Radiografía
El Palmar de Troya, el pueblo que hiberna cinco meses al año
Acabada la temporada de ferias en octubre, la mayoría de la población activa entra en un letargo hasta la primavera engrosando las listas del paro. Por lo cotizado, el municipio más joven de Sevilla es, a su vez, el más pobre de España
«En el Palmar de Troya todos vivimos de las ferias y en el invierno cobramos el paro»
El Palmar de Troya, el pueblo más pobre de España donde cada vecino tiene una renta de 608 euros mensuales
Sevilla
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Iniciar sesiónEn el Palmar de Troya no hay ningún reloj que marque las horas. En el pueblo más joven de Sevilla el tiempo se mide por otro calendario: la primavera es el sol naciente que se pone allá en mitad del otoño. Es lo que ... se tarda desde que se alumbra la feria de Mairena del Alcor y se lanzan los fuegos de la de El Cuervo. Por eso, esta pequeña localidad que antaño fue una pedanía de Utrera y que es oficialmente la más pobre de España, cuando llegan los fríos, hiberna. Entra en un letargo que en realidad es un trampantojo porque de octubre al mes de abril es cuando se llena de vida.
Apenas hay trabajo en el campo. Hace un lustro ya que la falta de lluvias ha dejado seca la tierra y también las peonadas. Los palmareños han vivido siempre del verdeo, vareando los enormes campos de olivo del Bajo Guadalquivir, y del almendro. Hoy son cada vez menos los que subsisten del sector primario y la mayoría de la población activa trabaja en los caterings que sirven las ferias de la provincia. En siete meses recogen el salario para todo un año y descansan en invierno con la paga del INEM, alguna que otra peonada o 'chapú' que vaya surgiendo. En una semana de feria, como la de Sevilla, pueden ganar 800 euros, de 140-160 al día.
Lo cuentan sus propios vecinos, que aprovechan las tardes al solecito del parque de niños que va paralelo a la avenida de Utrera en las terrazas de los bares. Antonio, el dueño de uno de ellos, deja claro que en su casa son tres y todos cotizan. «Yo no hablo por los demás, pero te voy a decir una cosa: donde hay un palmareño trabajando lo hace por siete de cualquier otro sitio».
El pueblo tiene tres sambenitos de los que empieza a cansarse. Uno es el de la dichosa estadística del INE. «¿Otra vez?», es la respuesta que dan casi todos al preguntársele por el hecho de que de nuevo El Palmar de Troya lidera el ranking de pobreza nacional. Y, pese a reconocer que hay mucho paro, también hay una fuerte economía sumergida que es como una losa casi imposible de levantar. «¿Mira alrededor -le dice al cronista otro vecino harto del asunto-. ¿Tú ves malos coches? Hace un año perdí el olfato por culpa del Covid pero, ¿tú no hueles cosas raras?». Lo comenta un hombre jubilado al que se le quedó una buena pensión trabajando durante 45 años en una empresa de mecánica. Y es cierto, paseando por algunas calles de El Palmar sobrevienen olores especiales que a veces acaban con una redada policial. Ese es el segundo sambenito: los titulares que copa el pueblo con las operaciones antidroga.
El tercer sambenito que tiene la localidad 106 de la provincia de Sevilla es la confusión habitual del pueblo con la secta que habita en las afueras. La finca La Alcaparrosa, donde supuestamente se apareció la Virgen a unas niñas del pueblo, es ahora un enorme recinto fortificado adonde acuden numerosos extranjeros, cada vez menos, que confiesan la fe tridentina que inventó el excéntrico y mitificado Clemente hasta crear un imperio que se ha ido diluyendo como un azucarillo.
Por eso, al preguntarle a los vecinos por la Iglesia Palmariana, diferencian entre «ellos» y el «nosotros». Una cosa son los palmareños, que son las gentes del pueblo que trabajan en las ferias, en las aceitunas o en los numerosos bares y ventorrillos, y otra los palmarianos. Éstos son los fieles devotos de una iglesia en extinción, cuyo esplendor se quedó encerrado entre los impenetrables muros de los que sólo sobresalen las torres de una imponente basílica a la que se accede para sus celebraciones a través de un portón enorme donde un guardia realiza un chequeo de la forma de vestir y las intenciones del visitante.
«En el Palmar de Troya todos vivimos de las ferias y en el invierno cobramos el paro»
Javier MacíasVecinos del pueblo con menor renta per cápita de España explican que hay muy poco trabajo en el campo por la sequía
Para los palmareños, el símbolo del pueblo no es la basílica que se levanta grandiosa al llegar por la carretera de Utrera, sino una torre que forma parte del escudo, que se le conoce como la del Águila. Por eso, todo lo que sucede en El Palmar es un oxímoron, una contradicción permanente que pone de manifiesto una realidad única en Sevilla. Ni la Iglesia Palmariana es ya lo que era pese a lo que parece, ni el pueblo parece lo que dicen las estadísticas. Sus vecinos consiguieron la autonomía, una especie de declaración de independencia y el derecho a autodeterminar que son gente trabajadora. Un pueblo vivo y que crece, sólo que ahora hiberna.
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