«La universidad española está estigmatizada», según la presidenta de los rectores

La presidenta de la CRUE denunció movimientos de «cambios ideológicos, adoctrinamientos, servilismos al modelo anglosajón», «como si fueran dioses», para añadir: «Con los recortes no vamos a llegar muy lejos». Había que seguir invirtiendo en investigación, «donde estamos muy bien posicionados». Lamentó que no había mecenazgo. Prácticamente ningún licenciado se interesaba después por la suerte de su universidad, también desde el punto de vista económico.

Antes, Matías Rodríguez Inciarte, vicepresidente del Banco Santander, había subrayado que el sistema universitario español estaba «desordenado», sobre todo había una «oferta desordenada». Sin querer entrar en el debate de muchas o pocas universidades, muchos o pocos campus, destacó que el 80 por ciento de la financiación de las universidades españolas es financiación pública, mientras que en el espacio anglosajón era del 35%. Había que intentar, apuntó, que el dinero no provenga de forma tan marcada de los impuestos de todos los españoles. Animó a formar en el espíritu empresarial a los alumnos, a que no se denostara a los empresarios en el sistema educativo, como al parecer aún se hace.

Inciarte mencionó el deficiente sistema de becas y el deficiente sistema de gobierno, con el escaso margen de maniobra de los rectores para formar equipo.

Joaquín Leguina, ex presidente de la Comunidad de Madrid, otro de los ponentes, cargó sin ambages contra «la endogamia» del profesorado universitario español. Los departamentos se convertían en «cárceles de oro», donde uno se jubilaba. También avisó de la necesidad de cambio porque «el que paga, manda», y la universidad española vive de los impuestos de todos.

Federico Mayor Zaragoza, alto funcionario internacional, en un velado dardo al ministro de Educación, José Ignacio Wert, solicitó que no se prestara tanta atención a «PISAS» y «dictámenes de expertos». Que se preguntara más a los que «de verdad saben», a los propios implicados, a los rectores, «principalmente a las mujeres», que eran más sensatas y prácticas. Que el partido de turno no impusiera sus deseos por «mayorías parlamentarias absolutas». Zaragoza censuró la declaración de Wert, de estudiar lo que se necesite. «No, hay que estudiar lo que a uno le gusta», dijo, porque «de otra manera no se puede ser excelente».