Acogidos a sagrado en un convento de Arahal
Los Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca disponen ya de 108 plazas en el centro de refugiados que han creado en el antiguo monasterio de las madres dominicas donde estas personas han encontrado un primer hogar
Las tradicionales migas de los hermanos de la Cruz Blanca en Córdoba, en imágenes
Carmen González
Arahal
Entrar en el antiguo convento de Nuestra Señora del Rosario en Arahal es hoy en día hacerlo en una especie de torre de Babel donde puedes encontrar hombres y mujeres de muchos países diferentes, especialmente del continente africano. El monasterio, que en su ... día tuvieron que abandonar las madres dominicas hace casi diez años por falta de nuevas vocaciones, está gestionado ahora por la Fundación Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca, que llegaron a la localidad con el objetivo de ayudar a los demás o, como dice su propio lema, acompañar y transformar. Y vaya si lo están haciendo. Para muestra sólo hay que prestar atención a lo que se puede contar de la historia del camerunés Ibrahim Ngapma, un joven de 34 años, discapacitado, que llegó hace tres años a España sin esperanzas, sin familia, tan solo con un triste pasado. En la actualidad, mantiene una sonrisa sincera, un trabajo por horas y ganas de conseguir encauzar un futuro con una base formada por amigos y por un pueblo que lo ha acogido.
Cuando los agentes de la policía local de Arahal se cruzan con Ibrahim por la calle le dicen:«¡Qué pasa máquina!» y él les muestra su sincera sonrisa. Es un joven muy conocido en la localidad, donde lleva ya dos años. Llegó a Canarias hace tres años en patera después de hacer «la ruta» que es como se conoce al camino que recorren cruzando varios países hasta llegar a España donde sólo buscan un futuro mejor, o simplemente un futuro, lo que no tienen en sus países de origen. Él nació en Camerún, su madre tuvo trillizos y es uno de ellos. Su discapacidad se debe precisamente a un problema en el embarazo (padece una parálisis en la pierna derecha que le impide doblarla).
Recorrió Nigeria, Níger, Malí, Argelia y Marruecos, su travesía duró cuatro meses hasta que llegó a Canarias y pidió protección internacional por lo que lo mandaron al centro de acogida de Sigüenza. «Las primeras semanas en el campamento, no sabía dónde estaba», cuenta que para él fueron las peores. Llegó a un país del que no conocía su idioma (habla francés, algo de árabe, y la lengua de varias etnias de su país). Por eso su primer objetivo, en el que en actualidad sigue insistiendo, era aprender español en el que se expresa ya con cierta soltura.
Mercedes Alemán Cobo, coordinadora de los programas que se llevan a cabo en el centro de la Fundación Hermanos de la Cruz Blanca de Arahal, ubicado en el antiguo convento de Nuestra Señora del Rosario, explica que Ibrahim llegó a estas instalaciones después de que rechazaron su solicitud de asilo. Pero los profesionales de esta institución religiosa con carácter social, no tiraron la toalla. «Ibrahim ha vivido mucha violencia en su entorno, es una persona con discapacidad y en situación de vulnerabilidad», explica esta profesional. En la actualidad estudian recurrir este expediente de asilo para volver a abrirlo porque consideran que «no se ha tenido en cuenta su situación real».
«Mi paz se ha acabado»
El camerunés se vino abajo y pasó meses de incertidumbre cuando le negaron la protección internacional. «Mi paz se había acabado», dice y es la primera vez durante la entrevista que pierde la sonrisa porque estuvo meses con «mucha incertidumbre», sin pasaporte, sin permiso de trabajo. La esperanza llegó cuando aceptaron el recurso, presentado por los profesionales de Arahal, contra esta primera denegación de acogimiento. A su vez, han solicitado que se amplíe el 10 por ciento de la discapacidad que tiene ya reconocida con la presentación de nuevos informes médicos.
Actualmente, Ibrahim dispone de permiso de trabajo y se ha incorporado a la plantilla de una pizzería de la localidad con un contrato de 20 horas semanales, además estudia por la tarde en el Centro de Educación de Adultos. Todavía no tiene recursos suficientes para vivir solo, por eso sigue acogido en el programa de Personas sin Hogar mantenido por la Fundación. Asegura que «estoy muy contento en el pueblo, la gente es muy simpática», por eso, de momento, ve su futuro entre estas calles que ya conoce. También ayuda en el centro, recibe a los nuevos usuarios y hace de traductor.
Para Javier Morillo, uno de los responsables de Comunicación de la Fundación, Ibrahim representa un logro para el centro y sus numerosos programas. En 2020, a raíz de la pandemia de covid, se registró una crisis migratoria que saturó los centros de internación de la Península por lo que el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones buscó otras opciones. En este camino de especialización estaba la Fundación que, además de su actividad pastoral, se profesionalizó hace años para llevar a cabo una asistencia a personas que necesitaban ayuda y hacerlo en el seno de una familia. Programas humanitarios como el de Arahal tienen en los centros de Canarias, Algeciras, Córdoba y Guadalajara.
