Los mayores de Valme: más de mil años de devoción viva a la Virgen

Además de ser fieles incondicionales de la imagen fernandina nazarena tienen otro denominador común, más de 80 años y siguen viviendo, queriendo, amando y disfrutando Valme por encima de todo. Algunos han ostentado importantes cargos en la hermandad; otros, son hermanos de número pero siempre están en lo que se organice para la Virgen; los hay que aún no siendo hermanos no faltan a nada y lo más importante, todos se conocen y están unidos por un lazo inquebrantable de color azul y rojo por el que late sus corazones y que guía sus días. Entre todos suman más de 1.300 años de devoción viva a Valme.

Ellos son los pilares, los cimientos inamovibles, el sostén más firme de una devoción a Valme y que no derriba ni el más potente de los huracanes.

Las hermanas Tere y Charo Justiniano Arquellada, de 90 y 87 años respectivamente, recuerdan su devoción, desde siempre. De hecho, su abuelo fue Diego Justiniano Lamadrid, fue quien diseñó la actual carreta de la Virgen. Sus recuerdos son incalculables, llevan a la Virgen en una medalla a diario y nunca faltan a sus cultos. «Antiguamente no había sillas ni bancos suficientes en la parroquia y nos las llevábamos de casa para los cultos. Rizábamos flores para los carros desde Santiago, y, por supuesto, a diario nos encomendamos a Ella, para pedirle y darle gracias», afirman tímidamente porque siempre han querido pasar desapercibidas. El marido de Charo, José Luis Romero Galla, de 89 años, comparte esta devoción con su esposa y también la vivió desde niño. A sus hijos y nietos han dejado esta bendita devoción en herencia.

Manuel Moreno Pérez tiene 87 años. Ha vivido hitos importantes en la vida de la hermandad ya que fue el hermano mayor cuando se coronó a la Virgen, un objetivo que tenía desde pequeño y consiguió, participó en la procesión en Sevilla en 1948 y en la de 2023 y con su privilegiada memoria recuerda, vive y revive mil y un momentos en torno a Valme. Ella es el centro de su vida, como lo era de sus padres y lo es de sus hijos, nietos y empieza a serlo de su bisnieto. Está alrededor de la Virgen y cuando se le llama para algo relacionado con Valme siempre está más que dispuesto, disponible y encantado. Su labor ha sido y es fundamental para perpetuar esta devoción. Su hermana Carmen, tiene 89 años, y siempre asegura que «Valme es lo mejor del mundo».

Agustín López González 'El Quito' lleva 82 años viviendo por y para Valme, ya que nació en el seno de una familia devotísima. Más de 50 años en la Junta de Gobierno es un referente para quienes están y estarán. Su conocimiento y, sobre todo, su devoción impresiona. Y aunque está para todo y todos su legado, en su nieto Tomás, lo enorgullece.

Francisco González Burgos, más conocido como Paco Burgos, a sus 89 años. Siempre ha sido de Valme y durante muchos años teniente hermano mayor de la hermandad aunque, sin duda, haber sido prioste de la carreta de la Virgen lo ha enorgullecido siempre y haber tenido el honor de subir y bajar a la Virgen de su trono de papel rizado, aún más.

Juan Gómez Justiniano tiene 86 años y emocionado cuenta que «Valme es toda mi vida». Fue secretario de la hermandad en la Coronación, hace una carreta de flores en miniatura y a escala que han visitado colegios nazarenos y tiene un pequeño museo con recortes, fotografías, carteles, etc de Valme.

Elena González Díaz, con 91 años, es devota de toda la vida. De hecho, su única hija se llama Valme. Es camarera segunda desde hace casi cuarenta años y asegura que siempre le ha gustado todo lo que rodea a la Virgen aunque sobre todo disfrutaba en el besamanos, repartiendo alfileres y sus estampas. Junto a ella, su amiga María Luisa Díaz, la camarera por excelencia y más veterana, una institución en Valme. A sus 85 años sigue al pie del cañón y con su carácter afable siempre ha tenido y tiene bonitos gestos para quien necesitaba el valimiento de la Virgen; sin duda, su mejor intercesora.

