los palacios
Taberna Currón, sin tapas y solo para hombres desde hace 63 años
José Begines, hijo del fundador, es el alma de este peculiar establecimiento en el que los clientes se llevan la comida
fernando rodríguez murube
¿Es posible imaginar una Sevilla en la que no tuvieran cabida las tabernas y las tascas de toda la vida? Eso es algo harto complicado que suceda, poco menos que imposible. O al menos que ocurriese sin que se perdiera la identidad y la ... idiosincrasia de su cultura.
Para Honorio Blasco , escritor docto en el mundo tabernario, éstas, «se llamen como se llamen en cada época de la historia, son el origen de todos los espacios relacionales y de hospitalidad, desde el origen de nuestra cultura hasta nuestros días». Y es que ¿dónde se puede palpar mejor la simpatía, el gracejo, el dinamismo y las ganas de guasa que tanto atrae al turista que en una taberna?
Un lugar paradigmático donde poder disfrutar de este patrimonio inmaterial es, sin duda, la Taberna Currón, en Los Palacios . Ésta es de las auténticas y genuinas, de las que siempre tienen la misma clientela y en las que la relación entre tabernero y consumidor va mucho más allá de un simple servicio. Fundada en 1952 por Antonio Begines (actualmente regentan el negocio su hijo José y su nieto José Antonio), ha conseguido, sin perder ni un ápice de sus señas de identidad, atraer a gran número de jóvenes que comparten vivencias y anécdotas con los mayores, aprendiendo los unos de los otros doctrinas de la vida y obviándose por completo el salto generacional que a menudo dificulta la comunicación e impide el entendimiento en la sociedad actual.
José Begines (1951), personaje elemental para conocer la idiosincrasia palaciega y alma de este emblemático establecimiento, es un auténtico showman ; sabiduría, frescura y guasa a partes iguales, siempre tiene un guiño humorístico o chascarrillo en forma de rapapolvo o de apodo improvisad o para cada uno de sus fieles parroquianos...
Y siempre a viva voz, en el Currón todo se dice a viva voz. En la barra lleva el timón su hijo José Antonio (1978), infatigable, eléctrico y digno sucesor, atiende y anota las diferentes cuentas a la antigua usanza, a tiza en un barril. Ambos coinciden en la receta para mantener la esencia durante más de medio siglo y conseguir que funcione como negocio: « Hay que tener una paciencia y un temple a prueba de bomba, además de mucha mano izquierda y sentido del humor».
«Ancá Currón» se puede compartir mostrador con el alma más pusilánime del globo, con el más dicharachero y con el que a las primeras de cambio se arranca a cantar un fandango en cuestión de segundos. Esta mezcla consigue una amalgama tan variopinta capaz de dibujar un ambiente muy especial.
Entre las muchas peculiaridades de este negocio destaca el hecho de que, pese a no estar prohibido, no entran mujeres salvo en contadas excepciones . Y es que hace sesenta y tres años fue creado como punto de encuentro de los hombres que acababan de terminar sus respectivas jornadas en el campo y apetecían degustar el mosto que allí mismo pisaba Antonio . Hoy día se sigue respetando esa tradición.
También como en sus orígenes, tiene la particularidad de que no se sirve comida, solo altramuces, cacahuetes, aceitunas y aliño de papas . No obstante, allí come todo el mundo. Son los propios clientes quienes traen los alimentos. A diario uno o varios grupos de amigos se citan en su patio para cocinar una paella o una barbacoa cuyos ingredientes han aportado ellos mismos. Los dueños apoyan estas iniciativas aportando las paelleras o planchas que hagan falta sin cobrar nada, solo hay que pagar la bebida.
Por estos y otros detalles, Currón forma parte de ese reducto tabernario que perdura en el tiempo y que sigue reflejando estampas que ya describiese en el siglo XIX Bécquer en «La Venta de Los Gatos», donde queda patente el embrujo y magnetismo de estos bares.
Taberna Currón, sin tapas y solo para hombres desde hace 63 años
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