La confesión, «un sacramento incomprendido»
El sacerdote José Pedro Manglano explica que esta práctica es «un ejercicio de libertad», que «ennoblece al hombre»
l. daniele
El Papa Francisco está preocupado por que cada vez son menos los católicos que se confiesan. En numerosas audiencias generales con la plaza de San Pedro abarrotada de gente, el Santo Padre se ha referido al sacramento de la Confesión para aclarar que "no ... se trata de un tribunal de condena" y que los sacerdotes cuando administran este sacramento deben tener "el corazón en paz" para "no maltratar" a los fieles. Para dar ejemplo, Francisco incluso se ha confesado en público en la basílica de San Pedro la pasada Semana Santa.
"Después del Concilio Vaticano II el sacramento de la confesión se ha convertido en una práctica cada vez más incomprendida en la sociedad actual", explica a ABC José Pedro Manglano, sacerdote y autor de "El libro de la confesión" (Planeta). Para muchos el gesto de arrodillarse frente al confesionario tiene "una connotación negativa", añade, pero en realidad "no significa que el hombre se humilla ante un Dios autoritario si no que se pone delante de un Dios que está al servicio del hombre".
"Por pedir el perdón de Dios el penitente no se humilla. Es un acto de libertad y ennoblece al hombre porque es reconocer que hay actos en mi vida que están mal y que quiero quitarlos de mi vida", añade.
Confesiones colectivas
Las formas o modo en que la Iglesia ha administrado este sacramento del perdón ha cambiado mucho a lo largo de la historia. En la Antigüedad "bastaba con que la persona se confesara una o dos veces en su vida, pero ahora la persona puede confesarse siempre que quiere o al menos una vez al año en Pascua o en peligro de muerte", indica Manglano.
El Concilio Vaticano II permitió además tres formas de administrar el sacramento. La primera y más utilizada es la individual, pero también se permite la preparación colectiva del sacramento y luego la confesión indiviual. La tercera forma son las confesiones colectivas, pero solo para el caso en que la vida de ese grupo de personas corra serio peligro. "Si esa circunstancia dejase de existir, las personas deben acudir a la acusación y la absolución individual", precisa el sacerdote, quien reconoce que esta forma "a veces se ha malentendido y se ha hecho abuso de ella".
Para acercarse a confesarse, explica Manglano, "no hace falta saber nada, ya que no hay ningún protocolo". "Basta con acercarse a un sacerdote y tener la intención de pedir perdón a Dios", apunta.
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