El horror en la India
Anatomía de una muerte en cadena: las familias indias pagan un dineral en crematorios de gas natural
X y todos sus parientes se infectaron de coronavirus en la segunda semana de abril de 2021
Sameer Rawal
Cuando X, un joven informático jefe de proyectos de 45 años, casado y con una hija de 16 años se contagia de coronavirus en Delhi con el resto de la familia en la segunda semana de abril de 2021 , él no ... tiene ni la más remota idea de que le quedan exactamente veinte días para despedirse de sus seres queridos. Infectado, se esfuerza en llevar a sus padres y tíos septuagenarios y a su hija a las clínicas privadas de la ciudad, que están totalmente desbordadas. X mantiene la esperanza de que con medicamentos a tiempo y descanso todo irá bien, como pasó en la primera oleada cuando se contagiaron muchos parientes suyos sin gravedad alguna. Pero en la tercera noche de infección, entre noticias de un caos, alboroto y pánico tremendos fuera, mide el nivel de oxígeno de su padre y de una tía y decide el siguiente paso necesario: llevarlos a un hospital reputado, ya sea privado o estatal. Pasa un día entero buscando camas libres en Delhi sin ningún éxito. Pregunta a su red de parientes, que también suman esfuerzos, y por fin, un amigo del primo de un primo les asegura dos camas en un hospital privado pequeño de cien camas en total. Pero en ese momento X comienza a sentirse agotado y su pulsioxímetro muestra un nivel de oxígeno alarmante . La familia decide que él y su padre sean quienes vayan a ese hospital buscado, mientras se trata de conseguir otra plaza en otro sitio para la tía.
Padre e hijo ingresan en el hospital: su salud exige UCI, pero ésta no está disponible. Para su tía, otro familiar encuentra una cama en la UCI de un hospital estatal a través de una médico conocida. Por entonces ya se habían llenado todos los hospitales de Delhi con pacientes Covid.
Un relámpago
La transmisión del Covid en esta segunda ola es un relámpago y en la familia de X, que estaba formada por sus padres sexagenarios, la abuela octogenaria, un hermano de 27 años y una hermana de 32, todos empiezan a tener síntomas graves de la enfermedad y alguien les dijo que seguramente en la ciudad de Rohtak, en otra provincia a 80 kilómetros de Delhi, encontrarán camas con toda la facilidad.
Después de pasar cuatro días en el hospital, el padre de X –que ya sufría de presión sanguínea alta y de problemas cardiacos– comienza a delirar con la máscara del oxígeno. Sin embargo, por razones desconocidas el hospital insiste en que él y su hijo tienen que marcharse a un centro en mejores condiciones dado que son pacientes graves. No dicen dónde ni indican cómo se les podrá trasladar.
La influencia que X había utilizado para obtener las camas ya no sirve; ese contacto solo repite la narrativa del hospital. El quinto día la situación está al revés: es X quien tiene el oxígeno en niveles bajísimos mientras el padre muestra una mejoría. El hospital insiste en que los dos deben marcharse del hospital porque no tienen nada más que ofrecerles. La hermana de X y sus primos ruegan al contacto que haga otra vez de correa de transmisión, que les ayude porque se intuye que la crisis del oxígeno está aún por llegar a los hospitales de Delhi. Pero la respuesta es que no pueden tener al padre en el centro sanitario bajo ningún concepto porque se ha recuperado algo, parece estable, y con un cilindro de oxígeno por si acaso en casa se recuperará bien. Para X dicen que, si cambian el pago de su atención médica del seguro, le dejarán estar allí y hasta le ofrecerán una cama UCI en cuanto se libere.
Mientras, la tía ingresada en cuidados intensivos del hospital público fallece cuando intentan quitarle el soporte del oxígeno. Tres sobrinos reciben el cuerpo inerte de su familiar difunta acompañados por una ambulancia, alquilada y con dos asistentes que llevan puestos los kits de protección personal. Esta ambulancia les cobra un precio dos veces mayor del habitual para llevar el cuerpo desde el mortuorio hasta el crematorio. El gerente del mortuorio dice que solo se permite que sea una ambulancia estatal la que traslade los cuerpos de los muertos por Covid a los crematorios . Después de esperar dos horas, el gerente se ablanda y les deja llevar el cuerpo en la ambulancia que habían alquilado, dirección a un crematorio de gas natural donde habrá menos cola para el funeral y donde todo será más rápido.
«Hay muertos antes en la cola»
En Rothak, el pariente de X trasladado muere nada más llegar al hospital, donde la habían concendido una cama en la sala Covid. De forma paralela, se llevan su cuerpo al mortuorio, donde para registrar esa muerte y entregar el cuerpo a su hija tardarán de entre 3 a 4 días. La razón es que quedan « un montón de muertos apilados . Están antes en la cola y hay que registrarlos todavía». Su hija y su esposa también ingresan con síntomas graves.
Dejan a la abuela con una asistente y, aunque tiene fiebre, es tranquila. Tiene un poco de amnesia, como siempre, pero respira bien y esperan que no le pase nada. Al cabo de dos días la abuela también muere. En casa. Un primo lleva el cuerpo de la difunta a otro crematorio con la ayuda de un ayudante y una ambulancia proveídos por una ONG donde no hacen funerales para los difuntos que fallecieron de Covid. A la abuela no le habían hecho prueba PCR, así que se declara 'muerte no Covid' y el funeral tradicional hinduista se celebra de una manera totalmente normal.
