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«Soy agorafóbica y estoy más feliz que feliz»

Tres mujeres que sufren este trastorno de ansiedad reconocen que el confinamiento general por el coronavirus les hace sentir menos «bichos raros»

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María del Carmen, pintando, una de sus aficiones, en su casa ABC

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El coronavirus ha puesto a España, literalmente, del revés. Las calles donde habitualmente no cabe un alfiler ahora están vacías. Los niños, en lugar de ir al colegio, se pasan el día entre cuatro paredes viendo la tele o jugando a la Play Station. El domingo, aunque en Madrid hizo un día espléndido, nadie pudo disfrutar de los parques. Las oficinas, colmenas de curritos, están semivacías porque se trabaja desde casa. Las tiendas están cerradas…. Todo está al revés para la inmensa mayoría. Sin embargo, hay personas a las que la crisis del coronavirus les ha normalizado la vida. Estos días no nadan contracorriente.

La RAE define la agorafobia como la «fobia a los espacios abiertos, plazas o avenidas». En definitiva, a estar fuera de casa.

Pilar, Virginia y María del Carmen tienen algo en común. Bueno, tres cosas. La primera es que las tres pertenecen a Amtaes, una asociación de personas con algún trastorno de ansiedad. La segunda, que las tres son agorafóbicas. Y la tercera, que su voz no se suele escuchar . Quizá por ello responden tan rápidamente a la llamada de ABC. «Perdona, ¿puedes poner una cosa más?», pregunta María del Carmen, con su acento gallego, justo antes de colgar: «Veo que la sociedad apoya mucho a las personas mayores y que están solas. Y me parece muy bien, eh. Pero, por favor, me gustaría pedir que se acuerden también un poco de personas como yo, que a veces nos sentimos un poco olvidadas y también necesitamos apoyo».

Desde el domingo, toda España es un poco María del Carmen, Pilar o Virginia. Nadie puede salir de casa y no es por falta de ganas . «Lo primero que le diría a la gente es que tengan paciencia, que ojalá yo estuviera en la situación de poder hacer una vida normal y socializar como muchos de ellos», arranca Virginia, para quien, como reconoce, «quince días de confinamiento no son nada». «No supone nada, sólo sentirme más normal por no salir. Que el resto no salga me hace sentir menos bicho raro», expone esta joven, quien recomienda a los españoles que en estas dos semanas de aislamiento no se dejen llevar por la ansiedad: «¿Qué son quince días al año si otros la padecemos los 365?».

Encantadas

María del Carmen también sugiere, a quienes se agobien por esta situación excepcional, que trabajen sus pensamientos para no caer en la desesperación. «Lo que la sociedad está haciendo es un bien por alguien que se puede morir. Por ejemplo para evitar que un niño inmunodeprimido con cáncer se contagie . Hay que sacar fuerzas de ahí», anima esta mujer, quien no tiene miedo a admitir que eso de no ver a nadie en la calle le sienta particularmente bien. Tiene un perro que se llama Pipo y al que normalmente saca a la puerta de su casa -no puede ir más allá- a hacer sus necesidades buscando no coincidir con mucha gente. «El otro día salimos a las tres de la tarde y ¡qué maravilla!. No había coches, ¡qué silencio!», exclama.

Pilar, junto a su gato, en la cocina de su casa haciendo ganchillo ABC

«Bueno, en cierto modo estamos encantadas. Se me ha dado lo que quiero», admite Pilar, quien recuerda cómo, el último día que salió de casa, junto a una amiga y al supermercado, la histeria general causada por el coronavirus le jugó una mala pasada. «Me dio una crisis de ansiedad, ya has visto cómo estaban las tiendas. No había más que gente por todas partes y yo no sabía en qué momento podía desplomarme», rememora esta mujer, que antes de que llegara el Covid-19 , acudía en Granada a un grupo de tejedores. «Eso me obligaba a salir, pero ahora que no lo tengo que hacer estoy más feliz que feliz», ríe Pilar, que padece fobia social, agorafobia y ansiedad generalizada.

Buenas conocedoras de lo que pasar horas, días, meses y años en sus casas, todas coinciden: hay que intentar no aburrirse y estar ocupados. Las redes sociales e internet son «la ventana al mundo» para María del Carmen, que también pinta, incluso ha hecho alguna exposición. El ganchilllo, la mejor vía de escape para Pilar, que también pedalea frente a las series y películas de Netflix: « Se pueden hacer mil cosas en casa », insisten. Eso sí, cuanto más dure el confinamiento general, dice Virginia, menos excusas tendrán ellas para quedarse en casa y «más costará volver a salir después».

Cuando ese día llegue, Pilar, María del Carmen y la propia Virginia volverán a remontar el río y nadar contra la corriente. Pero con una ventaja. Toda España sabrá cómo se sienten ellas cuando en verano, con 40 grados en la calle, los edificios vacíos y las playas llenas, tienen que buscar alguna forma para matar el tiempo. Ahora, al fin y al cabo y como confiesa entre risas María del Carmen, «es muy fácil entretenerse porque todo el mundo pone en redes sociales buenas películas para ver o libros para leer que son preciosos y no hay que romperse mucho la cabeza».

Hasta entonces, disfruten.

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