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Vírgenes de Sevilla

La Paz: Kilómetro cero de la infancia

«El reloj marca la una y un bucle temporal abre siempre esa misma puerta. Un año… y ahora otro. Y ese niño sigue en esa misma esquina, pero ahora lleva de la mano a su herencia»

La Virgen de la Paz un Domingo de Ramos J.J. Úbeda
Javier Macías

Javier Macías

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La Virgen de la Paz un domingo de Ramos ABC

La puerta del sol de la primavera es un lugar multicolor donde se funden el celeste del cielo con el añil violáceo de los árboles del amor, los paraísos y las buganvillas que se aferran a las fachadas regionalistas encaladas; el verdor del Parque; el ... granate de los geranios del jardín; los naranjos estallados de azahar que abren paso a un río de plata, caudal de pureza; los grises de las chaquetas y los tonos pastel de los vestidos del día grande; el oro neobarroco del canasto… y todo se ve traslúcido desde una malla por donde la que se desparrama este arco iris. La Virgen de la Paz es la infancia de la Semana Santa, que nace con el sencillo gesto de abrir unas puertas. Allí, siempre en la misma esquina, está el niño de la mano de sus padres: repeinado, chaquetita de marinero, pantalones cortos, calcetines de canalé y zapatos Gorila que ya apuntan el primer rocetón en el talón, estreno de Domingo de Ramos. El reloj marca la una y un bucle temporal abre siempre esa misma puerta. Un año… y ahora otro. Y ese niño sigue en esa misma esquina, pero ahora lleva de la mano a su herencia. Nada ha cambiado. En ese giro hacia Brasil vuelve a sonar ‘Rocío’, el son de un flautín que marca el compás del tiempo. Todo está por venir.

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