EN CUARENTENA
Lo profano
La Cuaresma no sería la misma sin esos ritos que configurar la liturgia propia del cofrade: el ensayo de costaleros, los montajes o el aceite del pescao frito en la americana
Programa de la Semana Santa de Sevilla 2025
La Cuaresma es un tiempo de esperanza para los que sabemos que al final del camino siempre nos espera la meta de la Resurrección. Son días esperados por lo que suponen para la identidad propia de los cofrades, pero también representan una oportunidad única para ... detenernos en lo importante, reencontrarnos con algo tan sencillo y tan poco frecuente como es la oración, y despojarnos de lo accesorio para centrarnos en lo que verdaderamente da sentido a nuestro ser como Iglesia. Pero hoy me van a permitir que ponga en valor esos ritos ciertamente profanos que también dibujan la esencia de estos cuarenta días en las hermandades. Esas cuarenta noches de experiencias, trabajo y tradición sin las que no se entendería la víspera y que complementan la liturgia y el espíritu eclesial que marca el primigenio sentido de esta celebración penitencial.
Les hablo de esa dualidad que permite al sevillano afrontar el verdadero sentido de la Cuaresma sin perder de vista la oportunidad de disfrutar de esas otras tradiciones que la rodean. No son incompatibles. Es más, deben ser complementarias. El tiempo que nos lleva del Miércoles de Ceniza a la Semana Santa es un camino marcado por el culto y la oración, nadie lo pone en duda, pero también es un calendario que enmarca la belleza de una noche de ensayo de costaleros entre amigos, las anécdotas que se cuentan una y otra vez en medio de una convivencia en la casa de hermandad o la fortuna de que el prioste te elija para apretar las tuercas de los pernos de una candelería. Son las noches eternas de montaje y la plata que se limpia con repeluco. Es la cola para sacar tu papeleta de sitio y el probarte en casa la túnica con el recuerdo a las manos dulces de tu abuela que te soltaba el dobladillo. Es el olor a pescao frito y el aceite que se te pega en la americana y es el aroma a cera virgen de ese consomé sacro con el que se funden las velas de un altar o de un paso de palio.
Son tantas cosas, como experiencias nos ofrece el propio pertenecer a una cofradía, que a nadie se le escapa que sin ellas la Cuaresma estaría huérfana de esa otra mitad sin la que no se entendería tal y como nos la enseñaron quienes nos precedieron en esta bendita aventura. Porque Dios, ese al que veneramos, siempre está en todas partes. Por eso, también se hace presente estos días en todos aquellos ritos profanos que resucitan en el interior de cada hermandad para devolvernos el sentido de la espera y la ilusión de la víspera.
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