Historia
La Fontanilla, rastro del genial pasado industrial de Utrera que languidecen con el tiempo
Ubicada en la barriada del mismo nombre, es uno de los ejemplos de las numerosas fábricas que existían en la ciudad
La chimenea y la fachada de la fábrica son elementos inconfundibles para los utreranos
La maleza y la vegetación crecen a sus anchas por las instalaciones de lo que en otros tiempos fue la próspera fábrica de La Fontanilla S.L. Paseando por el entorno en la actualidad, sólo hay que dejar volar un poco la imaginación para trasladarse ... a esa primera mitad del siglo XX, un momento en el que los alrededores de Utrera se poblaron de construcciones de carácter industrial que ofrecieron trabajo, prosperidad y futuro a una ciudad que hasta entonces había vivido completamente volcada en el mundo agrario.
Los edificios que daban vida a esta fábrica están abandonados desde hace casi tres décadas y languidecen con el paso del tiempo ante la mirada de los vecinos del barrio que los terminan contemplando como una mole inamovible que ocupa unos enormes terrenos. Mientras tanto, la característica chimenea de ladrillos, donde anidan las cigüeñas, domina toda la zona desde las alturas.
Según indica el bello azulejo que se encuentra sobre la entrada principal de esta antigua factoría, estamos ante unas instalaciones que comenzaron a funcionar en el año 1938, justo en un momento muy difícil para el país, cuando estaba finalizando la contienda civil. Tal y como indica Manolo Gómez Aguilar, el impulsor de esta fábrica fue «Francisco Chisvert, un madrileño afincado en Sevilla. La Fontanilla se centró, en primer lugar, en la refinería de aceites y en la jabonería , tanto de jabón común como de tocador, además, fabricaban velas y margarinas». Con el paso de los años la fábrica fue cambiando de manos, siendo propiedad primero del utrerano José Benavides y posteriormente del empresario, también utrerano, Sebastián García.
En los duros tiempos de la posguerra, las fábricas dedicadas a este tipo de productos proliferaron por todo el país, ofreciendo un puesto de trabajo a muchas personas que trataban de ganarse la vida. En sus primeros años la fábrica era un auténtico hervidero , hasta el punto de que Manolo Gómez explica que «contaba con un equipo de albañiles permanente, taller de calderería, carpintería y cochera-taller, para sus propios camiones». Se puede decir por tanto que estamos ante una de las industrias más importantes de la época, que era casi autosuficiente a la hora de desempeñar sus tareas diarias.
La zona elegida para poner en marcha este proyecto no es ni mucho menos una casualidad, ya que se situaba muy cerca de la estación de tren de Utrera, y es que no en vano las principales fábricas que nacieron en estos años estaban muy cerca de este medio de comunicación que terminó cambiando para siempre a la ciudad y conectándola con el mundo exterior. Tal y como apunta el propio Manolo Gómez «el ferrocarril no tuvo una conexión directa con la fábrica, ya que aun estando muy cerca, la diferencia de cotas lo hacía inviable, pero gran parte de la producción de la fábrica, se trasladaba a la estación para facturarla». Poco a poco, en todo el entorno fue creciendo lo que hoy conocemos como la barriada de La Fontanilla.
Se trata de una fábrica cuyas instalaciones están abandonadas desde hace varias décadas
A mediados del siglo XX, la situación económica en España fue mejorando y comenzaron también a llegar otro tipo de innovaciones y modelos de negocio, por lo que poco a poco la fábrica de La Fontanilla vio como iba decreciendo su importancia, hasta quedar posteriormente completamente abandonada .
Los edificios de fábricas como La Fontanilla S.L., han pasado a formar parte en cierta manera del patrimonio de una ciudad como Utrera, ya que se han convertido en parte de su identidad . Y es que una ciudad no son sólo sus iglesias, calles engalanadas y plazas coquetas. El pulso de una ciudad está también en este tipo de construcciones en las que se puede leer la historia de las últimas décadas y que fueron claves para la modernización y mejora de la calidad de vida de muchas personas.
La vegetación crece actualmente a sus anchas en las instalaciones de la antigua fábrica
Instalaciones industriales que languidecen con el paso del tiempo, que los ayuntamientos tratan e proteger, cuyo mantenimiento supone un lastre importante para sus propietarios, pero que al igual que ha ocurrido con otras antiguas factorías, podrían convertirse -llevando a cabo importantes transformaciones - en edificios importantes para la vida cultural y de ocio. Y es que es indudable que la historia de Utrera también se ha escrito en este tipo de edificios que en la actualidad permanecen casi ocultos entre matorrales y vallas metálicas que los protegen de miradas indiscretas.
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