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En cuarentena

En tiempo y sin forma

La Magna fue historia de Sevilla, pero ya pasó. La consumimos y andamos ávidos de volver a probar el rito de siempre

Javier Macías

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La Semana Santa es hija de su tiempo. Quizá es eso lo que la convierte en la fiesta total que, con el trasfondo ineludible del hecho religioso, incardinado al antropológico y a la tradición que se va legando en el tiempo, se adapta a las ... modas. Y es aquí lo controvertido de encontrar el equilibrio de mantener el canon que no rompa su esencia y que se pueda adaptar a los gustos del momento. Por eso, el éxito que le atribuimos a la Semana Santa en lo cuantitativo es indirectamente proporcional al pesimismo que sugiere en lo cualitativo. Somos más, todo es más sofisticado y espectacular, se ha llegado a sublimar lo artístico en lo patrimonial, en lo musical y en el compás de los propios pasos. Pero, bajo esa envoltura que es en realidad como una pompa de jabón, el vacío interior es más grande de lo que lo ha sido nunca. Hemos desproporcionado la fiesta en lo tangible hasta convertirla en un bien de consumo de usar y tirar.

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