Hazte premium Hazte premium

Opinión

Análisis de PISA: La enseñanza de las matemáticas exige un cambio de modelo y una carrera docente atractiva

Si queremos huir del dramatismo y los efectos especiales que acompañan el análisis de los resultados, debemos cuando menos hablar de un estancamiento que, por otro lado, tiene bastantes más visos de empeorar que de mejorar en el corto plazo

Francisco Marcellán*

El recientemente publicado informe PISA (prueba de la OCDE que mide las competencias de los escolares de 15 años en los ámbitos de ciencias, matemáticas y comprensión lectora) correspondiente al año 2018 ha vuelto a disparar las alarmas sobre la formación que reciben los alumnos españoles en ciencias y matemáticas. Si queremos huir del dramatismo y los efectos especiales que tradicionalmente acompañan el análisis de estos resultados , debemos cuando menos hablar de un estancamiento que, por otro lado, tiene bastantes más visos de empeorar que de mejorar en el corto plazo , y que provocan una honda preocupación no solo a nivel social sino en el seno de la comunidad educativa porque, con independencia de la controversia que suelen suscitar no solo los contenidos sino también los resultados de este informe internacional, hay una serie de elementos que nos alejan de algunos objetivos que deberíamos alcanzar en cuanto a la enseñanza y el aprendizaje de las matemáticas en España.

Para explicar los resultados del Informe PISA, primero debemos tener en cuenta que esta prueba analiza las competencias matemáticas en un país, como el nuestro, con un currículo muy enfocado a los contenidos frente a las competencias , en el que los recursos de los que disponen los profesores se encuentran, por tanto, muy orientados a unos contenidos excesivos que, también hay que decirlo, obligan a los docentes a galopar en una carrera que impide cualquier posibilidad de profundizar en ellos. PISA mide la explicación de fenómenos, el diseño de experimentos o la identificación de pruebas y, si estos criterios no se reflejan en un sistema educativo que participa en ese juego, la competición no es de éxito seguro.

Por otra parte, los libros de texto reflejan un modelo en el que los estudiantes aprenden recetas y tareas rutinarias, convirtiéndose en cuasi-autómatas sin capacidad de análisis ni reflexión. Funcionan teniendo en cuenta la repetición compulsiva de fórmulas y operaciones que olvidarán en unas semanas frente a una aplicación sistemática del razonamiento y la argumentación. La creatividad, cuando aparece, incluso se penaliza. Y así, ¿cómo podemos aspirar a que los jóvenes sean verdaderamente conscientes de los procesos en los que se basa un sólido conocimiento matemático? ¿Cómo queremos que resuelvan problemas complejos que no se limitan a la utilización de un catálogo de fórmulas aprendidas? ¿Cómo conseguimos que conecten ideas dentro de las matemáticas y con otras disciplinas científicas y tecnológicas así como del ámbito de las ciencias sociales y las humanidades? ¿Cómo superar un aprendizaje que supere los compartimentos estancos y tenga un recorrido coherente?

Nada nuevo y, lamentablemente, poco que esperar, al menos de momento. La Real Sociedad Matemática Española lleva advirtiendo de esta situación desde hace varios años, situación que hipoteca el futuro de los jóvenes, frena las vocaciones del conjunto de las ramas científicas y, sin duda, condiciona las expectativas de una sociedad que se enfrenta al reto global de la digitalización, a una nueva era que requiere profesionales con sólidas competencias en ciencia y tecnología, que exige una « democratización » de la excelencia, para que sea patrimonio de todos y no solo de la élite mejor preparada. En esencia, una ciudadanía a la que el sistema escolar debería suministrar elementos para tener un pensamiento autónomo para abordar una realidad en permanente cambio.

Y por si todo esto fuera poco, en un sistema que tiende al inmovilismo, al contrario de otros países de nuestro entorno, que se resiste al seguimiento y revisión de los modelos de aprendizaje y en el que apenas tienen cabida las nuevas tendencias pedagógicas, nos enfrentamos a una realidad amenazante , puesta también de manifiesto por la RSME en los últimos años, derivada de la falta de profesores con una sólida formación matemática en los ámbitos no universitarios. La cada vez más elevada demanda de titulados matemáticos en las empresas ha vaciado las aulas de Secundaria de profesores con conocimientos y destrezas matemáticas, fruto de una formación completa en los programas de Máster de profesorado.

PISA debe entenderse en su justa medida pero, con sus luces y sus sombras, no deja de llamar la atención sobre algo que todos conocemos y a muchos nos preocupa. La enseñanza de las matemáticas exige un cambio profundo en el conjunto de las etapas educativas, y debemos favorecer una carrera docente atractiva para contar con profesionales capaces de formar a las generaciones que nuestra sociedad necesita ahora y, si cabe, necesitará aún más en el futuro.

Necesitamos estabilidad y consenso en la regulación legislativa, una financiación adecuada siguiendo modelos de referencia de buenas prácticas en países líderes en las pruebas de PISA, reconocimiento e incentivos al profesorado, evaluación permanente de los resultados del aprendizaje para detectar debilidades, apostar por líneas de mejora y, finalmente, un compromiso como país para hacer de la educación una seña de identidad colectiva.

* Francisco Marcellán es Presidente de la Real Sociedad Matemática Española

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación