cinco años del inicio de la pandemia de covid
José Manuel León Sotelo: «Medicalizar las residencias salvó muchas vidas en Sevilla. En la de las Hermanitas de los Pobres pusimos cuatro médicos de familia»
El gerente del Distrito Sanitario Sevilla de 2019 a 2024, del que dependían los 32 centros de salud de la capital, recuerda lo vivido en Atención Primaria durante los primeros meses de la pandemia
María Jesús Pareja, exdirectora del Hospital de Valme: «Hasta los jefes de servicio se remangaron para atender a pacientes Covid, pero no los liberados sindicales»
Manuel Molina, exdirector del Virgen del Rocío: «Los aplausos durante la pandemia se han convertido en bofetadas»
Miguel Colmenero, director del Virgen Macarena: «Murió mi suegro y familias enteras, primero los padres y luego los hijos»
Nieves Romero, directora del Virgen del Rocío: «Fuimos muchos los voluntarios que en 2020 decidimos atender a pacientes Covid»

De José Manuel León Sotelo dependían hace cinco años, cuando se inició la pandemia, los 32 centros de Atención Primaria de Sevilla capital, en los que trabajan unos 3.000 profesionales. Este médico de familia sevillano fue el gerente del Distrito Sanitario Sevilla durante ... toda la pandemia y organizó como tal la compleja vacunación contra el coronavirus que se hizo masivamente en el Estadio de la Cartuja o el Polideportivo de los Bermejales, entre otros lugares, donde se inmunizó contra el Covid a casi toda la población adulta de la capital. León Sotelo, que regresó el año pasado a su profesión como médico de familia en el centro de salud Virgen de África, también estuvo atendiendo a pacientes Covid en este ambulatorio durante los primeros meses del confinamiento para sustituir a compañeros contagiados y él mismo acabó infectado. Contrajo una neumonía que le obligó a ingresar en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, donde permaneció casi una semana. Tuvo más suerte que su compañero Pedro Fernández, médico de familia de Coria, el traumatólogo Gabriel del Castillo, del Virgen del Rocío, o Fernando Caba, anestesista del Valme. Los tres murieron.
-¿Con qué recursos afrontaron los 32 centros de salud de Sevilla capital la primera ola de la pandemia, de la que se acaban de cumplir 5 años?
-No teníamos nada de nada, ni mascarillas ni EPIs (equipos de protección especial). El Hospital Virgen del Rocío y el Virgen Macarena nos ayudaron en lo que pudieron, en lo que poco que tenían, hasta nos dieron trajes de 1980 que había en el almacén y que estaban caducados, pero era lo que había. También nos ayudaron muchas hermandades y parroquias, que hicieron mascarillas y trajes de protección de plástico que nos donaron. Las monjas y las Hermanitas de los Pobres hicieron trajes de plástico para los sanitarios, y la Orquesta Sinfónica de Andalucía nos regaló 200.000 mascarillas. También hubo mucho desconcierto con los protocolos del Ministerio, primero dijeron que las mascarillas no eran necesarias y que era mejor no ponérselas para no meter miedo a los pacientes. Tampoco se sabía cómo se transmitía el virus en esas primeras semanas. Y con las pruebas para detectar si una persona estaba infectada pasó igual: primero dijeron que eran necesarias muestras tanto de la boca como de la nariz con las famosas turundas. Y luego se demostró que con una muestra era suficiente. Pero nosotros decidimos hacerlo así antes, solo una, y conseguimos duplicar nuestra capacidad de diagnóstico.
--Supongo que al principio tampoco estaban preparados para separar los pacientes con Covid de los demás.
-Una de las cosas que nos planteamos fue tener dos puertas en los centros de salud. Entonces casi ninguno las tenía. En el Virgen de África, por ejemplo, sólo había una puerta. Necesitábamos tener los centros de salud limpios como fuera, igual que las residencias de mayores, donde casi todos tenían muchas patologías y contagiarse de Covid suponía un gran riesgo para la salud de estas personas. Y cuando llegaron las vacunas, tuvimos que habilitar grandes espacios para hacer la vacunación fuera de los centros de salud. Lo hicimos en el Estadio de la Cartuja y en el Polideportivo de los Bermejales, además de en parroquias, hermandades y centros cívicos. Les estamos muy agradecidos a todas.
-Recuerdo que en los Bermejales y el Estadio de la Cartuja se formaron grandes colas y hubo protestas por las largas esperas.
