Triana sanó las heridas de la Virgen del Patrocinio
Más de siete horas estuvo la dolorosa del Cachorro recorriendo algunas calles inéditas de su barrio para celebrar sus primeros cincuenta años de vida
La Virgen del Patrocinio deslumbra por las calles de Triana, en imágenes
Sevilla
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Iniciar sesiónLa madre del Cachorro tiene la piel joven y el alma llena de heridas. Aquella muchacha de rasgos adolescentes, en la que Luis Álvarez Duarte alcanzó de nuevo el éxtasis de la gubia y la madera, apenas ha cumplido sus primeros cincuenta años ... pero lleva el dolor clavado en los puñales negros de sus ojos. Las lágrimas que nunca llegaron a humedecer sus mejillas las cambió en su día por los jirones del corazón, esos mismos que contagiaron la nostalgia entre sus devotos en aquel mes de febrero de 1973 en el que el fuego fortuito arrebató para siempre la imagen con la que el Patrocinio de la Virgen se convirtió en señorita para Triana. De aquel infausto momento ha transcurrido ya medio siglo, el tiempo que ha tenido que pasar para que la tarde del último domingo de noviembre cerrara las cuentas pendientes con un palio atravesando la memoria del arrabal de su vida.
La salida extraordinaria de la Virgen del Patrocinio fue un canto a esa victoria que lograron entonces los hermanos del Cachorro. En aquellos años en los que Triana todavía era Triana, y la cofradía era el lugar de encuentro de las familias de siempre, lograron sobreponerse a los reveses injustos de lo incontrolable para resucitar con su madre. Con Ella volvió la alegría, la misma que este domingo inundó su barrio en un recorrido festivo y de acción de gracias, en el que casi todas la calles fueron de estreno para un palio que alcanzaba su centenario, Motivo más que suficiente para llegar a las parroquias de la O, Santa Ana y San Jacinto, mirar frente a frente a la Esperanza en calle Pureza y reflejarse en la Estrella al pasar por su capilla.
Fueron más de siete horas de una procesión que comenzaba pasadas las cuatro y cuarto de la tarde. A esa hora empezaron a salir los primeros hermanos de la Basílica del Cristo de la Expiración, que desde su altar era testigo de todo lo que sucedía. Un cortejo formado por unos 300 cirios en el que también figuraban las representaciones de las hermandades de Triana y del Viernes Santo, el arzobispo de Sevilla y el delegado de Fiestas Mayores. Los primeros cirios eran portados por niños y jóvenes que sólo reconocen a la Virgen del Patrocinio en esta imagen adolescente de Álvarez Duarte. Los tramos pasaban como metáfora de un recorrido por la historia que iba abriendo paso a los hermanos más veteranos, esos que aprendieron a rezar a la imagen que se llevó el fuego. Paso previo a que los primeros varales del palio cruzaran el dintel del templo poco antes de las cinco de la tarde.
La luz del momento y el tiempo preciso recordaban a la tarde del Viernes Santo cuando la cofradía pone rumbo a la Catedral. Con los candelabros de cola en la puerta, un aplauso atronador daba la bienvenida a la Virgen a las calles de su barrio, sólo interrumpido por los sones de la banda de la Oliva de Salteras que interpretó 'Señorita de Triana' de Pedro Morales y 'Nuestra Señora del Patrocinio' de Gámez Laserna para acompañar los primeros metros del recorrido del palio por la calle Castilla. A la altura del número 143, la dolorosa recibió la primera de las petalás que la acompañaron durante todo el itinerario, alfombrando el techo de malla de Olmo. Luego vino el saludo en la parroquia de la O, con una sentida salve en la puerta, el paso por Callao y San Jorge y la desembocadura del río devocional en la plaza del Altozano, donde la procesión se perdía entre el gentío.
Una Triana por descubrir
Con la noche ganándole le partida a la luz del otoño, el puente fue en esta ocasión verdadera frontera para el palio. Por primera vez, la Virgen del Patrocinio llegaba al Altozano para quedarse en Triana. Buscó la calle Pureza con la sutileza elegante de un andar casi imperceptible que la llevó navegando hasta la misma puerta de la capilla de los Marineros. La Esperanza de Triana, vestida de luto y más cerca de lo habitual por las obras en su altar, se encontraba con la dolorosa de la calle Castilla, recordando que las dos, en algún momento de la historia, fueron madres del Cachorro. Con el rezo de la Salve Marinera y los sones de 'Soleá, dame la mano', que confirmaron el gusto exquisito del repertorio que sonó durante la jornada, el palio se fue cerrando la herida de una cuenta pendiente que al fin se cumplió.
Paco Reguera seguía al frente de la cuadrilla de costaleros cuando el palio se perdía por las estrecheces del barrio. «Menos paso, que hoy no hay prisa ninguna», replicaba como venia a la noche ya sin tiempo. La Virgen del Patrocinio se acercaba a la puerta de la parroquia de Santa Ana, catedral que todavía debía conquistar. Allí volvieron a vivirse momentos emotivos que a pesar de ser novedosos rezumaban sabor a antaño. Ritos de rezos, emociones y sones clásicos que se repetían como letanía al llegar a la parroquia de San Jacinto o a las puertas de la capilla de la Estrella. Otra vez la Oliva de Salteras, a la que Irene Gómez Calado, su directora, le ha dado un sello de admirada y necesaria calidad, acompañaba a la lluvia de pétalos que envolvía al palio de la Virgen del Patrocinio, por primera vez frente a frente a la Virgen de la Estrella.
La noche, cada vez más fría, estaba para perderse en la delantera de un palio que ya buscaba Alfarería. La recoleta calle fue una especie de túnel del tiempo hacia la Triana de siempre, la que perdió su esencia cuando el turismo le ganó la batalla. A cada paso que daba el palio, el barrio seguía cerrando las heridas. Lo hizo en cada balcón adornado con colgaduras, matones y hasta colchas bordadas, en cada oración sincera, en cada aplauso, en cada chicotá eterna con alma de aquella memoria perdida de lo verdaderamente espontáneo y natural. En ese momento, la madre del Cachorro ya era toda de los trianeros, que marcaban el compás de un tiempo dormido ya en la eternidad.
En los albores de la medianoche, la Virgen del Patrocinio llegaba de nuevo hasta la Basílica del Cristo de la Expiración. Últimas lágrimas, últimos sones y el último adiós con sabor a corta despedida. Por entonces, era ya lunes, como lo también fue aquel 26 de febrero de 1973 en el que el fuego transformó la imagen en ceniza pero no pudo acabar con una devoción que la memoria de lo vivido y también de lo sufrido ha hecho cada vez más fuerte. Cincuenta años después, la señorita de Triana vino a recordarlo por las calles de su barrio, las mismas que este domingo cerraron para siempre las heridas de su alma.
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