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«Si veo que un día me faltan las fuerzas, yo también renunciaría»

El Papa Francisco adelantó en su viaje de vuelta a Roma que «se está ponderando el posible itinerario de su viaje a España en el 2015 »

«Si veo que un día me faltan las fuerzas, yo también renunciaría» efe

juan vicente boo

Durante el vuelo de regreso a Roma, el Papa confirmó que está ponderando el posible itinerario de su viaje a España en el 2015 que, además de Ávila y Alba de Tormes, podría incluir actos en Madrid y Santiago de Compostela. Por el momento, todos los elementos confluyen a favor de ese viaje, pero el Papa fue muy prudente puntualizando que los españoles «pueden mantener la ilusión, pero no puedo decir más porque no está decidido».

En realidad, los viajes del Papa no se anuncian hasta seis meses antes de la fecha, cuando el programa está completamente cerrado. Por eso, a la pregunta de una periodista española sobre las esperanzas de su visita con motivo del Quinto Centenario de Santa Teresa , Francisco respondió bromeando: «La presidenta de Corea me ha dicho en perfecto español que la esperanza es lo último que se pierde. La Señora Park se refería a la reunificación con Corea del Norte…».

Con buen humor, el Papa empezó a evaluar el panorama: « Los Reyes de España me han invitado , y también el episcopado. Pero hay una lluvia de invitaciones: que si Santiago de Compostela, que si… Quizá es posible ir por la mañana a Ávila y Alba de Tormes y regresar por la tarde. Sería posible, pero no está decidido».

Pero el mero hecho de que el Papa reflexiones sobre las posibilidades en público es una señal excelente. Se ve que las numerosas «presiones» están dando resultado. Durante el vuelo de Roma a Seúl, la única periodista española a bordo del avión papal le regaló unas yemas de Santa Teresa , diciéndole que son estupendas y hay muchas más en Ávila.

El Papa se rió a gusto, e hizo una broma sobre su gran cantidad de azúcar. Poco después, el único periodista español a bordo le dijo que además de Ávila tenía que ir a Santiago de Compostela . Francisco no puso ninguna pega a la idea de peregrinar al «Finis Terrae», pero aprovechó para «quejarse» de la presión: «Su compañera me ha regalado las yemas de Ávila… ¡Pero no me ha dado la medicina para el hígado!».

En el vuelo de regreso el Santo Padre estaba muy contento, pues el viaje a Corea había resultado perfecto. Volvía conmovido por los problemas de muchas personas en situaciones muy duras que ha conocido estos días, desde los padres de los escolares ahogados en el ferry «Sewol» hasta las siete ancianas, antiguas esclavas sexuales del ejército japonés, que ocuparon un lugar de honor en la misa del lunes en la catedral de Seúl.

A bordo del avión, el Papa seguía llevando en la esclavina el lazo amarillo de recuerdo de las víctimas del «Sewol», que se puso en cuanto algunos familiares se lo entregaron en Daejeon. Casi airado, comentó que «después alguien me dijo que quizá debería quitármelo, por neutralidad… ¡Con el dolor humano no se puede ser neutral!».

La misma solidaridad mostró con las siete ancianas octogenarias que habían asistido en primera fila, algunas en silla de ruedas, a la misa «por la paz y la reconciliación» de Corea en la catedral de Seúl. Forman parte de las 84 supervivientes de unas 140.000 esclavas sexuales: niñas coreanas de 13 a 16 años secuestradas en la práctica para llevarlas a los prostíbulos del ejército japonés en su expansión por buena parte de Asia.

Los japoneses las llamaban con el eufemismo «mujeres de consuelo», pero se trataba en realidad de tráfico de personas y esclavitud. El símbolo de las supervivientes, que piden únicamente disculpas claras y una compensación, es una mariposa. Una de las ancianas hizo llegar una mariposa al Papa, que se la puso sobre los ornamentos y la mantuvo durante la misa.

En el avión, comento admirado a los periodistas que «estas mujeres fueron explotadas, esclavizadas con crueldad han sufrido mucho. Pero estaban ahí porque a pesar de todo lo que sufrieron tienen dignidad».

Pero la gran tragedia de estos días, que ha sido telón de fondo del viaje, es la persecución y matanza de minorías religiosas en Irak a manos del Estado Islámico. El Papa dejó claro que «es un caso de agresión injusta» y, por lo tanto, está justificado «frenar al injusto agresor. No digo bombardear, digo frenar. Los medios para frenar hay que valorarlos».

Era evidente que no se oponía a un ataque militar contra el Estado Islámico, pero precisó que una decisión de esa gravedad «no puede tomarla un solo país» ya que, afortunadamente, después de la Segunda Guerra Mundial se creó la Organización de Naciones Unidas.

El Papa denunció dos plagas contemporáneas: «la crueldad de las guerras, en las que se matan niños, mujeres, ancianos… y la práctica de la tortura, incluso por servicios de seguridad, que es un pecado grave y un delito contra la humanidad».

Hay muchos lugares de sufrimiento, y el Papa comentó que «esta mañana, en la sacristía, me encontré como regalo una corona de espinas de Cristo, hecha con alambre de espino que separa las dos partes de Corea. Lo traigo en el avión».

Este viaje le ha permitido enviar dos telegramas al presidente de China con motivo del sobrevuelo de su espacio aéreo. Un periodista le preguntó si le gustaría viajar a China, y su respuesta fue rotunda: «¡Por supuesto! ¡Mañana mismo!». El Santo Padre añadió que «la Iglesia pide sólo libertad para su tarea», y que su línea respecto a China «está muy clara en la carta de Benedicto XVI, que hoy sigue siendo actualísima y que conviene leer».

En un terreno más personal, el Papa reconoció que probablemente se excedió en su actividad el pasado mes de junio, cuando llegó a sentirse mal y a verse obligado a cancelar actos en tres ocasiones distintas: «quizá tengo que ser más prudente».

En cambio, rechazó de modo frontal un «reproche» por no tomarse vacaciones. Con buen humor, comentó que «una vez leí un libro que se titulaba ‘Alégrate de ser neurótico’. Yo también tengo algunas neurosis y hay que tratarlas bien, darles el mate… Y una de ellas es que estoy apegado a la casa y no paso las vacaciones fuera desde 1975». Pero eso no significa que no descanse pues, según explico «duermo más, leo las cosas que me gustan, escucho música, rezo más… Y esto me descansa».

En los últimos meses ha estado trabajando en una encíclica sobre el medio ambiente a partir de un borrador «que es demasiado voluminoso y habrá que reducir. Por otra parte, la ecología y la ecología humana incluyen problemas difíciles. Sobre algunos tenemos datos, sobre otros solo hipótesis. Como una encíclica es magisterio, quizá habrá que dejar las hipótesis como notas a pie de página y concentrarnos en los principios».

Su sintonía con Benedicto XVI sigue siendo óptima: «nos hablamos regularmente, me anima mucho, y fui a verle antes de este viaje. Un Papa emérito no es una excepción sino que ha abierto una puerta institucional. Si veo que un día me faltan las fuerzas, ¡yo haría lo mismo!».

El Papa respondió con sencillez a una pregunta sobre cómo afronta el hecho de ser tan popular. Sin darle mayor importancia, comentó que «doy gracias a Dios de que su pueblo sea feliz. El Señor utiliza el obispo para manifestar cosas grandes. Al mismo tiempo, pienso en mis pecados y mis errores para no creerme algo». Por otra parte, sabe que ni la popularidad ni la vida duran eternamente: «dos o tres años. Y después, a la casa del Padre».

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