medicina
'Don Casto', el doctor en Pediatría y profesor universitario que nunca fue al colegio ni al instituto
A sus casi 90 años son cientos los vecinos que aún lo paran por la calle para agradecerle su trabajo
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En unos meses cumplirá 90 años aunque sigue teniendo una vitalidad que no va acorde con su edad. Eso sí, el cariño que le tienen los nazarenos se va multiplicando a medida que pasa el tiempo pese a que ya hace años que ... se jubiló como pediatra. Es Casto Carmelo Estefanía Gallardo, popularmente conocido como 'Don Casto' en toda Dos Hermanas.
Nació en El Saucejo y a los pocos meses su familia se trasladó a Estepa, donde estuvo hasta los 18 años, y lo conocen como 'Castito'. Su historia es cuanto menos curiosa, ya que este médico, Doctor en Medicina, especialista en Pediatría y Puericultura por el Ministerio de Educación en el año 1976, y jefe de la Policlínica de Pediatría del Hospital Virgen Macarena, nunca fue al colegio ni al instituto.
«Por entonces, los niños cuando tenían 10 años los sacaban de la escuela y se iban a trabajar al campo. Mi padre, que era funcionario de Correos, no quería eso y nos enseñó en casa. Tenía un horario de trabajo que le permitía darnos clases y ponernos a estudiar», recuerda. «Empezábamos temprano con las asignaturas menos densas y luego seguíamos con matemáticas, lenguaje,… Para el Latín, Griego e Inglés nos ayudaban a mi hermano y a mí los Franciscanos que estaban muy preparados y nos examinábamos por libre en Osuna», prosigue.
Hasta el Bachiller y la Reválida los preparó su padre. Por esa época, su madre, que era maestra se trasladó a Dos Hermanas y su padre empezó a trabajar en Correos en esta localidad. Desde aquí ingresó en la Universidad, en Medicina que era su ilusión y después se especializó en Pediatría. Compaginaba el trabajo en el Sanatorio El Tomillar con la Cátedra de Pediatría en el Hospital Universitario Virgen Macarena.
Investigación
Apasionado de su carrera y de su profesión, disfrutaba con la investigación e impartiendo clases, de la mano de quien considera su maestro, el profesor Suárez Perdiguero. Iba a Sevilla a diario y pasaba allí la mayor parte del tiempo.
Poco antes de casarse, con su primera y única novia, Aurora Cabezuelo Rodríguez, en 1966, abrió una consulta privada y fue entonces cuando empezó a darse a conocer en Dos Hermanas.
Hace más de seis décadas de esta apertura y recuerda cientos y cientos de anécdotas de quienes pasaron por su consulta. En esta le ayudaba su esposa aunque sólo a coger las citas y pasar a los pacientes: «una vez dentro éramos la madre o los padres, el niño o la niña y yo», afirma.
Ese estado de privacidad y complicidad que creaba con las familias generaba tranquilidad y, sobre todo, agradecimiento, porque si veía que alguien no podía abonar la consulta no le cobraba pero jamás dejó de atender a alguien enfermo. Eso sólo lo sabían quienes estaban dentro de la consulta y su mujer, al final del día, cuando tenía que organizar las cuentas.
«Es mi vocación y aparte de atender en el horario de consulta aquí llegaba mucha gente, de noche o temprano por la mañana, con niños con fiebre, convulsionando y mi mujer me llamaba para que los viese. Ni ella ni yo podíamos dejar de ver a un enfermo», apunta. «Eso sí, nos traían melones, tomates, fruta,… natural y riquísima para darnos las gracias, lo que podían pero sin pedírselo jamás», apostilla.

Muy querido
Don Casto reconoce que nunca ha sido una persona ambiciosa sino entregada a su profesión, estudioso y siempre investigando para estar al día y saber más. Especializado en nutrición infantil sabe que es la base de una buena salud y los problemas de algunas enfermedades, sobre todo, en su época de médico. Trabajó de forma directa con firmas como Nestlé e incluso cuando veía que a algún paciente necesitaba leche o complementos y no podía pagarlos, él se encargaba de dárselos. Su psicología con las madres, su buen hacer médico y su preocupación por la salud infantil lo han llevado a ser una persona muy querida en Dos Hermanas. Actualmente, camina por la calle y lo paran a saludarlo, a darle las gracias por lo que hizo por su hijo o su nieto, a contarle anécdotas,… algunas que no recuerda ya que podía ver una media de 15 niños al día.
«Yo estoy muy, muy agradecido al pueblo de Dos Hermanas; sí, he trabajado mucho pero he tenido también muchas satisfacciones además del cariño y el afecto del pueblo», confiesa. Su carácter solidario lo llevaron a ser, durante una época fue jefe de Cruz Roja, junto a Miguel Gil Pachón.
Recuerda que el 90% de su trabajo lo ejercía en la consulta aunque había algunos momentos que se trasladaba a domicilio, al barrio de San José, por ejemplo. «Como sabía inglés, también me llamaban cuando lo necesitaban del Camping Villsom, que estaba lleno de extranjeros», rememora.
Su esposa ha sido su pilar fundamental no sólo familiar sino también en su profesión ya que, pese a que ella estudió Protésico Dental y tuvo idea de abrir un laboratorio, se decantó por ayudar a su marido en la consulta, llevar la casa y sus dos hijas, Aurora y Carmen. «Tengo unafamilia excepcional, la verdad», apostilla.
Don Casto estuvo al frente de clases de Medicina más de cuatro décadas y como profesor titular de la Cátedra de Pediatría, en Macarena y Valme, más de 22 años. El alumnado lo recuerda con mucho cariño. Ha dirigido cientos de tesis doctorales, muchas de ellas se encuentran todavía en su consulta que, aunque hace décadas que cerró sus puertas al público permanece intacta: con la camilla, peso, estetoscopio, instrumental médico,... También ha publicado multitud de artículos en revistas científicas.
Ni sus hijas ni sus nietos han heredado su vocación médica aunque su huella en Dos Hermanas y su legado ha sido y es profunda. Así el Ayuntamiento le reconoció su trabajo, por su labor médica y humana, rotulando una avenida con su nombre.
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