La tía de X, que se murió en el hospital estatal, también está en el crematorio de gas natural donde las colas son más reducidas. El inspector del ayuntamiento que tiene el poder para emitir el certificado de defunción les da indicaciones para celebrar el funeral, que no será un problema porque los sobrinos entienden que el funcionario está hablando de un pago extra. Asienten. El inspector adelanta a la tía en la posición número dos en la lista para llevar a cabo el funeral. En dos horas y media llevan las cenizas restantes de la difunta en una bolsa para esparcirlas en el río Yamuna , detrás de un templo sij en el norte de Delhi. Más tarde las cenizas restantes de la abuela difunta de la familia de X también acabarán fluyendo en este río.
Cuando el padre de X es llevado a casa comienza otra carrera contra el tiempo: la de buscar cilindros de oxígeno pidiendo favores, pagando un dineral extra, tirando de contactos, llamando a parientes, y comunicando la necesidad en todos los grupos de WhatsApp. Por fin, al cabo de unas horas se le consigue un concentrador de oxígeno y se le estabiliza.
Las noticias que salen de Rohtak son todavía más espantosas: se han muerto la hija y la madre también «porque sí», dicen los médicos
X sigue empeorando. Nadie puede entender a los médicos que dicen una cosa a una hora y otra a la siguiente. Va fluctuando su nivel de oxígeno, demandan informes al equipo médico para pedir una segunda opinión y estos se molestan. La histeria se apodera de ellos : empiezan a gritarles a su esposa y hermana, que se habían quedado en la puerta del hospital sin permiso para entrar a ver a X. Una amiga de la esposa llama a policía quejándose, pero no ocurre nada. Otro primo escribe un tuit en contra del hospital.
La maquinaria de relaciones públicas del centro sanitario se pone en marcha y llaman a la esposa de X diciendo que se les proveerá de todo lo que necesite el paciente. Y lo hacen. Mientras tanto, otro primo establece contacto con un miembro del Consejo de Ministros del Gobierno de Delhi para que mueva sus hilos y tengan a X en la UCI. Pero los informes y las opiniones de otros médicos sobre ellos no son buenos. La infección se ha agudizado y ha hecho 'casa' en los pulmones de X. En dos días, a X lo trasladan a una cama de atención especial.
Muere X
Las noticias que salen de Rohtak son todavía más espantosas: se han muerto la hija y la madre también «porque sí», dicen los médicos. La otra hija no tiene energía y ánimos para saber qué pasó exactamente. Ella tiene que ser práctica y aunque esté emocionalmente destruida se enfoca solamente en luchar por su hermano.
X se queda todavía unos días más en el hospital. Los últimos tres o cuatro los pasa en una cama de la propia UCI, durante los cuales el hospital sufre crisis de oxígeno y carece de respiradores suficientes en las unidades de cuidados intensivos; toda la familia de X sufre cada momento de estas crisis, están continuamente nerviosos, preocupados, y se temen lo peor. Los últimos dos días le hacen una transfusión del plasma dos veces , con esfuerzos frenéticos de parte de toda la familia y los amigos e incluso su empresa, que declara que está interesada en donar un respirador al hospital para conseguir. Pero no hay mejora: el último día de su vida llaman a la esposa a las 5.30 horas de la mañana diciendo que su oxígeno cae a niveles de entre 40-50, y que tiene que ir para autorizar que le pongan un respirador mecánico. Hechas las formalidades , sobre las 11.00 horas, cuando le quitan el oxígeno de alta fluidez para poner el respirador, su cabeza gira bruscamente a un lado y del monitor que mide sus latidos sale un «bip» continuo.
Llegan unos primos desesperados al hospital y entre todos corren en todas las direcciones. Apresurados, ponen en riesgo su propia salud, llevan puestas tres o cuatro mascarillas cada uno e intentan encontrar un crematorio donde haya una parcela rectangular libre para celebrar el funeral de su querido hermano. A las 16.00 horas encuentran uno tradicional donde un primo ha rogado al gerente que les dejase organizar el ritual, y se les concede el espacio por lástima. Llevan a X en una ambulancia que pide tres veces más de lo que es habitual . Llegan al crematorio, donde el sacerdote que oficia el funeral también pide un pago extra; al igual que los que llevan los troncos de madera cortados para la pira. Todos esperan ser compensados.
La esposa de X decide no informar del fallecimiento de X a sus padres y a su hija de momento. En el grupo de WhatsApp familiar todos fingen como si no hubiera pasado nada y sugieren remedios homeopáticos para X
Hay una sección del crematorio apartada para hacer las piras de los fallecidos por Covid, y se han instalado hogueras incluso en los caminos, fuera de las parcelas rectangulares ya marcadas. No paran de llegar más ambulancias, día y noche, una tras otra.
En Rohtak se sigue luchando por la vida. El oxígeno apenas llega a noventa. Hay tres parientes difuntos en el mortuorio.
La esposa de X decide no informar del fallecimiento de X a sus padres y a su hija de momento. La madre no podrá aguantarlo, la salud del padre todavía no es estable y ella teme por la salud psicológica de su hija. En el grupo de WhatsApp familiar todos fingen como si no hubiera pasado nada y sugieren remedios homeopáticos para X.
Desgraciadamente todo lo que se cuenta arriba tuvo lugar de manera real en las últimas horas en la India. Hoy, con nuevo máximo diario de contagios por coronavirus ( 386.452 ), y otros 3.498 decesos, las escenas de desesperación y muerte encadenada se suceden en numerosas familias en la India. Con vivencias aún más desoladoras. En esta historia, el único elemento ficticio es el nombre X.
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