Tributo popular al casi centenar de mineros muertos en los doce pozos de las Minas de la Reunión

La extracción del carbón de hulla, ligada a la industria ferroviaria, propició la bonanza laboral y económica de un pueblo que alcanzó los relacionados con la actividad minera, y casi 16.000 habitantes de los cuales más de 2.000 estaban un centenar se dejó la vida en sus yacimientos.

El núcleo de población principal se trasladó a la cuenca a finales del siglo XIX conforme a la planificación de la compañía MZA con un urbanismo esbozado por el ingeniero jefe francés Edmund Thiery que hoy luce como atractivo turístico de esta localidad sevillana, declarada Bien de Interés Cultural en Andalucía.

El Ayuntamiento quiere saldar la deuda con su legado minero 44 años después del cese de la actividad, y ha abierto una convocatoria para que las familias de mineros fallecidos dejen constancia de ello, con la idea de levantar un monolito como tributo del pueblo a sus hijos caídos en la mina.

Viudas, hijos, nietos y bisnietos de mineros celebran esta iniciativa que trae a las nuevas generaciones el recuerdo de los vecinos que perdieron la vida en plena etapa de desarrollo local. A sus 79 años, Pepe Hinojos ha recuperado de los archivos documentales el nombre de cerca de un centenar de mineros que engrosan esta lista de trabajadores que se dejaron la vida en los doce pozos de la mina de La Reunión.

«Es difícil precisar cuántos murieron en los pozos porque más allá de las grandes explosiones a menudo había problemas y fallecían trabajadores», cuenta Hinojos. Los derrumbes, las explosiones o los corrimientos de tierra fueron una constante desde el inicio de la expotación de la cuenca en 1875 hasta el cese de su actividad en 1972, cuenta Pepe Hinojos a ABC Provincia.

En el siglo XX tres grandes tragedias jalonaron la actividad minera. La primera en 1904 cuando una gran explosión provocó el derrumbe de las galerías y atrapó a 62 mineros, que fueron rescatados al cabo de una semana y que no pudieron ser enterrados en la localidad debido a que en esos años no se había construido aún el cementerio.

Tres décadas más tarde, el 20 de agosto de 1936, las sirenas de La Reunión daban la voz de alerta a Villanueva del Río para alertar de un nuevo revés a los mineros: una explosión y derrumbe segó la vida a otros diez trabajadores.

La tragedia más reciente en el tiempo la anunciaron las sirenas el primero de septiembre de 1959, cuando una explosión de gas trisú acabó con la vida de 16 de 18 mineros que se encontraban en las galerías a medio kilómetro de profundidad.

«El monolito de homenaje a los mineros estará junto al emblemático Pozo 5 », explica la alcaldesa, María Josefa Ferre, que reconoce que el pueblo se configuró en torno a la mina. «Esos pasajes han estado muy presentes en la vida de los vecinos con historias que se cuentan de generación en generación», abunda la regidora, que trabaja en la promoción turística del enclave donde sobresalen construcciones singulares como las chimeneas e industrias auxiliares de los pozos cuatro y cinco, la iglesia de San Fernando, el economato, las casas de los directivos, el casino de los trabajadores, o el «castillete» de estilo neogótico que sirvió de estación eléctrica.

La historia ha llegado también a la literatura con la publicación el año pasado de la novela «Pozo 5» de la escritora Laura Tinajero , que centra su trama en el modelo de vida de este poblado en torno a la actividad minera.