así como una horquilla de entre 284.000 y 594.000 casos-, Fraser sostiene que lo que ha fallado no es la tecnología, sino el pacto social sobre su uso.

La aplicación británica contra el coronavirus ha provocado una 'pingdemia'AFP

Poca penetración

«Aparecen estudios continuamente que demuestran que las ‘apps’ aportan su granito de arena para reducir el número de casos, y cumple sus objetivos de avisar a no conocidos y hacerlo más rápido. Como cualquier intervención no farmacológica, no puede acabar con la pandemia por sí sola. Y es verdad que los resultados han sido peores de lo esperado, especialmente debido a la poca penetración. En Europa, de media solo entre un 20 y 30 por ciento de la población utiliza las ‘apps’. Así, es difícil tener un gran impacto», cuenta a ABC Carmela Troncoso, ingeniera de telecomunicaciones especialista en privacidad en la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Suiza).

En Francia, por ejemplo, la descarga masiva de su TousAntiCovid -que reemplazó en octubre del año pasado a StopCovid, que apenas había logrado 2,7 millones de descargas- coincidió con el estreno de una nueva funcionalidad, la descarga del certificado de vacunación de la UE. Hoy, más de treinta millones de usuarios la tienen instalada en sus teléfonos, tal y como recoge la prensa gala. En Alemania, a la pública Corona-Warn-App (que supera los 27 millones de descargas) se sumaron soluciones privadas.

No solo seguridad

«Las causas para la poca adopción van desde la falta de comunicación -que resulta, por ejemplo, en desconfianza por parte de los usuarios, de a pie y sanitarios- hasta problemas de integración como el retraso en la entrega de códigos, una dificultad que ha existido en toda Europa», añade esta experta, que dirigió el equipo europeo que desarrolló la tecnología de códigos DP-3T que permite garantizar la privacidad de aquellos que registren su positivo en estas aplicaciones.

Este avance, y el trabajo de gigantes como Google y Apple para hacerlo viable en los sistemas operativos de nuestros teléfonos móviles, fue determinante. Un nuevo estudio realizado por VoxEU y el Centro de Investigación de Políticas Económicas (CEPR) que compara las aplicaciones de nueve países (Francia, Alemania, Italia, España, Irlanda, Australia, Nueva Zelanda, Corea y Rusia) concluye que la preocupación por el uso de los datos personales ha desincentivado a mucha gente a utilizar estas aplicaciones, limitando su efectividad.

En cambio, en lugares como China, pionera en este tipo de servicios para luchar contra el Covid, este control no se considera problemático. La aplicación sanitaria tiene acceso a la identidad de su usuario, su localización e incluso su historial de pagos. «Al principio todos teníamos muchas expectativas puestas en estas herramientas, porque habíamos visto el modelo de Singapur o Corea del Sur, que también usan técnicas más intrusivas y menos respetuosas con la privacidad. Pero en Europa se implantaron con todas las garantías», explica Juan José Nombela, director del Área de Ciencias de la Computación y Tecnología de UNIR.

La preocupación por el uso de datos personales ha desincetivado a mucha gente a utilizar estas aplicaciones, limitando su efectividad. Un problema que no ha ocurrido en China, donde la 'app' tiene acceso a la identidad del usuario, su localización e incluso su historial de pagos

Otros factores que influyen en el éxito o abandono de estas aplicaciones, tal y como recoge el estudio de VoxEU y el CEPR, es la capacidad de los sistemas de salud nacionales para gestionar datos masivos, la transparencia de los gobiernos a la hora de informar sobre el funcionamiento de la aplicación y los recursos destinados a su mantenimiento.

En el caso de la española Radar Covid, por ejemplo, no se prestó atención a muchos de estos aspectos. «Se desarrolló en poco tiempo y tarde», señala Nombela. Tardaron en compartir el código fuente de la aplicación, lo que denota una importante falta de transparencia, y la interfaz era mejorable, puesto que hay un exceso de notificaciones de comprobación, dice este experto. «El usuario no lo aceptó bien, hubo fallos de implementación y sobre todo de comunicación. Muchos centros de salud no sabían qué era el código de Radar Covid cuando preguntabas. Y eso que se invirtió bastante dinero: el contrato con Indra para el desarrollo de la aplicación fue de más de 330.000 euros, a lo que hay que sumar la inversión en promoción». A finales de 2020, se publicó en el BOE un nuevo contrato de 1,4 millones de euros, también adjudicado a Indra, para el mantenimiento de la aplicación. Para colmo, en octubre se detectó un fallo de seguridad que quedó solventado ese mismo mes.

