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José Manuel

Hay arrepentimiento y una intención poderosa de cambiar su destino después de haber visto germinar, estando en la cárcel, una devoción inusitada por el Señor de las Tres Caídas

Eduardo Barba

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Hay una mujer vieja que al pasar junto a él por Rodrigo de Triana, ya a la altura de Fabié, lo mira de reojo de esa forma en la que resulta imposible disimular el prejuicio, el recelo, el viejo veneno de la desconfianza hacia alguien ... conocido, una aprensión con peores raíces que la que brota frente al irreconocible, que es más ingenua, pura y, en cierto sentido, lógica. Hay una angustiosa y nueva sensación entre la vergüenza y la dignidad que no le impide levantar la mirada y seguir caminando agarrando con fuerza y orgullo de sangre la mano de su nieto. Hay un enérgico y espontáneo balanceo del pequeño, asido con su otra mano a la de su madre, que permite olvidarse de los ojos inquisitoriales que no terminan de perdonar. Y hay entonces alegría familiar y gozo. Hay una dulce sensación de la brisa sobre la cara cuando al final de la calle Flota, en el recodo por el que se accede a Rocío, un viento con olor salado le recuerda a su niñez trianera, al Charco de la Pava, al terraplén, a los tejares y a la barriada de la Dársena.

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