Rodrigo Fernández es casi como un detective. Busca las huellas que la mala alimentación y otros hábitos de salud dejan en el corazón. Y lo hace desde edades muy precoces porque su objetivo es tratar a los que aún no han enfermado.
Desde su laboratorio de imagen y salud cardiovascular del CNIC, trabaja en estrategias de prevención, muy enfocado en la infancia, porque es en las primeras etapas de vida donde se necesita sembrar para garantizar una buena salud en la edad adulta. “Pensamos que si se inculcan pronto los buenos hábitos de vida podremos ayudar a prevenir la enfermedad cardiovascular en el futuro. O, al menos, conseguiremos que aparezca lo más tarde posible. Necesitamos que las personas puedan ganar años con buena calidad de vida”, explica el cardiólogo.
Con Valentín Fuster, director del CNIC ha trabajado en varios proyectos en EE.UU., Colombia y España para enseñar a niños y a adolescentes la importancia de una vida saludable y demostrar que esta labor de concienciación funciona.
Saber para prevenir. Y también porque le preocupa que el sedentarismo y el consumo de tabaco, refrescos, bollería industrial y alimentos ultraprocesados esté dejando un rastro en el sistema cardiovascular desde la niñez. De momento, es una hipótesis y su trabajo es demostrarlo empíricamente con la ayuda de técnicas de diagnóstico por imagen.
En esas imágenes de corazones de chavales en plena adolescencia se buscan huellas o marcadores de imagen que aparecen a muy temprana edad y se relacionan con hábitos de vida poco saludables. El objetivo es adelantarse a la enfermedad e identificar a las personas que en el futuro tendrán una enfermedad para intervenir cuanto antes.
Hoy no sería viable recomendar un cribado con resonancia magnética a toda la población para chequear la salud del sistema cardiovascular de los adolescentes. Es una técnica cara y no existen tantos equipos disponibles. Una propuesta más factible sería hacer un cribado de la población con peores estilos de vida y otros factores de riesgo que se puedan medir con facilidad en los colegios o en los centros de salud. “Una vez identificados los individuos con más riesgo, ya tendríamos una población más reducida a la que dirigir las técnicas de imagen más avanzadas”, señala.
Rodrigo Fernández no tiene miedo a la Inteligencia Artificial (IA), la última revolución digital que ya está cambiando la medicina. Al contrario, está convencido de que será una de las grandes herramientas para mejorar la prevención de la enfermedad cardiovascular, una de las principales causas de muerte en el mundo. “Nos va a permitir analizar una gran cantidad de datos y nos ayudará a implementar mejores estrategias de prevención y promoción de la salud dirigidas hacia cada persona”, dice con entusiasmo.
Los primeros pasos hacia la mejor forma de prevención ya se están dando y no solo por la IA. Está convencido de que el gran éxito de la cardiología fue entender que los estilos de vida son fundamentales en la aparición de la enfermedad: “Es fundamental la investigación para mejorar el diagnóstico de los problemas de salud, pero lo que nosotros queremos es tratar a los que no son enfermos aún para evitar la aparición de la enfermedad”.
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