De capa | martes santo
Jubileo futbolero
El Martes Santo de 1997, igual que este jueves, el Betis jugó de camino a una final en plena semana mayor
La Semana Santa futbolera empezaba y acababa, cuando entonces, el Domingo de Ramos al mediodía. Era probable que algún aficionado se topase, camino del Villamarín, con nazarenos de La Paz acudiendo a San Sebastián, donde nunca faltaba algún recalcitrante con transistor que daba cuenta de ... las novedades: 1-0 ganó el Betis el derbi de 1986, con gol a Buyo de un fino centrocampista canterano por quien se denominó aquel día, per secula seculorum, como Domingo de Romo. José Ramón González, que así se llama el exfutbolista, completó su vida laboral como autobusero de Tussam, un oficio de menestral impensable para sus sucesores.
Apenas un decenio después, en 1997, el calendario balompédico ya se había complicado por el exceso de partidos y la liberalización del mercado televisivo. Había fútbol todos los días, también en aquel Martes Santo siberiano. No cayó ni una gota de la lluvia con la que amenazaban los partes meteorológicos, pero hacía más frío que pelando rábanos, lo mismo entre el cuerpo de nazarenos de La Candelaria a su paso por los Jardines de Murillo que en las gradas de Heliópolis, donde el Betis recibía al Celta en la ida de la semifinal de la Copa del Rey. Ganaron los chicos de Serra Ferrer por la mínima con gol de Nenad Bjeliça, que nació el 1971 en la República Socialista de Yugoslavia pero que por entonces, guerra de los Balcanes mediante, ya era ciudadano de la muy católica Croacia.
Pasado mañana, también de camino a una histórica, el Betis juega en el otro gran bastión del catolicismo del Oriente europeo: Polonia. A la segunda Copa UEFA del Sevilla, la de 2007, también la salpicó cierta polémica relacionada con la Semana Santa, ya que la ida de los cuartos de final contra el Tottenham se disputó en el Sánchez-Pizjuán nada menos que un Jueves Santo. Tres millares de ingleses, hostiles a Roma desde el cisma de Enrique VIII y hostiles en general por su inclinación hooligan, invadieron la ciudad macerados en alcohol y con pintas –sin ánimo de ser prejuicioso– de no mezclar bien con las señoras de mantilla que acudirían esa tarde a los oficios. La autoridad competente los estabuló junto a la estación de Santa Justa y de allí no se movieron. Prefirieron, para sorpresa de nadie, consumir cervezas a un euro antes que llegarse a la salida de la Quinta Angustia.
El Martes Santo de 2004 también fue abrileño y de cuartos de Champions League. Contra todo pronóstico, el Mónaco de Morientes y Giuly remontaba en el Louis II (3-1) la eliminatoria que traía casi perdida del Bernabéu, aunque la peña antimadridista que esperaba a San Benito con la radio de fondo no terminaba de fiarse. Bajamos unos cuantos para ver el palio, más por evitar los nervios de los últimos minutos que por contemplar el rostro de la Virgen de la Encarnación, que se paró a nuestra vera en el mismo momento en el que atronaba un grito de júbilo desde el balcón. «A chuparla el Madrid», bendito sea ese costalero, se oyó a través de los respiraderos.
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