Pedrera
Los cráneos aparecidos en la Sierra Sur pueden tener unos cinco mil años
Cuevas funerarias descubiertas en el yacimiento de Getsemaní pueden arrojar luz sobre la vida de sus primeros habitantes
Los restos óseos hallados el pasado lunes en el yacimiento de Getsemaní, en el término municipal de Pedrera, podrían ser del tercer milenio antes de Cristo, es decir, en torno a unos cinco mil años de antigüedad.
Los pronósticos del arqueólogo José Miguel Bascón Mateos se cumplieron cuando se comenzó a realizar una excavación en una mancha anómala situada a pocos metros de una cueva artificial en el yacimiento arqueológico de Getsemaní-Cerro del Ojo. Los trabajos han sacado a la luz una nueva estructura funeraria de mayor tamaño que la que se encontrará el pasado mes de febrero.
El arqueólogo señala que se trata de «una segunda cueva que se compone de una corredor en galería de unos dos metros de longitud que permiten el acceso a una cámara principal semicircular». A pesar de que la cubierta abovedada de la cueva se encuentra arrasada, los niveles dedicados al enterramiento se encuentran aparentemente intactos.
Mientras realiza con el voluntario Jesús Ángel Reina el análisis estructural en el que se articula la construcción -para lo que se investiga la inclinación de la entrada- llama especialmente la atención la aparición de una gran roca «calzada con pequeñas piedras», posiblemente para el sellado de la cámara principal. Un método que se empleaba para evitar posibles expolios.
En su interior, y a falta de su correspondiente clasificación, han aparecido los restos de lo que podrían ser uno o dos cuerpos. Como en el primer descubrimiento sus seres queridos llevaron las piezas de ajuar para acompañar a su familiar. En esta ocasión se han descubierto enseres propios de la industria lítica entre los que se encuentran azuelas, hachas, cinceles y punzones. Unos elementos que en el futuro arrojarán más luz sobre los antepasados de la Sierra Sur.
«Se puede ver cómo algunos de estos elementos están realizados con los mismos materiales del ajuar de la primera cueva», señala Bascón. Son pequeños vestigios que conforman con mayor fuerza las posibles redes comerciales y de comportamiento de los habitantes que poblaban la zona.
El pasado mes de abril se descubrieron las primeras evidencias de que el arqueólogo se encontraba ante una cueva artificial dedicada al enterramiento de los antiguos habitantes de la Sierra Sur. En ella aparecieron diferentes restos humanos entre los que se encontraron una costilla, dos cráneos, un fémur, una tibia, lo que podría ser un húmero y varias piezas dentales, de las cuales se guardaron con cuidado muestras en bolsas herméticas para su documentación y posterior estudio.
Acompañando estos restos se descubrieron grandes piedras con pigmento ocre cinabrio usados en el ritual de enterramiento para hacer el lecho sobre el que colocaban los cuerpos. En el proceso de vaciado de tierra también aparecieron dos hachas pulimentadas, dos láminas de sílex -utilizadas como cuchillos- y una botella de cristal con la página de un periódico fechado el 27 de noviembre de 2006.
La cavidad, una cueva artificial de cámara simple de unos dos metros y medio de diámetro y una altura de 1,40, se mostró como una construcción sólida y en la que se siguió el rito funerario de poner un lecho de piedras sobre el que descansarían los restos. Los diferentes estudios que se realizarán de ADN, palinología, caracterización de materiales y carbono 14, entre otros, arrojarán nueva luz a los datos que ya ofrece el descubrimiento en lo relativo al sistema de construcción y tipología de estructura fúnebre.
Estos descubrimientos han sido posibles gracias al acuerdo de cesión del espacio entre el Ayuntamiento de Pedrera y la cooperativa y apuntan a que «nos hallamos ante una serie de enterramientos en cuevas artificiales que se podría enmarcar dentro del tercer milenio antes de nuestra era», explica Bascón. Esta serie podría estar formado por más de 20 cuevas funerarias. Bascón indica que el gran valor de la zona ya fue mencionado por las investigadoras de la Universidad de Sevilla, Encarnación Rivero Galán y Rosario Cabrero García en los 80.
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