HISTORIA
El curioso viaje de unas conchas gigantes desde Filipinas a Utrera
La iglesia de Santiago el Mayor cuenta con estos curiosos elementos convertidos en pilas que albergan el agua bendita
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alberto flores
Utrera
Para los utreranos son unos elementos comunes con los que han crecido toda su vida, pero sin lugar a dudas se trata de una auténtica rareza y curiosidad que asombra a todos los visitantes que se adentran en las bellezas de la iglesia de Santiago ... el Mayor. Y es que desde hace décadas, este templo está hermanado con las profundidades marinas gracias a las dos enormes conchas que la imaginación convirtió en pilas para contener el agua bendita.
A falta de muchos datos que nos sirvan para conocer más de cerca estos curiosos elementos, lo cierto es que son realmente extraordinarios, tanto por sus características como por sus importantes dimensiones. Unas conchas que podrían haber pertenecido a una almeja gigante de más de 100 kilógramos de peso, y que proceden del Mar de Filipinas.
Para conocer cómo llegaron hasta Utrera estos elementos, hay que retroceder hasta el siglo XIX, un momento histórico en el que las islas Filipinas todavía eran una colonia española, por lo que el comercio, el intercambio y los viajes entre la península y este rincón de la otra punta del globo terráqueo, eran muy frecuentes.
Junto a estas pilas bautismales que han despertado la admiración de varias generaciones de utreranos aparece la siguiente leyenda: «Fueron pescadas en la isla de Tictabun en Filipinas el 6 de julio de 1886 y donadas por el Sr. José Márquez Torres». Según explica el historiador utrerano Javier Mena, «los Márquez fueron una importante familia utrerana, que estaban también entroncados con los Rivas y que ocuparon importantes cargos administrativos y políticos en Filipinas y que después de 1898, año en el que se perdieron las colonias, terminaron regresando a Utrera».
Ya tenemos más o menos acotada la búsqueda y conocemos a la familia responsable de que estas conchas marinas den la bienvenida a las personas que entran en la Iglesia, pero la pregunta que nos hemos hecho en numerosas ocasiones es: ¿Cómo demonios llegaron estas conchas a Utrera? Una pregunta para la que también tiene respuesta el propio Javier Mena, explicando que «probablemente estas conchas venían dentro de las bodegas de los barcos, que necesitan traer mucho peso para conseguir estabilidad y asegurar una buena navegación. Gracias a esta técnica también por ejemplo la familia de los Cuadra trajo a Utrera muchas obras de arte o se traía caoba desde Cuba».
Objetos curiosos
En Filipinas existen más de 7.000 islas, y son aguas en las que es habitual encontrar ejemplares de conchas parecidas a las que se exponen en Santiago, aunque las conchas de Utrera está claro que por su tamaño llamaron la atención en su época. Los años en los que llegaron a la ciudad, era un momento histórico en el que la curiosidad del ser humano lo había llevado a la creación de los primeros gabinetes científicos que posteriormente dieron paso a los museos, salas de exposiciones y academias. Por ello, el propio Javier Mena puntualiza que «igual que llegaron estas conchas a Santiago podrían haber pasado a formar parte de un gabinete de objetos curiosos, porque su tamaño es de récord».
La historia de la llegada de estas conchas a Utrera nos demuestra como también en Filipinas, al igual que pasaba en América, había familias utreranas que hicieron riqueza y que cuando volvían a su ciudad natal querían mostrar hasta qué punto habían llegado sus progresos. En esta tesitura Javier Mena resalta el papel de la familia Sousa, que incluso gestionó una pequeña empresa naviera en Manila, llegando a edificar un colegio.
Las conchas de la iglesia de Santiago de Utrera no son las únicas que a finales del siglo XIX se usaron como muestra de ostentación. En la geografía española también podemos encontrar otros ejemplos como el santuario de Nuestra Señora de la Antigua de Orduña, la ermita de Santa Catalina de Mundaka o el santuario de Torreciudad en la provincia de Huesca. Incluso el gran Antonio Gaudí las usó para decorar la Cripta de la Colonia Güell, tras recibir una donación del Marqués de Comillas. Una costumbre que incluso se puede admirar en otras iglesias europeas como San Sulpicio en París o San Nicola en Roma.
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