La normalidad no debería ser noticia, pero la ciudad lleva varios días bajo constantes precipitaciones. Alertas activas, lluvias diarias, fuertes vientos y borrascas que se suceden una tras otra han marcado la tónica de la semana. Incluso el granizo ha hecho acto de presencia, cayendo con fuerza tanto a comienzos de la semana como en el segundo viernes de Cuaresma.
El día comenzó soleado, hasta que una fuerte tormenta sorprendió a Sevilla y a varios puntos de la provincia. De nuevo, la incertidumbre se apoderó de la jornada ante la posibilidad de que los vía crucis no pudieran celebrarse. Sin embargo, conforme avanzaba la tarde, el cielo se despejó por completo, dejando paso a temperaturas bajas y a la penúltima luna antes de la parasceve, que iluminó una tarde y noche espectacular.
Fue una tarde de besamanos, de visitas a la devoción del Cautivo y de asistencia a conciertos en los templos, donde se formaron largas colas. Sin embargo, a diferencia de los cultos externos programados para la jornada, se llevaron a cabo ensayos de costaleros, montajes y tres vía crucis, los cuales deslumbraron en un auténtico día de Cuaresma.
El primero, el del Cristo de la Corona. La hermandad celebró sus 25 años el 9 de marzo, y qué mejor manera de conmemorarlo que con un vía crucis en el que salió el Nazareno más antiguo por las calles. Un cuarto de siglo que podría parecer poco, pero para sus hermanos representa gran parte de su vida.
Recordó este culto externo, de alguna manera, evocando aquella época en que la imagen realizaba un vía crucis por el interior del patio de los Naranjos, uno de los actos imprescindibles de la Cuaresma. Rememoró aquellos tiempos mientras recorría las calles de la feligresía del Sagrario.
Un vía crucis de recogimiento, fervor y con bastante público que acompañó a una de las grandes tallas de la Semana Santa. Impactó a los presentes el paso por el patio de los Naranjos a la ida y a la vuelta. Parecía este culto estar hecho para esta imagen decían algunos, otros veían a esta talla por primera vez en la calle y, a raíz de ello, difícilmente volverán a faltar un Viernes de Dolores.
El Señor recorrió los alrededores de la Catedral y del Ayuntamiento, se adentró en Molviedro y regresó a casa por García de Vinuesa. En cada instante se desplegaba un juego distinto de luces: la caída de la tarde, el sol poniéndose por el oeste, el contraluz que enmarcaba la Plaza del Triunfo y el cielo entregando sus últimos destellos al paso de la talla antes de internarse en Hernando Colón. Se podrían enumerar innumerables detalles de este vía crucis, pero lo esencial fue observar el rostro de los hermanos, quienes llevaban meses preparando esta salida; en ellos se resumía todo. Este fin de semana estará en besapiés.
Aunque el Cristo de las Misericordias de Santa Cruz también estará en besapiés, en la jornada anterior presidió el vía crucis más impactante de todos los que se celebran, por dos razones: el valor de la imagen y el recorrido por el barrio, uno de los más emblemáticos. Cada año va a más en cuanto a personas que quieren admirarlo o acompañar al crucificado por rincones como las Teresas, la plaza de Santa Cruz, el callejón del Agua, la calle vida, el Patio de Banderas, Romero Murube, la plaza de la Alianza o Mateos Gagos, casi nada.
Cada momento supera al anterior. Se caracteriza por ser un vía crucis de antaño, en el que hermanos y fieles llevan la imagen junto a su cruz, sin necesidad de montar una parihuela, lo que permite ver cómo se traslada a Cristo de manera natural y con una cercanía única. El barrio, cada segundo viernes de Cuaresma es durante unos instantes de los sevillanos gracias al Cristo de las Misericordias, un culto que podría ser patrimonio de la humanidad.
La tarde concluyó con otra gran talla: el Señor de la Salud de Felipe de Ribas, de la sacramental de San Pedro, que también contó con una destacada concurrencia de público recorriendo las calles de la feligresía. Fue una magnífica oportunidad para admirar a este Nazareno, que recibe culto en la capilla sacramental y que, durante el mes de marzo, se encuentra de culto. Alejandro Ollero, el mítico capataz, comandó las andas en una procesión que resulta imprescindible para quienes aún no han tenido la oportunidad de conocerlo.
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