Ciencia

La niña que miraba las estrellas y hoy estudia el suelo de Marte a 54 millones de kilómetros de la Tierra

Carolina Martín Rubio
Licenciada en Ciencias Físicas por la Universidad Complutense de Madrid y becada en el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA) en el Grupo de Magnetismo Espacial

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Cuando Carolina Martín Rubio cumplió 16 años, la primera misión aeroespacial con participación española había aterrizado en Marte con un todoterreno del programa Róver Curiosity de la NASA. Ocurrió en agosto de 2012. Desde entonces, este dispositivo de mil kilos estudia el cráter Gale, un lugar que aporta evidencias de haber albergado agua en el pasado. A aquella primera misión, conocida como REMS (Rover Environmental Monitoring Station), siguieron dos más: InSight, en 2018, y Twins, en 2021.

En los diez años que separan la vida de Carolina de los estudios sobre el espacio exterior, sucedieron algunos episodios que moldearon la personalidad y la vida de esta joven que, aún teniendo la cabeza en la luna, mantiene los pies bien pegados a la tierra.

Dos hechos en concreto cambiaron su futuro. El primero, cuando decidió estudiar Física en la Universidad Complutense y, el segundo, cuando España se abrió camino en la carrera aeroespacial.

El interés por las galaxias no le viene de familia, o no del todo. Su madre, funcionaria, y su padre, técnico que mantiene a punto el reloj de la Puerta del Sol, nada tenían que ver con las ciencias fácticas.

Con esos mimbres, Carolina Martín Rubio, la mayor de tres hermanos, ganó una beca en el Centro Astrobiología y a partir de allí desarrolló su tesis doctoral, vinculada a la investigación de las atmósferas de Marte en el Departamento de Orientación Avanzada. Lo que en la infancia parecía algo remoto, es ahora una realidad.

De pequeña le gustaba mirar las estrellas, hasta que decidió estudiarlas. “En verano, en Salamanca, nos tumbábamos a observar el cielo. A partir de ahí comencé a estudiar las estrellas y aprender de memoria los nombres de las constelaciones. Me alucinaba su presencia, algo tan lejano que nos habla después de millones de años”, dice esta mujer dedicada a la medición y estudio de los ciclos de agua, polvo y aerosoles que hacen posible la vida y que los datos de un robot, en Marte, a 54 millones de kilómetros de distancia, le proporcionan día tras día.

No todo es trabajo, aunque en ocasiones dedique una jornada entera, incluida la noche, para seguir una misión, le gusta jugar al fútbol. En ocasiones tímida, pero dueña de una sonrisa luminosa y una larga cabellera negra, Carolina es generosa con su tiempo. Habla con pasión de aquello que hace y está convencida de que la ciencia debe recibir más apoyo. El futuro nos va en ello, dice.

Su futuro, asegura, está en España. Es aquí donde se ha formado y aquí donde quiere poner en práctica todo lo que ha aprendido. Carolina quiere formar parte de aquellos españoles que entienden el futuro como un trabajo continuo y no como una promesa remota y abstracta. Para eso hace falta trabajar con la precisión, la entrega y la vocación de quien sabe que el éxito y la suerte habrán de pillarlos, siempre, trabajando.

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