-Era preciso acelerar todo el proceso porque la segunda y la tercera ola del Covid fueron mucho peores que la primera en Sevilla y logramos vacunar a unas 20.000 personas cada día. En el estadio de la Cartuja se formaban grandes colas pero no hubo problemas con las personas que esperaban, a las que les agradecemos su comprensión y paciencia. Para ser exactos, el día que se produjo un gran desbordamiento fue un Jueves Santo, pero en parte fue provocado por un partido político que mandó a miles de personas allí, principalmente desde Sevilla Este. Ese desbordamiento estuvo, pues, fomentado y me consta que hasta se metió a la gente en autobuses para ir a los Bermejales a vacunarse. Allí normalmente vacunábamos a 2.000 personas al día sin grandes esperas y aquel día nos llegaron 4.500, más del doble. Llegó la Policía Nacional y hasta los antidisturbios porque se formó un gran lío, pero vacunamos a los 4.500 que nos llegaron ese día. A las 5 de la tarde terminamos con todos gracias al compromiso extraordinario del personal de Enfermería que estaba allí. La verdad es que fue espectacular lo que hicieron todos los profesionales sanitarios durante la pandemia.
-¿Usted también puso vacunas contra el Covid?
-Sí, en el estadio de la Cartuja. Teníamos que colaborar todos. Aquí nadie se quitó de enmedio, tanto médicos como enfermeras. Y hubo días que se vacunó hasta las nueve de la noche. Nadie se dio de baja que yo sepa, salvo los que enfermaron o se contagiaron.
-Se vacunó a casi toda la población adulta de Sevilla en menos de tres meses. Incluso aprovechando el «culillo» de las dosis de AstraZeneca y Pfizer, como dijo el entonces consejero de Salud, Jesús Aguirre.
-En Las Letanías detectamos que casi nadie se vacunaba porque a la población de allí le costaba mucho pagarse un autobús para acercarse a alguno de los lugares habilitados en la capital y entonces decidimos abrir un punto en el barrio, enfrente del centro de salud de la Candelaria. Y logramos que el barrio se vacunara contra el Covid. En la puerta de los vacunódromos, especialmente en Bermejales y el campus de Ramón y Cajal, había gente esperando ser vacunada pero que no tenía cita. Y a ellos también se les vacunó con ese «culillo». Creo que una vez citadas para la vacunación a las personas mayores y a las personas más vulnerables y con mayor riesgo de enfermar gravemente por Covid, debería haberse permitido la vacunación sin cita previa.
-En los primeros meses de la pandemia faltaban también test para diagnosticar a las personas infectadas.
-Sí. Nos faltaban muchos test de antígenos en esos primeros meses y eso dificultó mucho la labor de los sanitarios y favoreció la propagación del Covid. Cuando dispusimos de más test, habilitamos junto al Hospital Militar un auto-covid. La gente se hacía la prueba sin bajarse del coche. A las horas teníamos los resultados y eso daba fluidez a la hora de ver a pacientes.
-¿Qué es lo más importante que se hizo en esos primeros meses, en su opinión?
-Medicalizar las residencias de mayores. La primera fue la del Domus Vi de los Bermejales. Meter esas personas infectadas en el hospital era un riesgo absoluto para los demás pacientes, algunos con cáncer o inmunodeprimidos a los que el coronavirus podría matar. Y médicos de Primaria y de Medicina Interna de los hospitales se desplazaron allí a atenderlos. Fueron allí muchos médicos del centro de salud El Greco, Alcosa y Marqués de Paradas, de los que dependía la población de muchas residencias de esas dos zonas. En la residencia de las hermanitas de los Pobres de Avenida de Coria había permanentemente cuatro médicos de centros de salud de Sevilla. Y no llevaban EPIs. Jesús Neri, que dirigió el centro de salud de Alcosa, estaba allí todos los días. Con otros médicos y enfermeras. Y se separaban los que tenían Covid de los que no lo tenían. Murió mucha gente en las residencias pero también se salvaron muchas vidas.
-Se contagiaron muchos médicos y enfermeros aquellos meses...
-Sí. Yo mismo me contagié y estuve ingresado cinco días en el Virgen del Rocío con una neumonía. Luego estuve varias semanas con un dolor de espalda pero no fue nada, aunque yo tenía más posibilidades de desarrollar la enfermedad por ser diabético. Iba mucho a los centros de salud durante esos primeros meses e incluso sustituí en algunas consultas a un compañero del Virgen de África que se infectó también. Tuve mucha más suerte que otros compañeros, que enfermaron de gravedad e incluso murieron como Pedro Fernández, médico de familia de Coria.
-¿Con qué palabra resumiría esos tres primeros meses de la pandemia?
-Terror. Lo mejor fue el compromiso de los profesionales. Lo peor, en mi opinión, la falta de material y de información en esas primeras semanas de la pandemia.
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