Icono Franciso, el Papa transforma la conversación global

En efecto, algo ha cambiado en el alcance del magisterio de la Iglesia católica si el ocupante de la silla de Pedro se convierte en el personaje más citado en los debates sobre desigualdad social en el Senado de Estados Unidos. Un impacto que no se limita al discurso de ciertas élites, a la luz del notable incremento en la asistencia de los católicos a misa detectado en países como Italia o Gran Bretaña desde la elección en marzo del año pasado del cardenal Bergoglio como obispo de Roma, según él mismo se presentó a sus fieles.

A finales del año pasado, el portavoz demócrata, el mormón Harry Reid, se puso espiritual cuando exhortó a los senadores a abordar este año «la cuestión de las desigualdades económicas». Bernard Sanders, el senador judío independiente por Vermont, le aplaudió diciendo: «Tenemos un aliado fuerte de nuestra parte, el Papa». «Bernie, estás citando a mi Papa, esto es bueno», exclamó el senador católico Richard J. Durbin.

La lucha contra las desigualdades fue el eje también del reciente discurso sobre el Estado de la Nación de Barack Obama. Un mensaje que el propio Papa llevó al corazón del reciente Foro Económico de Davos, cuando exhortó a los participantes –la élite política y financiera global– en una carta escueta y directa a que «garanticen que la riqueza esté al servicio de la Humanidad, y no la Humanidad dominada por la riqueza».

¿Qué ha pasado para que un humilde obispo argentino se convierta en un auténtico «Papa superstar» y gran protagonista de la conversación global? Una de las claves la identificaba el columnista del «Washington Post» E. J. Dionne en la revista «Foreign Policy», que también sitúa a Francisco como uno de los «líderes intelectuales globales». «Es el líder religioso con mayor visibilidad en el mundo que defiende que las preguntas, y no las respuestas, tienen la capacidad de inspirar una fe vibrante». Para una comunidad religiosa universal acostumbrada a la comunicación unidireccional del dogma, el gusto socrático por la pregunta de Francisco extiende con más eficacia el mensaje de Roma allende los muros vaticanos.

El historiador chileno de la universidad escocesa de St. Andrews, Mario Aguilar, se enfrentó a este estilo durante sus recientes conversaciones telefónicas con el Papa para preparar su biografía en inglés sobre el pensamiento de Bergoglio, que se publicará en marzo. «No he podido conceptualizar su pensamiento económico porque no lo tiene dogmatizado, cada vez que le pedía respuestas él me contestaba con la misma pregunta, “¿Qué piensas tú?”», explica Aguilar.

Francisco es un hombre directo que prefiere descolgar un teléfono a refugiarse en medievalismos. Cuando leyó algunas páginas del libro de Aguilar, le pidió que eliminara ciertas glosas –«todos los Papas han besado niños, Mario», le dijo– y le exhortó a profundizar en los episodios más dolorosos de la dictadura argentina. La conversación telefónica comenzó así. «¿Quién es? Soy Francisco. ¿Qué Francisco? El Papa. ¿Su Santidad? ¡Ay, Mario…!».

«La Iglesia, que es divina y humana como Cristo, se había puesto demasiado divina, tanto que llegó un hombre sencillo y se preguntó: no sé por qué les sorprende tanto», reflexiona Aguilar, exsacerdote, misionero y preso político en Chile. Una sencillez que seduce a izquierda y derecha. «Su perspectiva económica no me enamora», ha explicado el candidato republicano John McCain, «pero su defensa de los pobres, su estilo de vida y su punto de vista en temas sociales me impresionan».

Desde posiciones progresistas, el columnista de «The Guardian» Jonathan Freedland ha defendido que «el póster de Obama prometiendo esperanza y cambio está un poco descolorido, el nuevo héroe para la izquierda es el Papa». Sin embargo, los expertos vaticanistas recomiendan no dejarse llevar por este cambio radical en las apariencias vaticanas. La doctrina sobre el aborto, por ejemplo, no cambia. «El Papa no está cambiando la doctrina de la Iglesia, es solo que un cambio importante en sus énfasis tiene implicaciones profundas», cree Dionne.

Un Papa, sea cual sea su estilo, debe caminar siempre en la cuerda floja. «El Papado es misterioso y mágico, convierte a un septuagenario en superestrella sin revelar nada sobre el hombre mismo, y levanta esperanzas en cada rincón del mundo, esperanzas que no pueden ser realizadas porque son irreconciliables», analizaba la revista «Time». Una tensión que obliga al Papa a ser estratégico. Por ejemplo, canonizando a la vez –como ha hecho Francisco– a Juan Pablo II, referente de la Iglesia conservadora, y a Juan XXIII, artífice del Concilio Vaticano II.

«Creo que los gestos de Francisco están muy pensados, es un hombre acostumbrado a responsabilidades de gobierno y que, sin duda, se habrá trazado un plan de actuación para cuatro o cinco años», explica Rafael Aguirre, exdecano de la Facultad de Teología de la Universidad de Deusto.

En la era de Twitter este Papa rompe ciertos muros de aislamiento del catolicismo, una comunidad global de 1.200 millones de almas (el 50% de los cristianos) con 180 embajadas en todo el mundo. «Sus gestos, como su visita a Lampedusa , besar los pies a una muchacha musulmana o abrazar a un hombre desfigurado , llegan a la gente y valen más que cien encíclicas, tiene un concepto más universal, participativo y descentralizado de la Iglesia», cree Aguirre, uno de los teólogos españoles más respetados.

Ciertos datos le dan la razón. Las diócesis católicas británicas, por ejemplo, constatan un incremento del 20% en la asistencia a misa desde marzo.