Mensajes de esperanza
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Está ahí desde hace varios días, atada a la señal, expectante y anunciadora de algo que no se producirá. Lo que otros años era motivo de celebración -¡Ya la han colgado, ya no queda nada!-, hoy te induce incluso a la sonrisa. No existen ya ... siquiera la pena o la nostalgia . El cartel de «Cuidado, cera en el pavimento» se ha quedado tan obsoleto como las noticias que enumeraban, hace menos de un mes, unos pocos infectados en la ciudad. La plaga llegó a Sevilla , como nos lo venían anunciando desde hace semanas sin que nadie hiciera caso, ufanos en nuestros quehaceres y preocupaciones cotidianas.
El miedo lo ha inundado todo, incluida la Cuaresma. Hasta la propia palabra suena extraña, perdida. Por eso, el mensaje de aliento que el pasado lunes transmitió el arzobispo de Sevilla a través del canal de Youtube de la Archidiócesis nos resulta tan reconfortante y lleno de esperanza . Don Juan José nos anima a rezar por los enfermos y los difuntos desde la Fe en estos momentos tristes y dramáticos que vivimos, pero siempre con la certeza de que el Señor saca bienes de los males y de que Dios, incluso bajo la amenaza de la enfermedad, nos regala su Gracia infinita para confortarnos y fortalecernos.
El bien de sentirnos amados, de hallar en el prójimo la solidaridad y el encuentro que se perdieron en los rocosos caminos de la rutina y el desencanto, el bien de la autenticidad del cristiano que ahora, confinados en nuestras casas, sentimos en lo más profundo de nuestro ser. Cuánto bueno hacen las parroquias y las iglesias de Sevilla al acercarnos la celebración de la Eucaristía a través de sus páginas web y redes sociales.
Cuánta necesidad de recibir a Jesús vivo , de tenerle cerca, aunque sea a través de una pantalla. Muchas familias al completo se reunieron el pasado domingo frente a sus móviles y ordenadores para escuchar la Palabra de Dios , y el próximo domingo serán decenas los sacerdotes que derramen por Sevilla y su provincia el espíritu vivificador de la Eucaristía.
Jesús nos sujeta, nos ayuda y nos levanta para vivir la ecuación que iguala la Cuaresma y la conversión. Por eso, y aunque la cera que mancha el pavimento no llegue el 5 de abril, ni haya peligro en resbalarse cuando el calor apriete o la tenaz lluvia de Viernes Santo haga acto de presencia, el gozo de tener a Dios cerca nos permitirá vivir una plena y santa Semana Santa .
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