La 'app' alemana del Covid, Corona-Warn-App, suma 27 millones de descargasEFE

Un fracaso

El resultado, según los datos oficiales, es que Radar Covid es casi historia. En agosto, cuando empezó a funcionar, se registraron 3,3 millones de descargas, pero desde abril difícilmente se han superado las 100.000 mensuales. El total acumulado es de 17 millones de descargas (19 por ciento penetración) , según cifras oficiales. Pero lo peor es que el ratio de códigos introducidos en la aplicación respecto a los positivos totales es el último mes, en plena quinta ola, es de apenas un 1,1 por ciento, y el acumulado, del 1,9 por ciento. En la última semana, se han introducido solamente 959 positivos. Con todo, Carme Artigas, secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, dijo en julio en una entrevista en ‘Business Insider España’ que la aplicación «ha ahorrado 50.000 rastreadores» y que el fracaso se debe a motivos «culturales».

«Da la impresión de que se puso en marcha porque si no la teníamos nos iban a criticar . Y el proyecto se dejó morir. Nos falló la concienciación. Si hemos creado una secretaría de estado con materias de Inteligencia Artificial, aprovechemos este momento para que la gente confíe en esas tecnologías, entienda para qué sirven y por qué invertimos tanto en ellas. Pero el ejemplo de Radar Covid no ha sido desde luego el mejor», lamenta el experto de la UNIR.

De cara al futuro

Al menos, esta experiencia deja algunas enseñanzas de cara a futuras iniciativas similares: «La tecnología no es magia, solo es una herramienta más. Como cualquier herramienta, solo funciona cuando está bien integrada tanto tecnológicamente (en el caso de estas aplicaciones, en el sistema de salud) como socialmente (adopción, entendimiento y participación del usuario)», argumenta Troncoso. «A pesar de todas las críticas a que la protección de la privacidad estaba impidiendo mejorar la intervención, las aplicaciones han funcionado perfectamente. Cuando están instaladas y bien configuradas, cumplen su labor. Los datos no son siempre la respuesta. El buen diseño sí lo es».

Un contexto muy diferente para el desarrollo y eficacia de estas aplicaciones ha sido el de América Latina, uno de los epicentros del Covid-19, donde tan solo un 54 por ciento de la población tiene acceso a internet en sus dispositivos móviles. Es destacable también que únicamente el 25 por ciento de los trabajadores de esa región han podido llevar a cabo su desempeño laboral de forma remota.

Esa escasa democratización de la conectividad ha sido clave a la hora de condenar a un muy discreto éxito las experiencias con ‘apps’ vinculadas a la pandemia, que han sido desarrolladas en al menos 28 países. Chile, el líder regional de las vacunas, implementó CoronApp, una aplicación geolocalizadora, con utilidades en el ámbito del autodiagnóstico y capaz de notificar el incumplimiento de cuarentena o la presencia en aglomeraciones.

Los países de América Latina se han enfrentado a varios problemas para implantar las 'apps'. Uno de lo más insuperables ha sido el escaso acceso a internet que todavía hay desde los dispositivos móviles

No hay datos muy recientes vinculados con estas tecnologías, que parecen haber ido cayendo en el desuso. Cuidar, la solución de Argentina, sumaba el pasado abril solo diez millones de descargas. La misma cifra se hizo pública en el caso de Colombia y su ‘app’, CoronaApp. Mucho más baja, de alrededor de un millón de descargas, fue la actividad registrada en las herramientas de seguimiento tanto de Perú como de Costa Rica, bautizadas PeruEnTusManos y EDUS, respectivamente. Y hacia medio millón las que se contabilizaron en México, con COVID-19MX, y Uruguay, país que convirtió su aplicación en el medio para reservar la cita de la vacuna.

«Las herramientas digitales no operan en el vacío, operan dentro de sistemas humanos que funcionaban antes, a veces bien, a veces mal. Con el negacionismo en aumento y con algunos gobiernos que rechazan los datos y las políticas basadas en las ciencias, estas herramientas se vuelven cruciales», valoraba en Bloomberg el director de la Iniciativa Lationamericana por los Datos Abiertos, Fabrizio Scrollini. Con sus palabras, el especialista exponía las especiales condiciones que habían provocado en la región la poca adopción de las ‘apps’ de salud.

La limitación del acceso a la tecnología ha sido un freno, al que se han sumado otros descritos incluso antes de que este tipo de aplicaciones fueran lanzadas: se sabía que los mayores, el segmento más vulnerable al virus, quedarían prácticamente excluidos de este universo; también que las falsas alarmas, del tipo ‘pingdemia’, se producirían, ante la incapacidad de incoporar factores de mitigación como si el usuario ya está vacunado o no, lleva mascarilla o no o si está en un lugar abierto. Asimismo, un estudio llevado a cabo en el tranvía de Dublín planteó que las planchas de metal en suelos y techos distorsionaban las señales de ‘bluetooth’, de tal manera que la detección de contactos estrechos era lo más parecido a un «disparo de notificaciones aleatorias» entre los pasajeros. No hay, en definitiva, soluciones perfectas.