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en la piel

Stabat Mater

Los hermanos del Museo le pusieron a la Virgen tanta luz para distraerle la pena de ver al Hijo

Viernes Santo de Sevilla, en directo

Francisco José López de Paz

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Las imágenes sienten, sufren, lloran ríen. No son estatuas. Dentro de su piel late un corazón de madera que bombea los mismos sentimientos que tenemos los humanos. Hay gente que dice ver a las imágenes con distinto semblante según el día. Y es verdad. «Hoy ... la Virgen parece que está como más enfadada...» Lo mismo son los ojos con los que se mira. No hay en la iconografía de la Semana Santa escena de mayor ternura que cuando se encuentran el Hijo y la Madre. Dicen que pudo ser complicada en aquel escarpado monte de la calavera, un promontorio elevado junto a una de las puertas de Jerusalén. Los ajusticiados estaban arriba, clavados a unos maderos bajos. No hacía falta más altura. Desde esa elevación los podían ver todos quienes se acercaban al horror de la tortura. Los espectadores se encontraban alejados, en una cota inferior. Ahí es donde debió estar María con su familia y el apóstol Juan viendo como al hijo se le iba la vida.

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