Semana Santa 2013: Costaleras, 800 kilos de fe a sus espaldas
Cientos de mujeres por toda España ensayan para sacar a hombros diferentes pasos de la Semana Santa del país, como las cargadoras de la Cofradía de la Pasión en Guadalajara
patricia biosca
Son las nueve de una noche de un martes con temperaturas bajo cero, un día que no invita a salir a la calle. Un grupo de unas cuarenta mujeres de variadas edades y vestidas con ropa cómoda y zapatillas planas se sitúa en torno a ... una carroza de metal y madera, frente a una iglesia.
Los pocos que pasean por la calle a esas horas se paran extrañados, los coches aminoran su marcha para verlas y la gente subida dentro de los autobuses contempla cómo el grupo levanta la estructura de decenas de kilos (y que en unas jornadas multiplicará su peso por 10) al son de las instrucciones de su capataza, Pilar del Castillo, para comenzar con la marcha. Son las cargadoras de la imagen de Nuestra Señora de la Piedad, pertenecientes a la Cofradía de la Pasión de Guadalajara, y ensayan para los días grandes de Semana Santa como vienen haciendo desde hace 17 años.
Antes de empezar, se mide a las chicas nuevas para asignarles un puesto debajo de la carroza, las más altas detrás y delante las de menor estatura. Aunque cada año varía la composición de este paso. En concreto, esta Semana Santa han tenido una docena de bajas que se han suplido con otras catorce chicas nuevas. Entre ellas, Lucía Mamoli, de 25 años y que actualmente está en paro. «Como no hay trabajo, nos queda la fe», señala mientras se prepara para comenzar el ensayo. Zapatillas negras, además de una faja para que no se resienta la zona lumbar, es el atuendo de las mujeres. El día grande -el Jueves Santo a las 11 de la noche-, además irán vestidas con la túnica morada característica de su cofradía, ceñida por un cinto amarillo y un capirote blanco. Volverán a repetir la estampa al día siguiente, Viernes Santo, por la mañana.
Esta escena se dibuja con trazos similares en muchos puntos de España. Desde mediados de los años ochenta, cuando las mujeres comenzaron a ocupar puestos de costaleras, su número ha crecido exponencialmente. Sin embargo, aún hay provincias, como Murcia o Sevilla, donde esta práctica sigue reservada exclusivamente a los hombres. La Federación Nacional de Asociaciones de Mujeres Cofrades existe desde 2009 para aglutinar a este colectivo que aboga por la igualdad femenina en la las cofradías. Su presidenta, María Victoria Botí Espinosa -quien a su vez también es presidenta de la Asociación de Mujeres Cofrades de Cartagena-, cree que la mujer cada vez está más presente en las celebraciones «pero sobre todo se van introduciendo cuando faltan hombres».
En la Cofradía de la Pasión de Guadalajara, perteneciente a la Iglesia de Santiago Apostol, se acoge entre sus filas a hombres y mujeres de todas las edades, desde niños a ancianos. De hecho, también existe un grupo de costaleros que saca de rodillas la imagen del Cristo de la Pasión por el pórtico de la iglesia debido a la elevada estatura de la figura. Las mujeres no salen agachadas, pero entre todas se hacen responsables de los 800 kilos entre la estructura y la imagen. «La anterior carroza se combaba por el centro por su gran peso”, asegura Antonio Marqueta, uno de los hermanos de esta congregación y presente en los ensayos de “las chicas», como todos conocen en la ciudad al grupo de cargadoras puesto que no hay más pasos encargados solo a mujeres.
Cargadoras de 72 a 16 años
Al frente se coloca Juana, de 72 años, que lleva siendo cargadora desde hace tres «y hasta que el cuerpo aguante». «Lo hago porque me gusta, porque soy católica practicante. No puedo explicar qué es lo que se siente, es algo extraordinario, que sale de dentro», explica en uno de los descansos en el recorrido.
Van subiendo la cuesta de la Calle Mayor y se refleja en sus caras el esfuerzo. A pocos puestos por detrás de Juana, se sitúa Marta, la más joven de las costaleras con tan solo 15 años. Es la primera vez que hace de cargadora en la procesión y su madre mira atenta los ensayos. «Vamos bien, ¿no?», le dice con una sonrisa. «Me parece un signo muy bonito y quería participar en él», comenta. Su padre y su hermano también salen en la procesión de los costaleros de la Cofradía de la Pasión.
Justo al lado de Marta está Charo. Es educadora en una guardería y pertenece al grupo desde su creación hace casi dos décadas: «Nos han llegado a decir que si hay ruedas por qué cargamos a nuestras espaldas la carroza, pero ninguna de nosotras querríamos sacar a la Virgen así». Charo destaca la expectación de los guadalajareños por ver a las chicas llevando en hombros el paso. «Es muy especial. Se sienten muchas cosas, porque llevamos un año entero esperando este momento. Yo como creyente, no lo cambio por nada», dice rotunda.
Desde la Federación Nacional de Asociaciones de Mujeres Cofrades apoyan la teoría de Charo. «Lo que te mueve a ser costalera es la fe», asegura su presidenta, quien dice que hay personas que opinan que no es vistoso «estéticamente». Según Botí, las cofradías con mayor tradición, que pueden datar de varios siglos, son las más reacias a esta evolución: «Se imprime este pensamiento de alguna forma, como un sello».
El fin del sacrificio
La comitiva continúa después de hora y media de cargar la estructura. Pilar da instrucciones para pasar entre los coches mientras las costaleras corrigen el rumbo. El sonido de los palos retumba en las calles cuando bajan la misma cuesta por la que han pasado al comienzo, como dando la réplica al último esfuerzo del grupo, al final del ensayo. Tras una hora y media de sacrificio, llegan de nuevo al punto de partida. La carroza que ahora cargan representa apenas un cuarto del peso que llevarán a hombros dentro de unos días. Mientras, la imagen de Nuestra Señora de la Piedad aguarda en el Santuario de la Virgen de La Antigua a que estas valientes vuelvan a pasearla una vez más por las calles de Guadalajara.
Tras volver a colocar la estructura vacía en el remolque, charlan y ríen animadamente, incluso bajo el frío que reina hoy en la calle. Son casi las once de la noche, pero la mayoría se queda a compartir un bocadillo y a hablar sobre la próxima reunión. Están a muy pocas jornadas de la prueba de fuego, cuando la carroza llegue hasta casi una tonelada de peso, contrarrestado por el fervor religioso de estas mujeres, “las chicas” de la ciudad, que volverán a sacar a hombros la imagen ante la admiración de muchos ciudadanos.
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