Provincia
El tiempo se detuvo en Mairena del Alcor con el Cristo de la Cárcel
El lienzo del crucificado salió en procesión con un numerosísimo cortejo de velas y grilletes como es tradicional cada 18 de marzo

Un estremecedor sonido rompía la noche del 18 de marzo en Mairena del Alcor. Eran los característicos 'grillos' de los numerosos penitentes que desfilaban tras el paso del Cristo de la Cárcel, la gran devoción de esta localidad de la Campiña que cada año, sin importar en qué caiga, se echa a las calles de forma multitudinaria con la imagen.
Una imagen cuya mayor particularidad es que no se trata de una talla de bulto redondo, sino una pintura. Algo muy poco habitual en Andalucía y Sevilla, pero que en Mairena lleva asentado siglos, desde el XVII, como muestra la procesión del lienzo, arropada en todo momento y con un numerosísimo cortejo.
Una interminable hilera de personas de todas las edades alumbraban el recorrido del Cristo de la Cárcel, obra que pintó Félix Lacárcel en 1936 a modo de fiel reproducción de la anterior, perdida en los albores de la Guerra Civil y con orígenes legendarios, pues dicen que lo encontró una sirvienta que lo cuidaba y que, después de que la acusaran de falso testimonio, la criada dijo que lo que era tan cierto lo que decía como que aquel olvidado crucificado quería que se le diese culto.

Una ingente masa de penitentes ataviados de morado sin capirote y con grilletes en los pies siguiendo los pasos del Señor cerraba la comitiva de una procesión muy populosa pese al carácter solemne y lúgubre de la misma, puesto que, aunque el silencio sólo era roto por el trío de capilla que acompañaba a las andas, la voz del capataz y los 'grillos' tras el paso, niños, adultos y ancianos de toda condición se congregaron de forma familiar en torno a la imagen en una fría noche en la que la lluvia no hizo acto de presencia.
Sobrecogedora recogida
En el momento de la entrada en la parroquia de la Asunción −su capilla propia en la plaza de las Flores está cerrada por obras−, el paso se quedó parado mientras los fieles que arrastraban los grilletes pasaban ante él y entraban de uno en uno en el templo en un desfile de tanta hondura penitencial y reminiscencias de tiempos pretéritos como lleno de patetismo.
Una vez toda la comitiva excepto el lienzo se hallaba dentro, el pueblo de Mairena congregado en torno a las andas, capitaneado por la voz de uno de los devotos, entonó de forma conmovedora el Santo Dios, aquel canto de los jornaleros andaluces en el que se inspiró Blas Infante para la composición del himno de Andalucía.
Pasaban veinte minutos de la medianoche del 19 de marzo, día del padre, cuando el Padre de todos los maireneros entró en la iglesia, cerrando una jornada en la que el municipio volvió a reencontrarse con su historia, una historia que no entiende de modas ni caprichos. La devoción por el Cristo de la Cárcel permanece inmutable al paso del tiempo.
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