92 años de devoción envuelven a Juanita Jiménez Pérez, con una estampa de la Virgen en su mesa de camilla, un cuadro en su cabecera, fotos por toda la casa y, sobre todo, una profunda fe; y un cuadro recibido el pasado año como hermana antigua. le reza a diario, agradece y con su gracia afirma «un día de estos me va a tirar el cojín de tanto pedir».

Pepa Arillo, más conocida como 'La chaparreja', a sus 86 años acude a diario a ver a la Virgen en el Sagrario y a todos los cultos, sea la hora que sea. Antes con su hermana María y ahora también con su prima Encarna Espina, cuando puede, son incondicionales y aunque haga calor, frío o llueva, para Valme, siempre están. Y no sólo ellas, sino sus hijas y nietos, un batallón de valmistas empedernidos. La amiga de Pepa, Pepi Rodríguez está a punto de cumplir 81 años y tampoco falta a nada. Es más siempre lleva a «mi Virgen de Valme» con ella, en sus estancias veraniegas en Sanlúcar y hasta en un viaje al Medio Oriente en el que fue a ver su sobrina.

Valme es la devoción del pueblo. Así lo manifiesta Antonio Alonso Muñoz 'El Pelao'. Tiene 82 años y su padre, Antonio Alonso Madueño era encargado del Cortijo de Cuarto, incluso en la época de la Guerra Civil. Siempre ha estado vinculado a Valme, es el menor de cinco hermanos, una de ellas llamada Valme, y no concibe que «alguien de Dos Hermanas no pueda ser de Valme, Valme es Dos Hermanas«. Es una persona muy mariana y ya, a su edad, no se pierde el paso de la romería en su esquina de la calle Alcoba, a la ida y a la vuelta. Su mirada hacia Ella cuando pasa habla por sí sola.

De igual forma, Manuel Mendizábal Merino, con 84 años, tiene el cordón de la hermandad tan gastado que sólo se distingue el azul y se ha perdido el rojo. Su mujer, Pepi, era muy devota de Valme y compartía devoción con él. Acude a ver a la Virgen siempre que puede, a sus cultos, aunque llueva, ya acompañado de su hijo pequeño Miguel Ángel, el que más ha heredado esta devoción seguido de María José y Manuel. En su casa el olor a nardos es el aroma habitual y recuerda con sonrisas sus romerías de antaño.

Paco Alba cumple en unos días 90 años. Devoto de Valme por su madre, Josefa Carballido Rivas, perteneció a tres juntas de Gobierno, de Curro Gómez, Alonso López e Isidoro Peña. Y tiene recuerdos imborrables en torno a lo que significa Valme.

Paqui Garrido tiene 82 años y siempre está en la Iglesia cuando hay algo de Valme. De toda la vida acude y de siempre, y ahora más, hace una importantísima labor rizando flores de papel, con sus vecinas y amigas para las carretas.

Fernando Cano-Romero, a sus 88 años, y pese a no vivir ni ser de Dos Hermanas profesa una gran devoción a Valme, tanto que nunca falta a sus cultos ni a la romería, y siempre lleva a la Virgen en su pensamiento y en su corazón.

De quienes ya no están entre nosotros hay muchos que han dejado una contundente y firme devoción. El caso de Josefa Tinoco, que desde el zaguán hasta el lavadero de la azotea, en una casa de varias plantas, en todas las dependencias tenía una estampa de Valme y, afirmaba, que «cada día le hacía un milagro». Su hijo, José Ramón Gómez, fue hermano mayor de la hermandad y en sus hijos y su nieta Lucía perpetúa el amor a la Virgen.

Es incalculable los que se fueron dejando este gran legado de amor a Valme, como Miguel Gil Pachón o José Caro Arias, y miembros de conocidas familias como Gómez, Martínez, Varela, Oñós, Luceño, González, Rivas, Salguero, García, Peña, Cardona, Lozano, León, Chamorro, López, Holgado y un larguísimo etcétera. Gracias a ellos la devoción a Valme sigue viva y seguirá por los siglos de los siglos.