El Papa Francisco se emociona durante su visita a una residencia de ancianos

La broma fue un momento de distención en medio de una visita que estuvo cargada de emociones contenidas. Siguiendo el carisma de la Madre Teresa, la residencia acoge a personas mayores de origen muy humilde, cuyos familiares abandonan en los hospitales porque no pueden atenderles o simplemente no tienen familia.

El Papa ingresó en la residencia y se dirigó directamente a una diminuta capilla, en la que oró ante un Cristo y ante la imagen de la Virgen; luego habló unos minutos con la hermana María Magdalena, responsable del centro, y a continuación fue al salón donde habían ubicado un primer grupo de ancianos. La escena conmovió al Papa que, tan pronto los miró, levantó los brazos para saludarlos. Y de inmediato se les acercó.

El primer anciano, que estaba de pie le regaló un sombrero que el Papa se colocó imediatamente en su cabeza. Luego abrazó y bendijo a cada uno, que le respondieron con gestos de emoción inenarrables. Aún había más. Cuando se dirigió a un segundo salón, el Pontífice se encontró con más ancianos, algunos de los cuales por sus condiciones de salud solo atinaron a mirarlo, lo que generó emociones contenidas en el Papa Francisco, que los acercó a su regazo y los bendijo haciéndoles una señal cruz en la frente.

Los colaboradores del Pontífice entregaron medallas a cada uno de los residentes, que las agarraban con emoción aprisionándolas en su pecho. A algunos, incluso, se les escapó una lágrima.

«El Papa nos ha alertado de una sociedad en la que hay descartados, seres a quienes ya no se los toma en cuenta. Con su visita a la residencia visibiliza una realidad que muchos no quieren mirar», comentó una colaboradora seglar de esa casa.

Las hermanas subsisten con donaciones, pero siempre están carentes de recursos , sobre todo de medicinas, que cada uno de los ancianos, sin excepción, necesitan.

«Le queremos, Santo Padre», le dijeron las hermanas al despedirse y después de tomarse una foto de recuerdo. En el grupo se encontraban hermanas de distintos países conforme a la tradición de esta congregación religiosa presente en medio mundo. Antes de abandonar la residencia, el Santo Padre fue interceptado por las dos mujeres que le ofrecieron los típicos dulces de la zona, elaborados por ellas.