Con la venia
No tengáis miedo
¿Se dan cuenta? No hemos hecho otra cosa que tener miedo desde que comenzó este puñetero siglo. En Sevilla también estrenamos el milenio aterrorizados. Fue aquella Madrugada en la que el pánico se adueñó de nuestras calles por unos instantes eternos

Dicen que el pasar de los años enseña muchas cosas; sin duda la que mejor enseña es lo rápido que pasan. De cualquier cosa hace ya veinticinco años. El cuarto que le llevamos comido, por ejemplo, a este siglo XXI cuya llegada se aguardaba con ... tanta expectación, pero que nos lleva matando a disgustos prácticamente desde que empezó.
Primero fueron sus vísperas, aquello del efecto 2000 que iba a provocar un caos global por culpa de unos ordenadores que no habían sido programados para registrar la fecha del nuevo milenio. Se dijo que las centralitas se iban a volver locas y nos cobrarían las llamadas de felicitación de Nochevieja como si hubiéramos estado hablando por teléfono un siglo entero (y con las tarifas de entonces), pero eso era lo de menos.
El efecto 2000 también haría que los misiles nucleares se lanzaran ellos solos, mandándonos a todos a hacer puñetas. Aquello no pasó, pero sí pasó lo de las torres gemelas, después lo del 11-M y mientras tanto, mantanzas sin fin cometidas en nombre de Dios por criminales fanáticos que rebanaban cuellos en directo a través de Youtube. Vino más tarde la crisis de 2007; que empezó ese año aunque el Gobierno de la época no quisiera reconocerlo. También hubo avisos apocalípticos entonces.
Un tal Niño, experto en la cosa según decían, profetizaba que volveríamos al nivel de vida de los años treinta, de alpargatas y cartillas de racionamiento. La gente tragaba saliva atemorizada. Diez años casi duró la penuria que, ciertamente, nos empobreció y cuyos coletazos probablemente aún se notan. Por si eso no fue bastante, seguidamente tuvimos una pandemia medieval que se llevó por delante a millones de personas y nos recluyó en casa, asustados como conejos.
¿Se dan cuenta? No hemos hecho otra cosa que tener miedo desde que comenzó este puñetero siglo. En Sevilla también estrenamos el milenio aterrorizados. Fue aquella Madrugada en la que el pánico se adueñó de nuestras calles por unos instantes eternos. Gracias a esa mano invisible que nos ha librado de tantas cosas (atentados frustrados por la detención casual del terrorista, bombas que no explotaron no se sabe cómo, inundaciones que se evitaron en el último minuto...) aquella noche no hubo ninguna desgracia. Todo quedó en un susto. Las causas de aquel suceso, como las de tantas otras desgracias acaecidas en lo que llevamos de siglo, nunca se aclararon del todo. Y lo más probable a estas alturas es que no se aclaren jamás.
Veinticinco años ya de lo que aparenta ser un crimen perfecto. O tal vez de una chapuza, vaya usted a saber, que en su momento no interesó aclarar porque hacerlo habría sido peor que no hacerlo. Mejor que de ello se encargara la amnesia colectiva de un pueblo que necesitaba -y necesita- olvidar demasiadas cosas; necesita olvidar que en este infausto primer cuarto del siglo XXI no ha hecho otra cosa que tener miedo. Y al pensarlo es cuando se comprende por qué se pone tanto empeño en silenciar a quien nos dijo que nunca lo tuviéramos.
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