«En Castel Gandolfo el Papa es uno más de la familia»
Miles de personas se acercaron a la plaza de la localidad para despedir a Benedicto XVI
maría candela
Miles de personas –unas 8.000 o 10.000 según predicciones de la policía local- se acercaron en la tarde de este jueves a la plaza de Castel Gandolfo para despedir a Benedicto XVI . Aunque estaba previsto que el Romano Pontífice llegara sobre las ... 17.15 y saliera a las 18.00 al balcón del Palacio Pontificio para decir sus últimas palabras, un par de horas antes la plaza se empezó a llenar de peregrinos en busca de un buen sitio para no perderse este momento histórico.
De numerosas ventanas de la plaza colgaban tapices y banderas. En la fachada del Ayuntamiento unas letras plateadas rezaban: «Gracias Benedicto, estamos todos contigo».
A las 16.30 comenzó el rezo del Santo Rosario. El sitio estaba a rebosar entre peregrinos, periodistas y curiosos. Había personas de todas las edades, familias, grupos de amigos. Gente sencilla que quería aprovechar esa oportunidad única de demostrar al Papa su afecto. Movimientos como Acción Católica, los Cursillos de cristiandad o los Papaboys blandían sus pancartas.
Unos minutos antes de que el reloj marcara las cinco en punto, las campanas de la catedral de Albano y las de la iglesia de Santo Tomás de Villanueva, en Castel Gandolfo, se unieron a las de las iglesias de todo Roma, que repicaron en homenaje al Pontífice mientras el helicóptero papal despegaba del Vaticano camino de los Castelli Romani. El ruido atronador del aparato fue la señal de que había llegado.
Alrededor de las 5.40 el Papa se asomó al balcón del Palacio Pontificio arrancando un sonoro aplauso de los fieles y gritos de: «¡Viva el Papa!». Entonces pronunció las que son sus últimas palabras oficiales como sucesor de San Pedro. Benedicto XVI aseguró: «Estoy feliz de estar con vosotros, cerca de la belleza de lo creado y de vuestra simpatía. Gracias por vuestra calurosa acogida». «Vamos juntos adelante por el bien de la Iglesia y del mundo», concluyó con emoción. Después impartió su bendición y se despidió con la sencillez que lo ha caracterizado siempre: «Gracias. Buenas noches».
Acompañanado al Papa se encontraba don Marcello Semeraro, el obispo de Albano, diócesis a la que pertenece Castel Gandolfo. Don Marcelo mostró su alegría «porque el Papa estará con nosotros estos dos meses», lo que supone «una nueva oportunidad para acoger siempre con más hondura sus enseñanzas». «Junto con Benedicto XVI nos preparamos para acoger al nuevo Papa», afirmó.
«Es su segunda casa»
Entre los fieles que se encontraban presentes en la plaza estaba Anka con su hija Sofía. Anka es croata pero está casada con un italiano y vive desde hace dos años y medio en Castel Gandolfo. Si en estos dos meses tiene la oportunidad de ver a Benedicto XVI, «ahora que va a estar más cerca de nosotros, le invitaría a tomar un café». «La relación del Papa con Castel Gandolfo es muy estrecha, es su segunda casa», asegura. Sofía, en brazos de su madre, abría sus grandes ojos azules y agitaba con vehemencia una pequeña bandera vaticana con la foto del Pontífice, mientras declaraba: « El Papa nos protege siempre, es nuestro invitado».
Franco y Tomaso son dos vecinos de Castel Gandolfo. Para Franco, Benedicto XVI ha sido todo un descubrimiento: «No parecía que fuera a ser un Papa cercano, como lo fue su predecesor y, aunque es más tranquilo, ha demostrado que es un gran hombre. Parecía que estaría alejado de la realidad, por su perfil de intelectual, de estudioso, y sin embargo, sobre todo en estos últimos momentos, ha sido muy afectuoso, sencillo». Franco recordará de este Pontífice su esfuerzo por «unir la fe y la razón». No es la primera vez que Franco y Tomaso ven la plaza de Castel Gandolfo llena, «cuando el Papa está aquí, siempre viene mucha gente a verlo, sobre todo los domingos». Y es que el Santo Padre en este lugar tranquilo, rodeado de la naturaleza y de la belleza del lago Albano, «es uno de la familia».
Desde Albano se acercó a pie, en peregrinación, la parroquia de San Pedro Apóstol. En este grupo se encontraban cuatro jóvenes amigas: Chiara, Ludovica, Sofía y Marina. Chiara trabaja como babysitter. Ayer se acercó a despedir a Benedicto XVI «porque es la primera vez que ocurre algo así; es un hecho conmovedor, emocionante y quería venir a darle un último saludo». Para Chiara no es casualidad que el Pontífice se despida precisamente en Castel Gandolfo, «podría haberlo hecho en otro sitio, pero ha elegido hacerlo aquí». De sus casi ocho años al frente de la sede de Pedro, sin duda lo que recordará «será este momento».
Los Papaboys, cerca del Pontífice
Sofía está en su penúltimo curso en el colegio. Su madre es española, pero ella ha nacido y crecido en Italia. «No podía no venir hoy; soy afortunada, el Papa vive cerca de mi casa. Yo vivo en la plaza de Albano, cerca de los muros de los jardines pontificios». No es la primera vez que asiste a un acto así, «cuando era pequeña me traía mi familia a ver al Papa, aunque la verdad es que hace tiempo que no venía». Sofía piensa que el futuro Pontífice habrá de tener «una relación cercana con los jóvenes, que cada vez parecen más alejados de la Iglesia. Los jóvenes somos el futuro del mundo y necesitamos un base firme en la que apoyarnos».
Entre los jóvenes que siguen a Benedicto XVI dondequiera que vaya están los llamados Papaboys, un movimiento que nació con Juan Pablo II y que busca «estar cerca del Papa». Miriam, una estudiante romana de quince años, pertenece a este grupo: «En este momento único y difícil queremos decirle que estamos cerca, queremos darle alegrías, aunque hoy se nos haya escapado también alguna lágrima. Cuando hemos rezado el rosario, esa oración ha sido como una escalera que ha llegado hasta su balcón para estar más próximos al Papa».
«En Castel Gandolfo el Papa es uno más de la familia»
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