Empezó ese año en el antiguo convento uno de los programas que hacen más visible la actividad del centro asistencial, el humanitario. Este año disponen de 108 plazas para la primera acogida que se lleva a cabo a personas que cruzan la frontera de forma irregular, principalmente llegan en pateras a distintos puntos de las costas españolas o saltando la valla de Melilla. Y lo hacen en condiciones deplorables tanto física como anímicamente, después de recorrer miles de kilómetros andando, dejando atrás experiencias dramáticas y soportando violaciones y todo tipo de violencia. Esto sin contar que salen de su país de origen también por estas mismas razones.
Comenzaron con el programa humanitario el 15 de abril de 2020 y, en un principio, se acogían a mujeres solas o con hijos a su cargo víctimas de trata de blancas. En 2022 se cambia a acogida mixta y, desde finales de 2023, sólo hay en el centro hombres en la misma situación procedentes de países como Senegal, Malí, Camerún, Burkina Faso, Argelia y Marruecos.
«Mochilones»
Una vez que llegan al centro, el primer paso es pasar por el Plan Individual de Atención (PIA), primera toma de contacto con los profesionales del centro por medio de una entrevista donde profundizan en la situación del usuario y «los mochilones» que traen, como califica Mercedes Alemán a lo vivido por estas personas en sus países y en el trayecto migratorio.
Su compañero Javier Morillo apunta que lo más importante es, no sólo saber de dónde vienen y quiénes son, sino «qué quieren ellos». Porque «no están en una cárcel», tienen libertad para moverse y para irse con algún familiar, por ejemplo. En las instalaciones de Arahal cubren las necesidades básicas y se les ofrece asesoramiento y ayuda para regular su situación pero «primero hay que escucharlos», dicen.
Llegados a este punto, insisten en aclarar el bulo que corre por las redes sobre las ayudas que reciben del Estado español los inmigrantes. Toda la ayuda se gestiona por medio de este tipo de centros o similares, «es absurdo pensar que reciben ayudas económicas si no tienen ni un solo documento que los identifique, ni cuenta bancaria, y las administraciones tienen que justificar esas ayudas amparándose en la legalidad», apunta Javier Morillo. Son estas instituciones las que finalmente justifican cada euro que entra mediante la memoria anual de los proyectos y auditorías internas y de la Junta de Andalucía.
En Arahal trabajan 24 profesionales (dos de ellos los frailes franciscano de la Cruz Blanca), además de voluntarios que echan una mano en acompañamiento o clases de alfabetización. Es un equipo multidisciplinar con abogada, psicóloga, auxiliares de servicios múltiples, integradora y administrativos. Los proyectos están financiados por la asignación tributaria del IRPF y, además del programa humanitario, con un plazo de acogida de personas en situación de vulnerabilidad de tres meses, mantienen otro programa de empleo y ayudas económicas, que coordinan con el Ayuntamiento de Arahal y Cáritas, junto con dos plazas asignadas para personas sin hogar.
En otros centros de la Fundación trabajan también las denominadas unidades móviles en espacios de prostitución y personas sin hogar (dos plazas) dedicadas a usuarios que viven o ejercen su actividad en el entorno. «Aquí podemos actuar ayudando a sacarse una tarjeta sanitaria, empadronamiento o solicitar alguna ayuda», explica la coordinadora del centro.
En lo que respecta a la atención de las personas que llegan de forma irregular a España, cada caso es estudiado minuciosamente y en un plazo de tiempo que les permite organizar los proyectos migratorios de forma individualizada. Hay inmigrantes que tienen familia en distintas ciudades de España o de fuera, otros que son refugiados políticos, vienen de países en guerras o son perseguidos por su homosexualidad.
Tres años para regular su situación
Su situación tarda al menos tres años en regularse y puede hacerse por medio de distintos procesos. Uno de ellos es la solicitud de asilo en la que tienen que demostrar que no pueden vivir en su país de origen por temor a ser perseguidos por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenecer a determinado grupo social o por opiniones políticas. Se conceden a personas cuyo país esté en conflicto.
Mientras tanto, los usuarios del programa humanitario de la Fundación de los Hermanos Franciscanos Cruz Blanca de Arahal, salen cada día del antiguo convento donde ahora conviven y pasean por las calles del pueblo que se ha acostumbrado poco a poco a su presencia.
Los responsables y trabajadores del centro de acogimiento dicen que en Arahal les han ayudado mucho. Sólo tienen que pedir por las redes sociales pelotas y material deportivo para que lleguen por docenas, o disfraces para participar en el pasacalles de Carnaval. Incluso, disfrutan de las fiestas y, en cuanto pueden, se unen a ella como pasó el día de la cabalgata de Reyes Magos que un grupo de estos usuarios se arrancó a bailar con los beduinos del Rey Melchor.
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