Los cardenales en Cónclave descubren a los «elegibles»

El Colegio Cardenalicio en pleno, con 152 purpurados, terminó sus reuniones en la mañana del lunes. Entre los 28 turnos de palabra figuró uno del ex secretario de Estado, Tarcisio Bertone, para explicar los problemas del Banco del Vaticano (IOR), y los intentos de entrar en la «lista blanca» de países que no permiten el lavado de dinero. Fue el último recordatorio de una gestión que ha traído descréditos innecesarios a la Iglesia.

El Cónclave dará comienzo a las cuatro y media de la tarde. El portavoz del Vaticano explicó una novedad en el ritual, promovida por Benedicto XVI . El nuevo Papa podrá disfrutar una pausa de plegaria silenciosa ante el Santísimo Sacramento antes de salir al balcón para su primer saludo a los fieles. Una bocanada de oxígeno muy necesaria en esos momentos.

Las tres sotanas blancas de tamaño grande, mediano y pequeño están colgadas ya en la « sala de las lágrimas », contigua a la Capilla Sixtina. Se llama así porque es el primer momento privado del recién elegido, que debe quitarse la sotana púrpura y ponerse por primera vez la sotana blanca: una emoción abrumadora.

Lombardi aconsejó esperar fumata negra hacia las ocho de la tarde del martes. La primera votación, en que cada elector apoya a su candidato favorito, produce un escrutinio disperso en el que nadie llega a dos tercios de los votos.

Pero esa votación «de tanteo» permite a cada elector calcular quién va a ser su segundo y su tercer favorito para los sucesivos escrutinios. Es imposible saberlo de antemano, pues nadie está seguro de quiénes van a revelarse como «elegibles» en esa primera votación. En abril del 2005, el gran «papable» Dionigi Tettamanzi, cuyas fotos, declaraciones y perfiles biográficos dominaban la prensa italiana los días anteriores, recibió en la primera votación tan sólo 2 votos frente a los 47 de Joseph Ratzinger, cuyos partidarios estaban callados. En esta ocasión no hay un candidato tan fuerte.

Tan sólo el primer escrutinio permitirá saber si el cardenal de Milan, Angelo Scola , cuenta con los treinta votos que muchos le atribuyen. O si el brasileño Odilo Scherer , apoyado por la Curia vaticana italiana, llega a un nivel similar, que es el que parece tener el canadiense Marc Ouellet por sus propios méritos.

A juzgar por los pocos indicios revelados por los cardenales electores, el primer abanico «de arrancada» se reduce a cuatro nombres: Angelo Scola, Odilo Scherer, Marc Ouellet y «uno de los americanos».

Y aquí está el problema. Los americanos son tres, y no se sabe quién es el más «elegible». A muchos electores les gusta el cardenal neoyorquino Timothy Dolan, abanderado de la Nueva Evangelización alegre, ruidosa y sin complejos. Pero otros le consideran un plato demasiado fuerte en estos momentos, y prefieren al cardenal de Boston, Seán O’Malley , experto en evangelizar y solucionar problemas sin hacer ruido.

El capuchino de Boston no tiene experiencia vaticana, y es considerado como la «bestia negra» por un sector de la Curia que le sabe capaz de hacer reformas. Eso podría pasar el testigo al cardenal de Washington, Donald Wuerl. O poner en pista al húngaro Peter Erdö y el austríaco Christoph Schoenborn. A menos que el Cónclave se atasque, el resultado se sabrá miércoles o jueves.