«En el Palmar de Troya todos vivimos de las ferias y en el invierno cobramos el paro»
Vecinos del pueblo con menor renta per cápita de España explican que hay muy poco trabajo en el campo por la sequía
El Palmar de Troya es el pueblo más pobre de España
El pueblo más pobre de España no lo parece. Las calles de El Palmar de Troya, que hace muy poco era una pedanía de Utrera, están cuidadas, con parterres llenos de plantas, naranjos ya repletos de frutas y los bares abiertos. Porque ... allí, en aquel lugar donde parece que no pasa el tiempo y que todo el mundo identifica con la secta que se instaló hace más de medio siglo y cuyos miembros apenas representan un 10% del censo de la localidad, si de algo saben es de cocina. «En la campaña de las ferias nos vamos todos a trabajar, desde que comienza la de Sevilla hasta que acaba la de El Cuervo, que es la última. Por eso aquí lo que hay son camareros y cocineros y se trabaja mucho para recoger un poquito para el invierno. Y después nos quedamos con nuestro parito».
Isabel Pérez atiende a ABC mientras prepara unos globos para celebrar un cumpleaños en la cafetería Mac Porri, que está al comienzo de la avenida de Utrera, que es la arteria principal de El Palmar. «Yo soy ferianta -añade Isabel- como casi todos por aquí, porque hay poco campo». Lo ratifica Antonio, un camarero que lleva 48 años viviendo en el pueblo y que conoce el paño: «Si no llueve, no hay campo. Cuatro años de sequía llevamos, y aquí no hay trabajo. Hay mucha gente parada, pero también currante».
Por eso, casi todo El Palmar de Troya vive de las ferias itinerantes desde abril hasta octubre. «Si vienes durante la Feria de Sevilla, el pueblo está vacío porque aquí lo que hay son catering que van a servir en las casetas. En una semana se ganan 800 euros. Por día en las ferias son unos 140-160 euros. Así se gana para todo el año».
Lo explica una joven que toma café junto con un grupo de amigos junto a un parquecito lleno de niños, símbolo de que el pueblo está vivo y tiene futuro pese a lo que dicen las estadísticas. ¿Y entonces, por qué está a la cola en las estadísticas nacionales? «¿Otra vez? -dice otro vecino que prefiere no dar su nombre cansado ya de que el pueblo sea famoso por la penosa estadística-. Porque aquí hay mucha economía sumergida. Mira los coches, son buenas marcas».
Desde que obtuvo la autonomía, el pueblo está incluso creciendo. Detrás de la calle donde se encuentra el centro de salud, el instituto, el polideportivo y el campo de fúbol de césped artificial hay un nuevo «barrio», con pequeños bloques de pisos.
Un olor especial
En el paseo de ABC por El Palmar de Troya se observan mujeres que van camino del pilates, las casapuertas abiertas al fresquito de este otoño tardío entre los campos de olivos donde muchos trabajan el verdeo. Ahora es la época de recogida de la aceituna negra. También hay almendros en los enormes latifundios que separan este pueblecito de la 'city' utrerana y que lindan con los altos muros de la finca La Alcaparrosa, donde se levanta imponente la basílica palmariana, que es un trampantojo, testigo de una época esplendorosa de una secta venida a menos que el resto del pueblo rechaza por la incomunicación de sus miembros.
Hay quien habla claro de ello, y de otras cosas. Lo dice Pepe, a hurtadillas: «Hace un año cogí el Covid y desde entonces no me funciona el olfato. Pero tú habrás comprobado cómo aquí, en algunos sitios, huele a cosas raras, ¿no?». Lleva razón, en algunas calles de El Palmar hay un olor especial, aunque quizá sea otro trampantojo.
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