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En la piel

El Baratillo de Ignacio

Ni Ignacio se ha ido del Baratillo ni la hermandad abandonará nunca su memoria

Francisco José López de Paz

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Ignacio Pérez Franco sabía latín. Cuando era un chaval y estudiaba en los Salesianos de Triana se sabía de corrido todos los lemas de su hermandad que algunas veces salían en las convocatorias en castellano y otras en latín. «Misericordia Tua Et Veritas Tua Semper ... Susceperunt Me». De ver desde pequeño ese latinajo se le había quedado grabado en la memoria ya para siempre. El Baratillo de Ignacio Pérez Franco era, es la hermandad de su familia. Su casa. Como tantos niños, se crio entre los alicates y las puntillas de la sala que servía de priostía. Entre mantos y ráfagas. La mejor escuela fue la de su homónimo padre, aunque allí en el Baratillo vivía un caballero que ejercía de mentor de los chavales y los que no lo eran tanto. En efecto, se trataba de Otto Moeckel, Otto el del Baratillo, el alemán que, como Ignacio, también sabía latín.

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