ecija
Abren una granja para cuidar a su hija, con el síndrome de «la bella durmiente»
Tras dejar sus trabajos, Antonio y Aurora Rodríguez producen ahora huevos camperos para poder estar con su hija adolescente
ángela lora
Los nombres de más de doscientas personas dan la bienvenida al llegar a la Granja San Antón , única productora de huevos camperos del entorno de Écija . Los estamparon en la pared Aurora Rodríguez y Antonio Rodríguez a modo de agradecimiento ... a las 242 familias que con su ayuda hicieron posible que la granja se convirtiera en realidad y sustento de una familia que la mantiene viva con enorme tesón.
Aurora y su esposo Antoni o no tenían experiencia en la gestión de granjas, pero tuvieron que aprender para poder desarrollar un trabajo que fuera compatible con el cuidado de una de sus dos hijas, afectada por una enfermedad poco frecuente: el síndrome de Kleine-Levin, también denominado «síndrome de la bella durmiente».
Este desorden neurológico, que afecta fundamentalmente a adolescentes, se caracteriza por episodios de sueño prolongado -hasta 20 horas al día- y alteración del comportamiento. Tras las crisis, se vuelve a la normalidad, la mayor parte de las veces sin recordar nada de lo sucedido.
Aunque suele desaparecer después de varios años, se trata de una enfermedad «muy complicada y muy difícil de entender», afirma Aurora, con muy pocos casos diagnosticados en el mundo. Entre otras cosas, el afectado requiere una atención constante, lo que obligó hace varios años a la pareja a abandonar sus trabajos y buscar una alternativa, que llegó con la granja y la ayuda de estas familias a través de un programa de televisión.
«Después de una experiencia así, la vida se ve de forma completamente diferente», señala Aurora, quien cuenta que, para su sorpresa, la ayuda llegó de muchas formas: económicamente, mediante trabajos en la granja, servicios de gestoría o incluso con una invitación a pasar unas vacaciones en Galicia.
El vínculo que se ha creado entre las familias es «muy especial», cuentan, pues, tal y como admiten, ocurre que personas allegadas «nos han dado la espalda, mientras que éstas, que no nos conocían de nada, no nos han juzgado y nos han tendido la mano». Según confiesan, al principio sentían cierto malestar por tener que recibir ayuda, pero luego se dieron cuenta de que «los demás no piensan que estés pidiendo, sino que tienes un problema y quieres salir adelante».
La granja ha ido creciendo poco a poco gracias a sus esfuerzos en el año y medio que lleva abierta, y las más de 800 gallinas que mantienen en el terreno producen lo suficiente como para abastecer a unos pocos restaurantes y establecimientos comerciales en Écija, Córdoba y Sevilla, así como a clientes particulares, a quienes reparten sus productos a domicilio un par de veces en semana.
Aunque la competencia en la distribución es alta en la zona, cuentan con la ventaja de ser la única granja del entorno que produce huevos camperos, nacidos de gallinas en libertad, algo que, aseguran, «se nota en su calidad, nada más abrir el huevo». «Mis hijas dicen que las gallinas viven mejor que nosotros», bromea Aurora.
Incluso se han atrevido con la siembra de verduras, hortalizas, legumbres y fruta s, de modo que también ofrecen lechugas, patatas, cebollas, tomates, sandías, melones, etc. «Esto tiene que salir sí o sí», subraya el matrimonio, confesando que la cría y la siembra no son trabajo fácil y que el cambio que ha experimentado su vida ha sido «radical», pero con la idea clara de que por sus hijas lo hacen «todo».
Los ritmos de la granja les permiten organizarse y poder atender a su hija cuando lo necesita. Además, están en contacto con otras familias cuyos hijos también padecen este síndrome y reciben ayuda psicológica.
El camino hasta llegar a este punto «hay sido muy duro » para toda la familia y aún lo sigue siendo, reconocen, pero tienen esperanza en el futuro y ganas de trabajar para seguir creciendo, con la idea de poder legar este proyecto a sus hijas el día de mañana.
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