El calvario de Mariam Ishaq
La sudanesa que había sido condenada a la horca por ser cristiana se halla ahora refugiada en la embajada de EE.UU.
EDUARDO S. MOLANO
A la doctora Mariam Ishaq la obligaron a dar a luz como a una bestia, como a un animal de circo. El pasado 27 de mayo en, a priori, una de las fechas más felices de su vida, la médico (a más inri) alumbraba a su segundo hijo con grilletes en los tobillos ... . Días antes, la joven había ingresado en la cárcel para mujeres de Omdurman, un suburbio de la capital de Sudán, Jartum, tras ser condenada a muerte por apostasía.
Desde el comienzo, su caso despertó una oleada de protestas internacionales. En virtud de ellas, el Gobierno de Sudán anunciaba el pasado lunes su liberación . Fue un espejismo. Solo veinticuatro horas después, Ishaq era detenida de nuevo en el aeropuerto de Jartum, desde donde pretendía tomar un avión para abandonar el país. Los sueños de futuro volvían a resquebrajarse. Comenzaba un nuevo calvario para ella y su marido, Daniel Wani, retenido también como «figura accesoria».
Como aseguran a ABC fuentes del servicio legal que lleva su defensa, la doctora sudanesa fue acusada entonces de dos nuevos delitos: viajar con documentos fraudulentos y ofrecer a las autoridades información falsa.
Finalmente, Ishaq y su marido fueron liberados del nuevo presidio, aunque con condiciones: «No se les permite abandonar el país. Se encuentran refugiados en la embajada de Estados Unidos», asevera su abogado, Mohamed Mustafa.
Intimidación del régimen
No obstante, la falta de credibilidad de las figuras de poder del país africano y sus intereses ocultos parecían claros desde el principio. Según ha podido saber este diario, los documentos de viaje de Ishaq y su marido fueron obtenidos gracias a la colaboración de las autoridades de Sudán del Sur (país independiente desde 2011), por lo que resulta complicado dudar de su veracidad. Más aún, ante la «desinformación que siempre ha ofrecido el Gobierno de Jartum» y que lamentan familiares de la detenida, como el cuñado de la acusada, Gabriel Wani.
Un nuevo ejemplo de la intimidación mafiosa a la que ha sido sometido la doctora por parte del régimen del presidente Omar al Bashir (quien cuenta, no olvidemos, con una orden de detención del Tribunal Penal Internacional por crímenes contra la humanidad).
Y han sido meses de mentiras e infamias constantes. No solo en la condena, también en un defecto de forma. «¿Cómo va a volver al Islam si nunca fue musulmana?», se preguntaba entonces el marido de Ishaq, un sudanés cristiano de nacionalidad estadounidense. A pesar de que el padre de la joven sudanesa era musulmán, esta fue criada por su madre, quien es cristiana. En este sentido, la condenada aduce que su padre se divorció de su madre cuando ella tenía tan solo seis meses, por lo que fue educada en el cristianismo.
Por ello, no se antoja conversión posible: la doctora creció en un hogar cristiano y nunca profesó otra fe.
Junto a la condena a muerte por apostasía, la Justicia sudanesa también declaró nulo su matrimonio, ya que la «sharía» (ley islámica) no permiten que una mujer musulmana se case con un cristiano. No obstante, su (ex)marido goza de un permiso carcelario para que pueda visitar a su (ex)esposa dos veces por semana y con una duración de veinte minutos en cada encuentro. En su última visita, Wani logró conocer, al fin, a su nueva hija, «Maya».
«Una condena abominable»
«El hecho de que una mujer pueda ser condenada a muerte por su opción religiosa y a la flagelación por estar casada con un hombre de una religión supuestamente diferente es abominable», asegura Manar Idriss, analista de Amnistía Internacional para Sudán.
Para Idriss, «adulterio» y «apostasía» son actos que no deben ser considerados delitos en absoluto y que mucho menos cumplen con el estándar internacional de los «delitos más graves» en relación con la pena de muerte. «Es una violación flagrante del derecho internacional de los derechos humanos», añade.
Infamias, que continúan siendo numerosas en el régimen Bashir.
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