ruta bbva
¿Cómo reacciona el cuerpo al subir a 5.000 metros? (1)
53 jóvenes de la Ruta BBVA logran alcanzar la cima de la montaña Quebrada Quehuisa, donde nace el río Amazonas. Esta es la primera parte de la crónica del acontecimiento, llena de sentimientos contradictorios, contada por sus propios protagonistas
juan antonio pérez
Conviene saberlo para luego no sentirse traicionado. La montaña puede ser tu mejor amiga, hacerte sentir la persona más especial y poderosa, pues son muy pocos los que la conquistan. Y cuanto más alta sea, menos afortunados hay. Dicen los que han subido a altas ... cotas que eso es incomparable. Sin embargo, al bajar el telón llamado noche, aquellas maravillosas sensaciones se pueden volver opuestas. Lo del sentimiento único y de poderío puede cambiar por la angustia y por el ¿qué hago yo aquí y por qué me tiene que tocar a mí? Al final, la película puede acabar mal o bien. Ya eso depende de la serenidad, destreza o experiencia de los líderes de la expedición y, en menor medida, de la suerte. Pero con una pequeña diferencia respecto a las aventuras que se ven por la pantalla: ojo, esto es real, aquí no pones el “pause” y te vas a la terraza a fumar un cigarro o directamente apagas la televisión.
Hace unos años, científicos de diferentes países descubrieron que el río más caudaloso del mundo y, según ellos, también el más largo, nacía en los Andes peruanos. Concretamente en la montaña Quebrada Quehuisa, a 5.170 metros de altitud, aunque para ser justos los primeros hilillos de agua no se ven donde se sitúa la placa que corona la cima, sino unos metros más abajo. El caso es que este año, la XXIX edición de la Ruta BBVA tiene por título: “En busca de las Fuentes del Río de las Amazonas”. Es decir, el objetivo es que los jóvenes expedicionarios vean el lugar exacto en el que nace el río.
Para ello, desde la organización se diseña una parte de la ruta encaminada a afrontar con las mejores garantías la subida a la Quebrada Quehuisa. No obstante, sus más de 5.000 metros de altitud es algo que supera a cualquier pico de Europa. El previo para aclimatarse a la altura son tres noches durmiendo en Chivay, en pleno valle del Colca, a 3.600 metros de altitud; una “miniruta” por la zona del valle en la que se alcanzan los 3.800 metros; y una jornada de actividades por encima de los 4.000.
Cuando se va acercando el momento de la subida, Jesús Luna, el jefe de la expedición y especialista en alta montaña, se muestra muy claro ante los periodistas en una comida. Viene a decir que va a ser muy duro y que el que tenga la más mínima duda de si podrá alcanzar la cima que ni se lo plantee. Con los jóvenes “ruteros” pasa lo mismo. No todos están en condiciones de subir, ni siquiera hay coches suficientes para acercar a los 203 expedicionarios al pie de la montaña. Así que al final solo lo intentan 58.
El resultado de la expedición resulta muy positivo. 53 de los 58 jóvenes, más del 90 por ciento, han logrado alcanzar la cima de la Quebrada Quehuisa ypisar el nacimiento del Amazonas. Sin embargo, durante la marcha han surgido imprevistos que hacen que algunos expedicionarios regresen al campamento 26 horas después de irse y todos tengan que pasar parte de la noche en diferentes cabañas para refugiarse del frío al echarse encima la noche. Los problemas se deben a que en la montaña “surgen imprevistos que tú no puedes controlar”, dice Jesús Luna.
El principal de ellos es que varios guías, con mucha experiencia en el terreno, deciden cambiar el recorrido de la bajada y se pierden, arrastrando con ellos a toda la expedición. Se vive una situación de riesgo, pero el buen hacer de la organización de la ruta, movilizando a la policía de montaña y a las autoridades de rescate, hace que los contratiempos se salven. Eso sí, el gran reto se consigue con 10 ó 15 chicos que han sufrido mal de altura y tres o cuatro síntomas de hipotermia. La pregunta es clara:¿Cómo es una expedición a más de 5.000 metros de altitud?
¿Cuándo se empieza a notar la altitud?
Sebastián Rosado Álvarez tiene 16 años, nació en Bogotá, Colombia, aunque vive en Madrid. Fue uno de los cinco jóvenes que no alcanzó la cima. Se bajó junto al resto de sus compañeros, una monitora, un guía y una policía de montaña al llegar a los 5.000 metros. “Cuando nos acercábamos a los 5.000 intentas respirar y como que no llega todo el aire a tus pulmones. El pulso se te acelera y sentí un fuerte golpe en el pecho. Fue por falta de entrenamiento”, dice.
Para Ana Gonzalo Payo (Salamanca, 1990), la monitora que acompañó a los cinco chicos que no llegaron a la cima, “ibas subiendo y notabas cómo se te aceleraba el corazón. No era una sensación de asfixia, sí como taquicardia”. Mientras para Jerònia Vadell Cubells, quien sí alcanzó la cima, de 16 años y nacida en Manacor, cuando bajas del autobús para atacar la subida “no te acuerdas del mal de altura”. Y sigue: “empiezas a andar normal y notas que te falta el aire y el pulso se te acelera hasta que el cuerpo se adapta. Luego otra vez te pasa a partir de los 5.000 metros: caminas a paso de tortuga y aún así te falta el oxígeno”.
“Cuando bajas no lo notas porque el esfuerzo es mínimo, solo tienes que dejarte llevar (pese a ello cuenta Jerònia que en el descenso le dolía la rodilla de un reciente esguince)”, remata. Por último, Jesús Luna precisa que la expedición se bajó de los coches a 4.500 metros. “Cuando empiezas a andar, el cuerpo requiere sangre para la musculatura. Realmente la altitud se nota a partir de los 2.000. Lo que pasa es que a partir de los 4.000 empieza a hacer efecto. Notas que respiras peor, un poco más de aturdimiento, que te pesan más las piernas... y a la vez eso se va incrementando a la vez que subes. El coche nos dejó a 4.500 metros y todos lo notaron”.
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