De ruan | martes santo
Los santos óleos
El Martes Santo renuevan los sacerdotes las promesas que expresaron en el día de su ordenación y el voto de obediencia a su pastor, que es el obispo de la diócesis en que se incardinaron
A la misma hora en que el Cerro del Águila será un rebullo de capas blancas alistadas para la salida procesional de la cofradía pendientes del cielo por si llueve, a cuatro kilómetros de distancia –una hora a pie para el paseante, cinco para los ... nazarenos– sin temor a los meteoros habrá también revuelo de casullas y albas con más de cuatrocientos sacerdotes revistiéndose en la Catedral para concelebrar en torno al arzobispo la misa crismal.
Es la gran desconocida de los oficios de Semana Santa, pero el desconocimiento no le merma un ápice de importancia: ese día renuevan los sacerdotes las promesas que expresaron en el día de su ordenación y el voto de obediencia a su pastor, que es el obispo de la diócesis en que se incardinaron. La misa crismal supone acaso el único momento de encuentro con otros hermanos del presbiteriado que ejercen su ministerio en parroquias alejadas y sirve también de reunión social en una animada comida que sigue a la misa entre los curas y de éstos con el arzobispo.
Los fieles pueden participar como en cualquier eucaristía. Y de hecho, la Catedral y la archidiócesis animan al pueblo a seguir esta celebración que de ordinario se celebra el Jueves Santo por la mañana en otras diócesis sin tanto ajetreo de procesiones y monumentos en los templos como Sevilla. Por eso se anticipa dos días en el calendario, para que los párrocos puedan montar sin premuras los aparatos efímeros en que quedará reservado el Santísimo entre el Jueves y el Viernes Santo, día en que no se consagra sino que se consume la reserva.
La misa crismal del Martes Santo cumple además otra función para nada desdeñable. En esa celebración se bendicen los santos óleos, que son tres en realidad: el óleo de los catecúmenos con que se signa a quienes son admitidos a catequesis de iniciación cristiana para que las asechanzas del Enemigo resbalen y no haga presa como hacían los luchadores de la antigüedad para evitar que el rival los agarrara; el óleo de los enfermos con que se unge a los aquejados por dolencias físicas y espirituales o en riesgo de muerte para que soporten y venzan con fortaleza al mal que los acecha; y el santo crisma con que se unge a los recién bautizados, confirmados u ordenados (diáconos y presbíteros) así como los pilares y el altar de las iglesias el día de su dedicación al culto divino para significar la condición sacerdotal, profética y regia adquirida en el bautismo como hijos de Dios.
La Catedral de Sevilla dispone de artísticas cráteras de plata donde se vierten los tres óleos para que el arzobispo los bendiga antes de la doxología de la plegaria eucarística con un ritual repleto de significación en el que se invoca la epíclesis (bajada) del Espíritu Santo sobre los aceites para que adquieran su fuerza sacramental. De la preeminencia del santo crisma habla que el obispo lo consagra, que es un escalón por encima de la simple bendición. Merece la pena acercarse.
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