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PERFIL

Angelo Scola, el papable italiano de Comunión y Liberación

Intelectual, políglota y buen administrador, el arzobispo de Milán ha sido hombre de confianza para Juan Pablo II y Benedicto XVI por su independencia

Angelo Scola, el papable italiano de Comunión y Liberación efe

JUAN VICENTE BOO

El primer Papa de un gran movimiento laical del siglo XX podría ser Angelo Scola, de 71 años, uno de los pilares de Comunión y Liberación desde su época de estudiante de Filosofía en la Universidad Católica de Milán y, sobre todo, en sus años de sacerdote.

Hijo de un camionero militante socialista y de un ama de casa, Scola nació en Malgrate, un pueblecito cerca de Lecco, en el norte de Lombardía. Más que un «papable» italiano es un «papable» lombardo, con lo que eso significa de laboriosidad y honradez, muy superiores a la media nacional.

Los grandes movimientos eclesiales del siglo XX, protagonistas de la verdadera renovación de la Iglesia después del Concilio Vaticano II, fueron recibidos con recelo, y el joven Angelo Scola lo sufrió en su propia carne. Después de dejar a su novia para iniciar el camino al sacerdocio, tuvo que dejar también Milán, donde su pertenencia a CL le hacía sospechoso de demasiado activismo social y estudiantil. Y así se fue a Teramo para poder ordenarse sacerdote. Nadie podía imaginar que, con el paso de los años, volvería a Milán como arzobispo de la principal diócesis de Italia.

Vocación académica

Ni su vida ni sus ilusiones fueron nunca clericales. Le apasionaba el Latín, el Griego, la Filosofía... las humanidades en todos sus terrenos. Y disfrutó doctorándose en Teología en la universidad suiza de Friburgo, donde sería profesor de Teología Moral.

Colaboró en la revista internacional de teología «Communio» desde sus primeros pasos en 1972. Así conoció a Joseph Ratzinger y otros grandes teólogos como Henri de Lubac y Hans Urs von Balthasar, con quienes escribió libros-entrevista para divulgar su pensamiento.

En 1982 asumió la cátedra de Antropología Teológica en el Instituto Pontificio Juan Pablo II para Estudios sobre Matrimonio y Familia en la Pontificia Universidad Lateranense. Como la de tantos intelectuales, su feliz carrera académica fue truncada con el nombramiento de obispo, en su caso de la localidad de Grosetto, no demasiado lejos de Roma, en 1991.

Pero era demasiado valioso, y Juan Pablo II le nombró rector de la Pontificia Universidad Lateranense en 1995. Era ya un trabajo a su medida. Como todos los «papables», habla perfectamente español, además de inglés, francés, alemán e italiano.

En 2002 fue nombrado patriarca de Venecia, donde creó un instituto de derecho Canónico, otro de Ciencias Religiosas, una Facultad de Teología y también la revista multilingüe «Oasis», creada para facilitar la vida a los cristianos en países islámicos mediante un diálogo entre las culturas.

Trabajador infatigable

Scola era un trabajador nato, y Juan Pablo II le nombró cardenal en el 2003. Para ser un arzobispo residencial, tiene grandes responsabilidades en la Curia vaticana, pues es miembro de tres congregaciones y cuatro consejos pontificios, precisamente los de Laicos, Familia, Cultura y Nueva Evangelización, donde se juega el futuro del cristianismo.

Forma parte también del Consejo de Cardenales para los problemas organizativos y económicos de la Santa Sede, un verdadero «Consejo del Reino» en los puntos más delicados. En 2011, cuando llegó la hora de relevar al arzobispo de Milán, la conferencia episcopal italiana y el secretario de Estado, Tarcisio Bertone, intentaron «colocar» a sus candidatos. Benedicto XVI los rechazó y puso a Scola al frente de la diócesis de San Ambrosio en una ciudad mundialmente famosa por el trabajo serio, la moda y la lírica en el Teatro «La Scala».

Scola es un buen organizador, y muchos cardenales de otros países le apoyarían como secretario de Estado, pues es una persona honrada, que aplicaría criterios de eficacia en lugar de amiguismo, como ha sucedido demasiadas veces. El cardenal lombardo sabe comunicar y, con 19.000 seguidores en Twitter , ocupa el cuarto lugar entre los purpurados tuiteros.

De joven era más bien pelirrojo, pero sus cabellos se han vuelto completamente blancos. No han cambiado sus ojos claros. Conserva su carácter afable, pero últimamente tiene aspecto preocupado, pues corre peligro de ser elegido Papa. No promueve su candidatura, pero sabe que no puede echarse atrás.

Scola renovó la diócesis de Milán y podría hacer lo mismo en la Curia vaticana. Quizá como «número uno». Quizá como «número dos» de un Papa más «misionero» que pueda andar por el mundo sin tener que preocuparse por la retaguardia en Roma.

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