Agencias y turistas, en busca de «safaris humanos»
Un centenar de poblaciones indígenas que viven aisladas del mundo se han convertido en el último objeto de deseo turístico
josefina g. stegmann
Turistas y agencias han creado una ruta invisible de «safaris humanos» en busca de los indígenas más auténticos, aquellos que han rechazado el contacto con el mundo exterior. Estos pueblos son el destino más exótico y también los más vulnerables al desarrollo que acompaña el ... turismo. Es el caso de los jarawa de las islas Andaman (India). Los jarawa han sufrido el acoso de los turistas que se acercaban para verlos, fotografiarlos y presenciar algún «espectáculo» como sus danzas o actividades de caza.
Una carretera, la Andaman Trunk Road, permitía el paso de miles de turistas ansiosos por disfrutar de un auténtico «safari humano». Así ha definido esta práctica la ONG «Survival Internacional», que lleva años denunciando esta situación a las autoridades indias: «Los turistas llegaban en vehículos y al verlos les tiraban comida, los hacían danzar y los filmaban, especialmente los cuerpos de las mujeres», cuenta Sophie Grig, jefe de campañas en Survival.
El mes pasado, finalmente el Tribunal Supremo indio prohibió el acceso a los turistas a la carretera que atraviesa la reserva jarawa. «Es un buen primer paso, pero el Gobierno tiene que poner una carretera alternativa, porque aunque se impide el paso a los turistas el camino sigue abierto. Es tierra jarawa y son ellos los que tienen que decidir quién llega y quién no», añade Grig. Aun así, el contacto con foráneos puede ser peligroso: «Podrían contraer enfermedades contra las que no tienen inmunidad», concluye.
Asesorar o aislar
La búsqueda de lo exótico, lo extravagante u original podría explicar el porqué de estos «safaris humanos»: «Hay una obsesión por la autenticidad; cuando hacemos turismo siempre nos preguntamos si lo que compramos es auténtico o está hecho en China. Se busca el mito de lo que nunca ha cambiado», apunta José Carmelo Lisón, profesor de Antropología de la Universidad Complutense de Madrid. «¿Qué más auténtico que encontrarte con gente que supuestamente nunca ha tenido contacto con occidentales?», señala el profesor. «La gente en definitiva, se ve a sí misma, a sus ancestros», añade. «De todas formas, la postura de “Survival” es demasiado conservacionista, y lo que no cambia se muere. El contacto ya está hecho, ahora habría que hacer antropología de campo y asesorar a los jarawas sobre la consecuencias de tener contacto o no», concluye el profesor.
Uno de los destinos preferidos en la ruta de los safaris humanos está en Tailandia. En la provincia de Mae Hong Son, al oeste del país, viven las «mujeres jirafa» de la población kayan. La atracción son las bobinas de cobre que rodean el cuello de las mujeres, y que hace que parezcan «alargadas» (de hecho, la caja torácica se comprime). Por esta población ha hecho una fuerte campaña la organización «Tourism Concern».
Los masáis, en África, también son víctimas de este «escaparate turístico». «La gente llega aquí con una idea preconcebida de África. De lo que ellos consideran la auténtica África. Aterrizan con sus esquemas mentales predefinidos y tan solo esperan ver al masai cazando o danzando», asegura a este diario Johnson Kisale, líder local afincado en la localidad keniana de Narok, informa Eduardo Molano. Para Kisale, la situación amenaza con confundir la propia identidad de la etnia: «Pese a que no representamos ni el 2% de la población local, otras tribus adaptan sus costumbres para parecerse a nosotros. La gente quiere ver al masái y ellos se disfrazan como tal», destaca.
Los pueblos indígenas como «objetos» y «objetivos» para la cámara, queda plasmada en «Framing the Other» («enmarcando al otro»), un documental curiosamente realizado por guías turísticos que en su andadura por Etiopía quedaron impresionados por el acoso diario de los turistas a la población mursi.
Los mursi viven en el Valle del Río Omo, al suroeste de Etiopía. Se han hecho «famosos», sobre todo las mujeres, por llevar enormes platos en sus bocas, para dilatar sus labios. «A los mursi les gustan las visitas turísticas porque ganan dinero. Pero no pueden organizarlas y los turistas seguirán yendo les guste a ellos o no», señala Ilja Kok, directora de un documental que muestra el impacto que el turismo puede tener en algunas comunidades.
El papel de las agencias
Generalmente detrás de estos viajes, no están los turistas solos, sino que viajan motivados por agencias que venden paquetes en los que incluyen contacto con poblaciones locales. Pero muchas de ellas, lejos de considerar que rompen estructuras, apuestan por un turismo respetuoso con la población local. Es el caso de Catur Viajes. «Realizamos viajes por Indonesia para tener contacto con etnias locales respetando al máximo su forma de vida», señala Alfonso Carrasco, responsable de la agencia.
La toma de contacto se hace con los Korowai, que viven en Papúa y con los Dani, ubicados en el Valle del Baliem. «Por un lado estoy de acuerdo con “Survival”, pero también creo que las etnias tienen derecho a acceder a mejoras en su calidad de vida; llevamos botiquines para curar heridas o leche a la que los niños no tienen acceso». Alfonso viaja con grupos reducidos y durante la estancia se convive con la población local que recibe dinero a cambio: «Filtramos a los que van, no me vale una persona que colecciona sellos en el pasaporte», señala.
Turismo de «contacto» también realiza la agencia «Bigfoot Tours» a cargo de Kgoberego Nkawama: «Se hacen tours con población de Botsuana, como los Bushmen o los Mbukushu » señala el director. «Son libres para decidir y lo aceptan, además, el turismo promueve la comunidad», apunta. Algo similar sostiene Francisco Orive de NUBA, empresa que también ofrece contacto con indígenas. «Hay gente que dice que está mal, y otros, que supone una mejora; el mejor ejemplo es el de los masáis en Kenia, que han podido despegar; el turismo les sirve para vivir y son libres de elegir», concluye.
Se trate de poblaciones aisladas o integradas, hay una palabra, utilizada por algunos antropólogos, que engloba estas prácticas: el «etnoturismo». Como señala el antropólogo Sergio Yanes, «este es consentido por las etnias que se “autointerpretan” bajo los códigos del turismo, y ponen a la venta su propia existencia». Frente a este concepto, hay otro: el «turismo responsable».
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