EN CUARENTENA

María

La serpiente de la desesperanza intenta desafiar, acecha, nunca falta a su cita en una tragedia repentina, pero no sabe la bicha a quién se enfrenta esta vez

No es una Cuaresma cualquiera para María. En absoluto. Una maldita y arrolladora enfermedad se ha llevado a su madre hace unas semanas. En un simple pestañeo, un par de meses mal contados. Un síndrome de cuyo nombre no quiere acordarse ha soltado su latigazo ... seco y ahora la vida le obliga a pasar por una prueba peliaguda a sus 27 años. La serpiente de la desesperanza intenta desafiar, acecha, nunca falta a su cita, pero no sabe la bicha a quién se enfrenta esta vez.

Fiel a su sólida visión ignaciana de la fe y de la propia existencia, inculcada por su abuelo y después por su padre, como siguiente eslabón que es en la saga de los Toro lleva años haciendo acopio de momentos de consuelo, de paz espiritual y de amor cristiano para haber llegado bien pertrechada a esta etapa de desolación, que acepta, entiende y domina dando ejemplo de entereza pese a lo duro del trance. Tanto que sólo horas después del funeral y de depositar las cenizas en el columbario del Museo, ahuyentó su primera intención, de rabia, y confirmó que sacaría su papeleta para ser diputada de tramo de la Virgen de las Aguas. Frente a la tragedia repentina y descarnada, la solidez de su credo aplicada en cada rutina, en cada escena cotidiana. Con ellas alimenta su robustez. Formando parte de su cofradía una Semana Santa más. O en misa de ocho y media el domingo en el Portaceli, sentada junto al coro de amigos para ponerle más música aún a su oración. O en los grupos Vida. O dando caldo a los más necesitados, a los que casi nadie mira, el Jueves de Pasión con la hermandad. O con los enfermos de Onuva cada víspera de Domingo de Ramos. Gestos que reconfortan tanto como aquellas cenas en casa de la abuela tras la estación de penitencia para alcanzar el amanecer exhausto y pletórico del martes. Comprobar la fuerza de sus dos hermanos o de su padre para sobrellevar el momento con la confianza en que todo tiene sentido la ha sostenido. Todos en casa tienen muy presente cada día ese aliento y la radical certeza de la resurrección. «En todo lo que ha pasado hay señales de Jesús, hasta en mi miedo o mi sufrimiento, porque él también sufrió. Mi madre juró las reglas de la hermandad el año pasado y este Lunes Santo sé que va a estar al lado de la Virgen, junto a ella». Las palabras y la sonrisa de María son el triunfo de lo eterno frente a la dictadura del tiempo y la biología. En su cabeza no hay callejones sin salida ni siquiera esta primavera plúmbea.

Los barcos no se hunden por el agua que les rodea sino por la que dejan entrar. Y en su casco no hay fisura alguna para que se cuele la duda porque ni deja solo a Dios, por eso le gusta tanto acercarse sola al sagrario para acompañarlo, ni Dios la deja sola a ella.

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