Demografía

«Peleo por tener una buena vida, haciendo lo que me gusta y en un sitio que me gusta»

Josué Hernández
Apicultor en Las Hurdes

Vídeo ABC

A unos pocos kilómetros de Pinofranqueado, que se puede considerar la capital de Las Hurdes, un zumbido atronador avisa de que estamos penetrando en un territorio en el que mandan las abejas. La comarca, que se hizo famosa por el documental ‘Las Hurdes, tierra sin pan’ de Luis Buñuel en 1933, tiene precisamente en la miel uno de sus potenciales económicos más destacados.

Josué Hernández es uno de los jóvenes apicultores de la zona. Parece un astronauta vestido de blanco y que avanza entre las abejas con el ahumador en la mano. Pero más allá de su trabajo, es un ejemplo de apego a su tierra, por la que decidió apostar después de emigrar. “Me marché a Madrid en busca de un futuro con 22 años. Trabajé en la hostelería, como camarero y como churrero, pero ese mundo no me iba”, comenta. “Me sentía ahogado. Echaba mucho de menos el campo, la naturaleza y a mi gente”. Tres años después estaba de vuelta en Pinofranqueado con la idea de dedicarse a la apicultura. “Llevo ya siete años con las abejas y sigo peleando para conseguir tener una buena vida, haciendo lo que me gusta, en un sitio que me gusta y con la gente que me gusta”, sentencia.

Actualmente, en compañía de su pareja Noemí Martín, tiene unas 1.500 colmenas. Cada una de ellas, en la época de primavera/verano puede tener entre 40.000 y 60.000 abejas. Gracias a ellas recogen anualmente entre 10.000 y 20.000 kilos de miel, de 500 a 600 kilos de cera y de 3.000 a 5.000 kilos de polen fresco en primavera.

Viendo las cifras parece que todo va sobre ruedas en la vida de Josué, pero su trabajo diario es una pelea contra muchos factores. “El sector de la apicultura está sufriendo mucho por culpa de la varroa, un ácaro que ataca a las abejas y provoca una gran mortandad en las colmenas”, explica.

A esto hay que añadirle otros factores externos, como es el precio del carburante, que en el caso de Josué es determinante, porque tiene que trasladar las colmenas a muchos kilómetros de distancia en función de las estaciones. Durante las épocas más calurosas tiene a las abejas en el norte de León. Naturalmente no se trata solo de trasladarlas y dejarlas abandonadas. Hay que subir regularmente a controlar cómo marchan. Esto se traduce en recorrer entre 80.000 y 100.000 kilómetros al año, con el precio del diesel disparado.

Otro de los problemas a los que se enfrenta Josué es la comercialización de la miel. Un momento en el que están a merced de las fluctuaciones del mercado, pero que en el caso de los apicultores de Las Hurdes tienen en el mercado alemán su principal comprador.

Para Josué todo son problemas. Cualquier otro habría abandonado en busca de un empleo fijo en una ciudad que le garantice unos ingresos fijos mensuales. Sin embargo lo tiene muy claro: “Yo quiero dedicarme el resto de mi vida a este sector porque me gusta el campo”.

Lo que más destaca de seguir pegado al mundo rural es que “la vida en el campo es tranquila”. Sin embargo reclama que las administraciones les echen una mano facilitándoles las cosas, sobre todo en lo referente a todo el papeleo que genera cualquier ayuda que puedan solicitar. “La burocracia a la hora de gestionar ayudas para invertir en mejoras son farragosas, y las ayudas llegan tarde y de forma muy lenta”, sentencia. Como ejemplo se pone a él mismo: “Yo tardé dos años en completar todos los trámites para poder conseguir la licencia como apicultor”.

Cuando vuelve la vista atrás, a su época madrileña, no siente nostalgia. “Cuando le comentaba a la gente en Madrid que pensaba volver a una zona perdida de montaña en la frontera entre Cáceres y Salamanca me decían que estaba loco”, recuerda.

Ahora confiesa que es feliz junto a su pareja y su hija Lucía de tres años. Para Josué el problema de la España vacía no le afecta, para él es la oportunidad de vivir y forjarse un futuro con lo que le da la tierra.

Demografía
Julia Trillo Ganadera

«Estudió educación social en Lérida, estuvo de Erasmus en Chile y de voluntaria en Brasil, pero desde hace cuatro años es ganadera en Torres del Obispo (Huesca)»